Sabíamos que estaba preparada para este momento disponiéndolo todo para desaparecer sin ruido, discretamente, al estilo machadiano «me encontrareis a bordo ligera de equipaje, casi desnuda, como los hijos de la mar». Así se fue Carmen dejándonos con el dolor de no volver a encontrarnos en multitud de actos y manifestaciones donde se ampliase la libertad y la tolerancia. Buscando siempre mejorar esta sociedad que tanto le debe.

Conocí a Carmen (y también a su hija Luisina) a finales de los setenta cuando las mujeres nos movilizamos para pedir la admisión de los mineros despedidos. La Asamblea de Mujeres que nos comenzamos a reunir en El Entrego y el posterior encierro en el Palacio Arzobispal de Oviedo fueron espacios y la mejor ocasión para saber quien era Carmen, su lucha por la libertad, su capacidad para unirnos a todas sin fanatismos. Sus intervenciones pausadas y cargadas de sentido común transmitían un compromiso serio de esta mujer experimentada en la lucha por la libertad.

Fue desde entonces para mi y para la lucha por la igualdad de las mujeres una gran maestra. Sencilla, discreta, constante. Nunca desfallecía, contar con la presencia de Carmen en jornadas, foros, tertulias... era una garantía de aportación de la experiencia vivida y de esperanza e ilusión por alcanzar el camino que aún nos queda por recorrer. Ella era y seguirá siendo un referente en el que mirarnos para no rendirnos; ella nunca lo hacía.

En estos últimos días que ya presagiaba su fin, no solo se disponía para una despedida, su mayor preocupación era alcanzar tiempo para votar en las próximas elecciones. No podrá depositar su voto en las urnas, pero si nos deja una rica herencia: una vida entregada a favor de la libertad, de la solidaridad (palabra que ella usaba mucho llena de contenido), de la igualdad entre hombres y mujeres. Un legado de compromiso social y político a lo largo de su vida para alcanzar una sociedad mas libre, más justa y más igualitaria.

No llegó en vida un reconocimiento público a esta mujer langreana que tanto amó a su pueblo y tanto lucho por mejorarlo. Esperemos que, aunque tarde, llegue ese merecido recuerdo y Langreo tenga un espacio dedicado a su figura.

Su hija, Luisina, me recordaba una última anécdota cuando le presentó a la chica cuidadora:

-¿ Tu eres fascista?.

-No. ¿Por qué me lo pregunta?.

-Porque en esta casa no quiero fascistas.

Y se quedó tan pancha. Genio y figura.

Sería tiempo después que su cuidadora manifestaba cuantas cosas que no sabía había aprendido con Carmen.

Los próximos días 4 y 5 de noviembre las Asociaciones de Mujeres del Valle del Nalón celebran su VIII Foro al que ella nunca faltaba. Allí la recordaremos y la tendremos muy presente.

Estas líneas apresuradas tras conocer su fallecimiento sirvan para rendirle un último homenaje. Carmen, desde ahora, formará parte de esa galería de mujeres luchadoras que la historia formal se empeña en ignorar, pero en nuestro pensamiento y en la historia real tienen un sitio preferente.

El cuerpo de Carmen Marrón Llaneza, Carmen la Marrona, fue incinerado ayer en la tanatorio de La Florida. Cientos de personas pasaron por la capilla ardiente para dar su último adiós a esta histórica comunista langreana que tuvo un activo papel en la clandestinidad, que sufrió la represión franquista, que fundó y presidió la Asociación de Mujeres El Alba de Lada y que murió el viernes a los 91 años. En la imagen, la capilla ardiente.