Langreo, L. M. D.

Momentos de alarma. Esto es lo que padecieron ayer por la mañana los trabajadores del pozo María Luisa de Hunosa, donde se produjo un derrumbe en el que, durante unos minutos, se pensó que un minero había quedado completamente sepultado y que incluso podría estar muerto. El accidente, finalmente, se quedó en un susto, porque el único afectado pudo salir por su propio pie de la zona de donde se desprendieron materiales. Tras ser atendido en el botiquín del pozo, se determinó que únicamente tenía algunas contusiones y pequeñas heridas en los brazos.

El suceso se produjo a las nueve y cuarto de la mañana, cuando el minero, que había entrado con el primer relevo, se encontraba trabajando en la planta octava del pozo María Luisa. En ese momento, y por causas que se desconocen, se le vino encima parte del techo de la galería. En un primer momento se pensó que el minero había quedado sepultado, pero nada más lejos de la realidad. El minero sólo quedó atrapado por la parte baja de las piernas, por lo que pudo quitarse de encima los restos del derrumbe por sus propios medios. Él mismo avisó a sus compañeros de que había podido salir y por su propio pie alcanzó las instalaciones médicas del pozo.

Antes de saberse que se encontraba en buenas condiciones, los compañeros del afectado avisaron del accidente, lo que hizo que se presentasen en el pozo efectivos de la brigada de salvamento y del SAMU (Servicio de Atención Médica Urgente). Su intervención, finalmente, no fue necesaria, ya que según los propios compañeros «todo se quedó en un susto».

El último accidente mortal que se produjo en el seno de Hunosa tuvo lugar el pasado verano, en el pozo Candín (Langreo). Un minero de 44 años quedó atrapado entre una máquina y un vagón en la planta octava. Era la primera muerte en Hunosa en tres años.