Mieres / Langreo, L. M. D.

Uno de los grandes retos del grupo Hunosa para los próximos años es poner en valor algunos de los recursos de los que dispone, pero que en la actualidad no se aprovechan. Uno de los ejemplos más claros es el de la energía geotérmica. La empresa pública quiere aprovechar la energía del agua de sus minas cerradas, estancada en los pozos a profundidades de hasta 800 metros y que se encuentra a temperaturas de entre 20 y 25 grados. El calor de este agua ya va a ser usado para la refrigeración (calefacción y frío) de dos inmuebles del Campus de Mieres, el edifico tecnológico y la residencia de estudiantes. Además, está en obras la instalación de este sistema de refrigeración en el nuevo hospital Álvarez Buylla de Santullano.

El aprovechamiento de la energía geotérmica es algo muy novedoso en España, pero en otros países (Suecia o Suiza) su uso está más extendido. Uno de los requisitos imprescindibles para poder utilizarla es que los edificios sean de nueva construcción o rehabilitados para que sus sistemas de calefacción sean «modernos y eficaces energéticamente», tal y como señala Belén Garzón, de Ingeniería y Nuevos Desarrollos de Hunosa. Estos sistemas, como el suelo radiante o los difusores, utilizan agua a unos 45 grados. Pese a que pueda parecer lo contrario, en ellos no se utilizaría el agua directamente extraída de la mina. Garzón explica que en realidad lo que se hace es «robar calor», unos 5 grados, al agua. Para ello se utiliza un aparato denominado bomba de calor.

En los sistemas de climatización el agua permanece aproximadamente a 40 grados. Mediante la bomba de calor, se «quitan» 5 grados al agua de mina y se los añade a las calefacciones, que a esta temperatura ya estarían listas para funcionar. Si lo que se quiere hacer es enfriar, el proceso es el contrario: se «roba» agua al edificio y se le quita calor que es añadido al agua de mina. Debido a la cantidad de energía que es necesaria en cada proceso, el calor producido mediante este sistema es superior al que debe consumir. De esta forma, tal y como explica Belén Garzón, el rendimiento del agua de mina es de 5, es decir, que por cada unidad de energía consumida se producen cinco. Es por este rendimiento energético por lo que la Agencia Internacional de la Energía considera a este sistema como energía renovable.

Pero, ¿por qué para llevar a cabo estos procesos no se utiliza el agua del río o el del grifo? La ingeniera de Hunosa lo explica con claridad: el agua que se encuentra en la naturaleza sufre grandes variaciones de temperatura según la estación y, además, lo normal es que esté bastante por debajo de los 20 grados. Sería necesaria mucha más energía (no se gasta lo mismo en pasar de 10 a 15 que de 20 a 25) para poder ayudar a calentar el climatizador hasta los 45 grados. Por otra parte, el agua de la red de abastecimiento, tratada, resultaría mucho más cara que la de las minas, que sólo recibe un tratamiento básico de descalcificación para ser usada en los sistemas de climatización.

Entre las ventajas que tiene el uso de la bomba de calor respecto a otros sistemas más tradicionales se encuentran, por un lado, en la menor emisión de partículas contaminantes (CO2, principalmente) a la atmósfera; un menor consumo de energía, y por lo tanto, un ahorro económico en la factura eléctrica; y, además, que el agua no se consume. «Se aprovecha el calor, pero no se gasta agua», apunta Garzón, por lo cual el líquido utilizado puede volver a la mina, al «estanque» de donde salió para, en el futuro, volver a ser usada.

Según la Agencia Internacional de la Energía, si el 80% de los hogares de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), constituida por 34 países, cambiase sus calefacciones a este sistema, se reducirían un 10% el total de emisiones mundiales de CO2: el equivalente a tener 50 millones de nuevas hectáreas de árboles (500.000 kilómetros cuadrados, una superficie equivalente a la de toda España).

El sistema de calefacción parece sencillo. El agua de un pozo cerrado es extraída a distintas profundidades, 100 o 200 metros, según la temperatura que se busque. En términos generales, suele salir a 20 o 25 grados centígrados. Una bomba de calor eleva la temperatura, con un coste bajo de energía hasta los 45 grados, la ideal para el uso en calefacciones. Además, es necesario construir canalizaciones desde la explotación hasta los edificios. En la actualidad, del pozo Barredo de Mieres salen tuberías hacia el centro de investigación del campus y el nuevo hospital comarcal. Este sistema solo es útil en edificios de nueva construcción, aislados y energéticamente preparados.

Anualmente, Hunosa debe bombear de todos sus pozos, tanto de los que están en funcionamiento como de los cerrados, 36,8 hectómetros cúbicos de agua (los pantanos de Tanes y Rioseco tienen conjuntamente una capacidad similar) en total. Esto supone «un enorme coste eléctrico», una energía a la que podría darse otro uso. De esta forma, según los estudios realizados por Hunosa, simplemente aprovechando estos 36,8 hectómetros cúbicos, podría proporcionarse energía geotérmica a 21.900 viviendas, unos 87.600 habitantes en total. La mitad de las Cuencas. Además, hay que tener en cuenta que la capacidad de embalsamiento de agua de los pozos de la empresa pública es muy superior, de 87,12 hectómetros cúbicos. El suelo de las Cuencas es un auténtico queso gruyere, con muchos pozos distantes varios kilómetros unidos por túneles subterráneos. «Hay varios miles de kilómetros de galerías», recuerda Belén Garzón.

El proyecto del Campus de Barredo fue el primero de este tipo que puso en marcha Hunosa, en este caso en colaboración con la Universidad de Oviedo. Tomando el agua de mina del antiguo pozo Barredo, que dista tan sólo unos 250 metros de la zona, se proporciona calefacción a la residencia de estudiantes y calefacción y refrigeración al edificio científico-tecnológico. El agua que se encuentra en el pozo Barredo a unos 250 metros de profundidad está a 24,2 grados. En el pozo se instalaron dos tomas de agua, una a 200 y otra a 100 metros, para recoger el agua a mayor o menor temperatura en función del uso que se quisiera darle en cada momento (calefacción o refrigeración). Según las previsiones de Hunosa, la instalación de la energía geotérmica en el Campus supondrá un ahorro energético del 73%, ya que se pasaría de gastar alrededor de 1,5 millones de kilovatios a 403.000. Este ahorro, teniendo en cuenta que la instalación es más cara que las calefacciones habituales (no pasa lo mismo si también se usa para refrigerar, donde el coste es similar), supondría una reducción del gasto del 15% en la residencia y del 20% en el centro de investigación. En lo referente a emisiones de CO2, se rebajarían en un 39%.

El proyecto para suministrar calefacción y refrigeración al nuevo Hospital Álvarez Buylla es mucho más complejo que el del Campus de Barredo. Por dos motivos: la distancia hasta el edificio es muy superior (2 kilómetros frente a 250 metros) y porque la energía que usa un equipamiento sanitario de este tipo es muy superior a la de cualquier otro edificio: habitaciones, salas de operaciones, laboratorios... De hecho, la potencia instalada es de 3,5 megavatios, mucho más que los 700 kilovatios del centro de investigación, por poner un ejemplo. En el hospital se han instalado tres bombas de calor, además de una caldera auxiliar de funcionamiento estándar, tal y como marca la normativa de seguridad, ya que un hospital «jamás puede quedar sin electricidad». Actualmente, se están instalando las tuberías de 400 milímetros de diámetro y 25 de espesor que transportarán el agua de mina hasta el hospital, únicamente con una pérdida de temperatura de 0,15 grados. Los ahorros previstos en el hospital rondan el 85% en lo referente al consumo eléctrico (4,4 millones de kilovatios al año frente a los 651.000 con geotermia) y el 53,4% en emisiones de CO2. El ahorro económico aún está por definir.