No crean que el titular de hoy es caprichoso. Laviana tiene conde desde que la reina regente María Cristina de Austria concedió esta distinción por Real Decreto de 3 de septiembre de 1896 confirmado en el Real despacho de 8 de marzo de 1897. El beneficiario fue Alejandro Villar y Varela, que entonces era diputado en Cortes en Puerto Rico, territorio colonial en el que residía desde hacía años y donde desarrollaba una intensa actividad política a favor de su españolidad frente a la postura de quienes optaban por la independencia definitiva de la metrópoli o su integración en los Estados Unidos.

Don Alejandro fue uno de los jefes más destacados del Partido Incondicionalmente Español o también Partido Español Sin Condiciones, denominación que seguramente hace que se les pongan las orejas de punta a ese grupo de conocidos periodistas que tensan diariamente desde periódicos, radios y televisiones la cuerda de la unidad de la Patria.

Puerto Rico fue, como saben, uno de los últimos territorios españoles en Ultramar y lo perdimos junto a Cuba y Filipinas en 1898, cuando los Estados Unidos de América nos humillaron con una derrota militar que puso fin a una guerra desigual y de paso a nuestros sueños imperiales. Por resumir en dos párrafos su historia, sepan que las primeras organizaciones políticas en la isla tuvieron su origen en la década de 1870 dividiendo a la población en dos tendencias. La que estaba en el corazón de Alejandro Villar quería ser un reflejo de lo que acontecía en la metrópoli y partía del Partido Liberal Conservador, nacido en 1873 y que apenas llegó a funcionar tres años antes de transformarse en el Partido Incondicional, que a su vez se mantuvo hasta el año del Desastre para dar paso a otra formación con un nombre que también tenía su miga: el Partido Oportunista.

En la otra orilla estaban quienes defendían una identidad política propia para Puerto Rico, unidos en el Partido Liberal Reformista que abogaba por la descentralización y la salida de la tutela española; también ellos más tarde irían cambiando sus siglas para poder adaptarse a cada tiempo y así iba a nacer el Partido Federal Reformista y a partir de 1887, ya con una identidad más clara, el Partido Autonomista Puertorriqueño.

En 1897, los autonomistas celebraron una asamblea en San Juan para decidir si era posible un pacto con un partido que apoyaba la monarquía borbónica y de allí salió otra escisión. La mayoría de los delegados ratificaron el acuerdo y formaron el Partido Liberal Fusionista, a la vez que los opositores hicieron lo propio con el Partido Autonomista Ortodoxo, y a la vez, los más radicales, ya abiertamente separatistas, habían constituido en Nueva York la Sección de Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano, ofreciendo su apoyo a los yanquis para el conflicto que se estaba preparando.

Mientras tanto, para intentar calmar los ánimos, el 25 de noviembre de 1897, el gobierno encabezado desde la metrópoli por Práxedes Mateo Sagasta concedió a la isla una Carta Autonómica, concediendo derechos políticos y administrativos, mejoras comerciales y económicas e incluso la posibilidad de un gobierno propio, aunque poco independiente, ya que contaba con una estructura parlamentaria parcialmente elegida y controlada por un gobernador nombrado por España, que podía vetar cualquier decisión que afectase a los planes de la Corona.

Y ya en plena guerra, aún hubo tiempo para que el gobierno autónomo de Puerto Rico echase a andar oficialmente, el 17 de julio de 1898, aunque no fue más que un fuego fatuo y antes de fin de año la isla era una posesión más de los Estados Unidos. Hoy mantiene la originalidad de ser un «estado libre asociado», una situación que solo satisface a una parte de sus habitantes, ya que algunos quieren simplemente pasar a integrarse sin condiciones en la Unión y otros al contrario prefieren la independencia total? pero lo que no van a encontrar allí es a nadie que opte por volver a ser español.

Como han visto, cuando recibió el título, al conde de Laviana le faltaba poco para hacer las maletas y retornar definitivamente a España. Al llegar aquí no dejó de participar en iniciativas que le recordaban su vida al otro lado del Océano, como la fundación del Círculo Americano, organizado en 1903 en Barcelona con los residentes de la numerosa colonia portorriqueña, representantes de otras repúblicas de habla hispana y un grupo de ilustres peninsulares que mantenían alguna relación con ellas. En aquella asamblea, después de varias horas de debates se aprobaron los estatutos y don Alejandro pasó a presidir la flamante Junta directiva.

En cuanto a su relación con Asturias, de vuelta a casa con su esposa Matea Alicea Méndez, eligió para asentarse la localidad de Miyares, parroquia del concejo de Piloña, situada en la falda del Sueve y donde otros indianos ya habían edificado sus casonas. La de don Alejandro se conoció por su apellido, Villa Villar, hasta que pasó a ser propiedad de Alberto Estrada y empezaron a llamarla "Les Camelies" y en aquel lugar el conde fue generoso con sus vecinos costeando obras como su capilla, inaugurada solemnemente en 1915.

Alejandro Villar y Varela falleció en Infiesto el 13 de julio de 1919 dejando el honor del condado de Laviana a su hijo Enrique, quien se casó con Alicia Sicardó Jiménez pero tras él, los derechos recayeron en los herederos de su hermana Emilia Villar, unida desde 1909 a Marcial Fournier, de ascendencia gala, ya que su padre era un maestro francés que se había asentado en la villa de Jovellanos para regentar un colegio.

Doña Emilia iba a dejar este mundo inesperadamente, al morir durante su segundo embarazo afectada por la eclampsia, un mal que se presenta inesperadamente con convulsiones o coma después de la vigésima semana de gestación o incluso en el mismo momento del parto y que actuó precisamente sobre ella como si la muerte hubiese elegido a su víctima en una broma macabra, ya que dos años antes había traído felizmente a este mundo a otro niño, Alejandro Fournier Villar, que llegaría a ser uno de los ginecólogos asturianos de más prestigio, salvando a lo largo de su carrera las vidas de muchas parturientas.

El famoso médico nunca tuvo interés en actualizar el título de conde de Laviana, ni tampoco su hijo, Alejandro Fournier Gancedo, que actualmente vive en Gijón y a quien le habría correspondido por herencia, pero renunció a sus derechos a favor de su hermano Enrique, un economista que reside en Madrid y que lo rehabilitó el 14 de marzo de 1991, aunque con anterioridad ya se había vinculado con la nobleza al contraer matrimonio con María de las Mercedes de Hoces, hija del duque de Hornachuelos, y desde hace décadas viene apareciendo en las reseñas de ceremonias de alcurnia que publica el ABC, diario monárquico por excelencia y que es algo así como el boletín extraoficial en el que se publican los fastos de la Corte y de sus cortesanos.

En cuanto a la vinculación con el concejo que el conde lleva en su tarjeta de visita por el mundo, Albino Suárez, buen amigo y mejor cronista de su tierra, recogió en su día la gesta de uno de los miembros de esta familia, más prosaico, pero también más popular: Pedro Casimiro de la Viesca Villar, conocido como el «sargento Viesca», que fue sobrino de Alejandro Villar y al que se le concedió a título póstumo el rango de alférez por su heroicidad en los días del famoso desastre del Barranco del Lobo ocurrido en las cercanías de Melilla en 1909.

Según contó Albino, el sargento Viesca murió el 27 de septiembre de aquel año cuando un grupo emboscado atacó al destacamento que el conducía mientras intentaban acercarse a un manantial para llevar agua a sus compañeros. Todos fueron acribillados y el militar nacido en Tiraña fue el último en caer. Dijeron que lo hizo dando vivas a España y que en su cuerpo se contaron 43 balazos y para honrar su memoria su tío dejó escrito antes de su muerte que se construyese una escuela entre Barredos y Tiraña, como así se hizo. Su recuerdo también está presente en una calle de La Pola, que lleva su nombre desde 1931.

Seguramente son muy pocos los vecinos que pueden decir quien fue el sargento Viesca, a pesar de que autores como Albino o Efraín Canella se hayan acordado de él, pero aún así, aún deben ser menos los que conocen que Laviana tiene un conde. Ahora ya saben algo sobre su histori.