El turismo como actividad económica está de moda en los últimos años y esa moda hay que aprovecharla y sacarle el lógico rendimiento para que los emprendedores trabajen a gusto y los recursos domésticos se exploten racionalmente. Y en este territorio del Valle del Nalón hay una base real enfocada a la atracción de visitantes que urge darle el cometido adecuado y me refiero a esa adecuación a lograr que el turista, el viajero o el que pasa por esta zona de manera accidental, una vez observado el entorno y los lugares de interés, se quede un tiempo en este enclave para disfrutar de todo el elenco ofrecido por los responsables de fomentar el fenómeno turístico de aquí. Y el turista accidental, lo mejor que hace es correr la voz y llevar ese efecto multiplicador allá donde esté. Una buena forma de sentar ese principio de proyección que tanto necesita este entorno del Valle del Nalón.

Y en estos contornos bañados por el río Nalón, existen varias formas de turismo bien diferenciadas que conforman un excelente abanico de posibilidades para que el viajero exigente y el turista reflexivo se sumerjan en distintas actividades que en definitiva son reflejo fehaciente de una comarca dinámica y que apuesta con rigor por el sector servicios. La zona alta envuelta en acciones medioambientales, ecológicas y deportivas, sin olvidar la ancestral gastronomía y la hospitalidad de sus gentes, y la parte baja de la cuenca rodeada del llamado turismo industrial, esa tendencia turística que supone una contrapartida interesante con respecto al turismo natural y alternativo. Y ahora con esta realidad turística, los directivos encargados de poner en marcha ese dispositivo promocional deberían iniciar sus actos prácticos con un estudio básico de la realidad turística a desarrollar, inventariar los recursos a explotar, analizar a fondo la función económica, llevar a cabo un control de los servicios prestados y de las infraestructuras que lo soportan, determinar la capacidad de carga turística, evaluación del impacto ambiental, diseño y realización de campañas de promoción y de estudios de mercado, implantación de nuevos productos turísticos y especialmente un logotipo atractivo que marque la diferencia con respecto a otros espacios; lo que se llama arca de calidad.

Y el Valle del Nalón con todas esas opciones turísticas tiene que comenzar de verdad a promocionar sus recursos endógenos y trasladarlos a diferentes ferias del ramo -FITUR, un ejemplo- para nacionalizar o internacionalizar esa Ciudad Lineal que vive momentos de incertidumbre en el plan industrial y minero, pero que tiene en el turismo alternativo aspectos de desarrollo exitosos que pueden significar, siempre sobre bases sostenibles, un movimiento importante en el tránsito turístico y viajero, y a la postre esa circunstancia se traduce en economía financiera, práctica y real.

El parador de Brañagallones, los casas rurales, los caminos infinitos de Redes, el Hontanar de la Fuente de la Nalona, el puerto de Tarna, los embalse de Tanes y de Rioseco, la singular culinaria tradicional, el patrimonio artístico, la peculiar artesanía, el Museo de Palacio Valdés, la caza y la pesca, el Museo de la Minería, el Ecomuseo del Valle del Samuño, el Museo de la Siderurgia y el ambiente popular de las localidades que conforman el hábitat de estos contornos, son hechos que definen perfectamente a un espacio que busca con ahínco la planificación y la esperanza en el fenómeno turístico bien entendido. Con unas sencillas reflexiones, gestión positiva y bastante rigor en las actuaciones, la marca turística Valle del Nalón puede alcanzar cotas de verdad, sentimiento, entusiasmo y promoción.