Es cierto que solo vivimos una vida y que por lo tanto tenemos derecho a enmendar el camino ya hecho y empezar otro, aunque sea en la dirección contraria, cuando nos dé la real gana. Hay quien le llama a esto rectificación; otros, más prosaicos, consideran sin tanta filosofía que el que cambia de rumbo, especialmente si hablamos de política, no es más que un chaquetero. Hoy les traigo el caso de alguien que pasó por esta circunstancia: fue primero un destacado líder comunista y sin dar tiempo a una transición que lo justificase se convirtió en un falangista convencido. Primero conozcan los hechos y tras el punto final juzguen ustedes.

Oscar Pérez Solís nació en Bello en agosto de 1882, pero como su padre era capitán de Infantería de Marina, se llevó con él a la familia hasta su destino en El Ferrol y después a Valladolid y, para seguir la tradición, cuando Oscar tuvo la edad exigida entró en la academia de Artillería de Segovia. En 1902 ya era teniente y se le envió de guarnición a Las Palmas; allí conoció a un recluta de su regimiento que le habló del anarquismo y le animó a colaborar en el grupo ácrata «Luz y Progreso», aunque parece que ambos compartieron también algo más que una amistad profunda. Cuando su amigo murió inesperadamente, regresó a Valladolid y empezó a derivar hacia el marxismo, manteniendo en secreto su tendencia.

En aquellos años firmó algunos artículos con el pseudónimo de Juan Salvador, el nombre de su compañero fallecido, hasta que se decidió a dar la cara en algunos mítines de solidaridad con conflictos obreros, de modo que como su militancia se hizo conocida entre sus compañeros de profesión, coincidiendo con su ascenso a capitán en 1911, se le recomendó que pidiera un traslado a Cartagena.

No hizo caso y solicitó el pase a la reserva para poder seguir en la capital castellana; aquello fue un primer paso y cuando ya era capitán, después de ser expedientado por su implicación en una agresión a un concejal del Ayuntamiento, dejó la milicia. Dedicado por completo a la política desempeñó cargos públicos desde 1914, hasta 1917 y dirigió ¡Adelante!, el órgano de los socialistas de Valladolid, pero tras la huelga general de 1917, tuvo que refugiarse en Lisboa, donde estuvo unos meses, antes de volver a Valladolid.

Oscar Pérez estaba en aquel momento en la derecha del PSOE, dentro de las posiciones reformistas y defendía el proyecto de un partido aliado a los republicanos, pero fue evolucionando hacia la izquierda y acabó criticando que el partido gastase sus energías en discutir la forma de gobierno en vez de luchar por cosas más concretas.

En l919 fue acusado por un delito de lesa majestad contra el Duque de Alba, y este hecho, unido a las discrepancias que mantenía con sus compañeros, le llevó a instalarse en Bilbao. Allí estableció contacto con los primeros círculos favorables a la III Internacional que se estaban formando en Euskadi y siguió su actividad militante hasta que volvió a ser detenido y encarcelado en la prisión de Larrinaga.

En aquellos años acudió como delegado de la agrupación del PSOE bilbaíno a dos congresos que se celebraron en Madrid y en los que puso en evidencia su cambio de posición con respecto al comunismo. En el de 1919 su postura había sido la defensa de la permanencia en la Internacional socialista y la oposición a la revolución rusa, sin embargo en el que tuvo lugar entre el 9 y el 13 de abril de 1921 se inclinó por la integración del partido en la Internacional comunista e incluso fue quien se encargó de leer el manifiesto de escisión de una nueva organización de la que fue miembro fundador: el Partido Comunista Obrero Español (PCOE).

Poco después, llegó desde Moscú la orden de que los dos partidos de la misma tendencia que convivían en España -el PCOE y el PC- se unificasen en el PCE. Pérez Solís fue nombrado miembro del comité central y redactor de su periódico La Bandera Roja

En los años de la Dictadura no cesó en su actividad propagandística por toda España y colaboró en La Antorcha, el órgano de prensa de la sección española de la III Internacional, que se editaba en Madrid, publicando varios artículos favorables a la corriente pro-marxista de la CNT. A mediados de 1923 fue arrestado de nuevo en Bilbao acusado de participar en diferentes actos violentos en protesta contra el embarque de tropas para Marruecos e incluso por su implicación en el intento de atentado contra el periódico El Liberal y su ideólogo, Indalecio Prieto. Más adelante, Oscar Pérez Solís iba a contar como en aquellos días le fue a ver por indicación de una hermana suya el jesuita Luis Chalbaud, cuyos consejos serían el primer paso en su transformación política y religiosa que completaría el dominico José Gafo Muñiz, otro asturiano, de Tiós, en el concejo de Lena y máximo representante del catolicismo social durante el primer tercio del siglo XX.

Cuando cumplió su condena, en enero de 1924, le esperaba otro juicio en Valladolid y ante la perspectiva de retornar a la celda decidió salir otra vez del país y volver a Francia donde tuvo tiempo para asistir en representación de los españoles al congreso de la Komintern en Moscú, luego, de nuevo en París, esperó hasta que a finales de aquel año se vio favorecido por una amnistía y pudo regresar a España.

Las continuas caídas en le PCE hicieron que el partido quedase descabezado y con la mayoría de sus dirigentes arrestados por orden del general Miguel Primo de Rivera, y en esta situación Oscar Pérez Solís asumió la secretaría general con el apoyo de José Bullejos y Gabriel León Trilla; pero su libertad duró poco y cayó detenido otra vez. En esta ocasión el 13 de febrero de 1925 en Barcelona, y aquí fue donde su vida dio un giro completo gracias al padre Gafo, que le visitó varias veces y con el que mantuvo una correspondencia frecuente.

Cuando Oscar Pérez Solís salió de la cárcel el 9 de agosto de 1927 era un hombre nuevo. Explicando a sus compañeros comunistas que necesitaba reponer su salud, se desplazó a Valladolid para retirarse temporalmente de la política. Aquel mismo otoño El Norte de Castilla se hacía eco del rumor de que Pérez Solís renegaba de su militancia a la vez que había aceptado un cargo directivo en una importante empresa de reciente creación. En un principio y ante la repercusión que tuvo el asunto, dada su popularidad en el mundo obrero, el propio Solís tuvo que desmentir la noticia como falsa, pero las evidencias eran tantas que a los pocos meses no tuvo más remedio que hacer pública la verdad: se retractaba de su pasado y volvía a abrazar la fe católica de su infancia.

El antiguo agitador de Bello consiguió en aquel momento un empleo bien remunerado en la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos (CAMPSA), que se había fundado un año antes. Se ha escrito que Pérez Solís era uno de los antiguos dirigentes comunistas que conocían bien el mundo de los carburantes gracias a unos contactos secretos que se habían mantenido entre el Gobierno español y la Unión Soviética para el aprovisionamiento español de petróleo del Mar Negro en la época de la Dictadura. Una operación que se debía cerrar a cambio de que los rusos convenciesen al PCE para concurrir en las elecciones para la formación de una asamblea corporativa ideada por Miguel Primo de Rivera y que resultó fallida por la oposición de Bullejos y Trilla, pero esto, a estas alturas, es difícil de demostrar.

El caso es que su evolución no había hecho más que empezar. Primero apoyó abiertamente a los sindicatos de inspiración católica que animaba el padre Gafo, y en 1933, ya en plena República, se afilió a la Falange y tuvo una actuación destacada en el alzamiento de 1936. Le pilló en Oviedo, cuando llegaron las primeras noticias fue encarcelado -paradojas de su vida- está vez por fascista, pero a las 48 horas ya se había incorporado a la defensa de la ciudad recuperando su jerarquía de capitán bajo las ordenes del coronel Aranda y en el cerco aprovechó para publicar algunos artículos anticomunistas en el diario Región. A pesar de sus bandazos ideológicos y de una trayectoria que le llevó a convertirse durante el franquismo en Gobernador Civil de Valladolid, parece que respetó a sus viejos correligionarios e incluso facilitó la fuga o la salvación de algunos tan destacados como Joaquín Maurín, el dirigente del POUM, para lo que llegó a mediar ante Raimundo Fernández-Cuesta.

La peripecia de Oscar Pérez Solís puede seguirse además de por los numerosos artículos de uno y otro signo que dejó escritos, por sus libros. En El partido socialista y la acción de las izquierdas (1918) dijo "digo"; en Memorias de mi amigo Oscar Perea (1931) y Sitio y defensa de Oviedo (1937) donde había dicho "digo" dijo "Diego". En 1951 dijo adiós a este mundo desde Valladolid.