En junio de 2006, mi afición por el fútbol me llevó a visitar por primera vez Alemania para asistir al partido que la selección española jugó en Hannover contra Francia, en el Mundial de este deporte. No podía entonces imaginar que ese país, del que no conocía prácticamente nada y en el que hablaban ese idioma del que no entendía una palabra, se iba a convertir un día en mi casa.

Ese mismo verano fui al Aeropuerto de Asturias a recoger a un amigo de una compañera de trabajo alemana que venía a visitarla unos días a Gijón. Ahí comenzó, sin yo saberlo, mi historia de amor con Markus y con este país que tan calurosamente me ha acogido. Tras unos años yendo y viniendo tomé la que hasta ahora ha sido la decisión más importante de mi vida: dejé mi trabajo en Sadim, mi familia, mi casa y me vine a vivir con él al sur de Alemania, a orillas del Lago Constanza, a un pequeño pueblo de 19.000 habitantes llamado Tettnang.

La vida es completamente diferente a lo que estaba acostumbrada, empezando porque salir con amigos -algo que hacemos tan frecuentemente en Langreo, tomando unos culetes, cosa que tanto echo de menos- es realmente extraordinario. Las reuniones con familia o amigos se hacen en casa; aquí es más habitual que la gente viva en casas, comparadas con los pisos en los que vivimos en Asturias, me siguen pareciendo enormes.

Aún me resulta curioso cómo se organizan esas reuniones caseras. Por ejemplo, si la invitación es para una barbacoa cada pareja lleva una ensalada o un postre, y también la cantidad de carne que vayan a comer. Se pone todo en común y los anfitriones ponen la bebida. Por supuesto, también me costó adaptarme a la hora de cenar, que suele ser entre las seis y las siete de la tarde, aunque tengo que decir que ahora me resulta agradable eso de sentarse a cenar siendo aún de día. ¿Me estaré volviendo un poco alemana??

Markus tiene una familia muy grande que desde el principio me acogió de maravilla. Sin embargo, las reuniones familiares aún se hacen para mí un poco cuesta arriba por el idioma. Donde el alemán ya es difícil de por sí, aquí tienen su «bable» particular que lo hace todavía más complicado. Aunque yo siempre me imagino a alguien que hable un poco de español intentando entender algo cuando nos juntamos unos cuantos amigos a charlar de nuestras cosas delante de unas botellas de sidra: ¡Imposible!

Lo más difícil de todo es estar lejos de la familia y de los amigos; más ahora que hay una nueva personita en nuestra vida: Luna tiene ya 4 meses y aunque ha nacido en Alemania, ha visitado Langreo y conocido a su familia y amigos langreanos. Y seguirá viajando a menudo para que no se le olvide que es medio española, medio asturiana, medio langreana. De hecho, creo que hasta ahora es la más joven de la asociación. Espero que cunda el ejemplo y que los langreanos que andan por el mundo inscriban también a sus hijos para que no pierdan nunca sus raíces. Yo ya tengo a algunos localizados por esta zona? pero ¿alguien me puede decir un lugar del mundo donde no haya alguien de Langreo?