Al Sr. Germán García Mera.

Amigo Germán: Me sorprendió la noticia de que LA NUEVA ESPAÑA publicara un artículo sobre mi persona. Pensé que algún periodista, de incógnito, habría pasado por Trinidad, Cuba, y habría expresado algo de lo que pudiéramos haber hablado. Mi sorpresa mayor y extrañeza suma fue cuando me enviaron el artículo por correo electrónico y lo leí. Puedes creerme que mi sensación fue como la del enfermo que le dan una radiografía de otro paciente. En verdad, no me reconocí en la persona tan enaltecida. No, no es cuestión de humildad, sino de verdad. La Iglesia tarda muchos años y, a veces, siglos, para canonizar a alguien. Y eso después de una exausta investigación de toda su vida y conducta. Y, por supuesto, después que Dios lo testimonie con algún milagro bien preciso. A mí me has canonizado antes de tiempo, amigo Germán. Lo que puedo decir de mí mismo es que intento ser coherente con lo que soy y he querido ser siempre: sólo y únicamente sacerdote al servicio de los demás, allí donde Dios me quiera. Desde el deseo a la realidad... te lo aseguro, hay una distancia de años luz. Créeme, que no soy nada mejor ni nada especial que cualquier otro sacerdote, cuya dedicación y entrega no siempre advertimos... porque sus límites o faltas parecen ocultar la verdad de su amor entregado.

Es cierto que parte de mis vacaciones las dediqué a ver mi salud, que resultó ser mucho mejor de lo que parecía o de como me sentía en aquellos momentos. Puedo decir que mis problemas de salud no pasan de ser esas goteras propias de la edad o, como dicen los cubanos, «cosas del alma...naque». Digo esto, porque deseo precisar que mi estancia en Cuba no tiene nada de heroica, como no la tuvo el largo tiempo de mi misión en el Zaire (Congo). Sí puedo decir que allí, como aquí, he sentido y siento la protección de Aquel para quien trabajo (el Señor Jesús) y que en algunas circunstancias su Providencia ha sido manifiesta. Toda misión exige ciertas renuncias. Pero no son mayores que las que hace cualquier otro sacerdote de nuestra tierra.

Dicho todo esto, quiero agradecerte que hayas pensado en nuestro pueblo, Caborana. No necesitarás escarbar mucho para encontrar figuras realmente prestigiosas del pueblo: ingenieros, arquitectos, médicos, incluso políticos. Y gente del pueblo, humilde, callada... en cantidad. También hombres de iglesia. Ayer mismo recibí correo de un gran amigo, Pepín Valdevida, a quien admiro por su labor, ya que, a pesar de sus 80 años y sus problemas de salud, no deja de moverse como un joven de 25, siendo el motor de ese movimiento misionero «Jóvenes sin Frontera» que mantiene vivo después de tantos años. Personas así sí merecen ser conocidas y puestas de ejemplo. Espero que el bueno de Valdevida me perdone esta inclusión.

Un abrazo y amigo siempre.