Son variadas las acepciones que tiene la palabra llave. Desde la más común: instrumento generalmente de metal que sirve para cerrar o abrir una cerradura, hasta la de medio para descubrir lo oculto o cerrado. De esta suerte, y tras el resultado de las elecciones celebradas hace unos días en nuestra región, el partido de Rosa Díaz tiene la posibilidad de, además de abrir o cerrar las puertas a las distintas formaciones políticas, desvelar los misterios que se ocultan detrás de cada una de ellas.

Las matemáticas, que según Descartes son la ciencia del orden y de la medida, pero que también son una gimnasia del espíritu y una preparación para la filosofía, han otorgado al partido de UPYD la posibilidad de convertirse en el árbitro que dirija el encuentro final para hacerse con la Presidencia del gobierno asturiano. Ni los más optimistas líderes de esa formación soñarían con encontrarse en esta situación de privilegio, pero, a veces, las hipótesis más etéreas terminan formando cuerpo, como ha sucedido recientemente.

Por lo que se refiere al sentido figurado de llave, no parece que existan muchos misterios que estén aún ocultos en los partidos políticos de nuestra región y, por ende, de nuestro país. La trastienda de los políticos es bastante conocida -a veces, desgraciadamente-, y, salvo alguna que otra excepción, el apego al poder condiciona en gran parte la actividad de quienes se mueven en las bambalinas de un teatro que, en bastantes ocasiones, representa una mezcla entre lo absurdo y lo esperpéntico. A lo que habría que añadir una situación cada vez más creciente de desahucio, visto que la política depende de los propios políticos tanto como el tiempo depende de los metereólogos.

En cuanto al ejercicio de saber abrir o cerrar convenientemente la puerta de la política asturiana, me parece que no se trata, precisamente, de una tarea nada fácil. Quienes tienen la vocación de bisagra -o al menos eso proclaman-, saben que están articulados por medio de un pasador que tiene la misión de hacer girar las puertas o ventanas que se necesitan. Hasta el momento, no puede decirse, precisamente, que las de nuestra región hayan tenido, ni mucho menos, un deslizamiento fácil, por lo que habrá que tener mucho cuidado de no volver a repetir los errores que nos llevaron a convertirnos en una plancha de acero que no sea abría hacia ninguna parte.

No sé cómo se armará el puzzle político de nuestra comunidad. Lo que parece evidente es que se necesita recuperar una fluidez que nos falta desde hace bastantes meses. Quienes continuamos opinando que la puerta de la derecha y la de la izquierda no tienen la misma cerradura, por mucho que haya quienes se empeñen en colocarlas al mismo nivel, deseamos que el encargado de las llaves acierte con su misión.

Pitágoras lo ha puesto difícil con su equilibrio de dígitos. El relevo que más me gustaría, de entre los posibles, no me llena, precisamente, de alborozo, pero, al menos, ventilará un tanto las apolilladas habitaciones en las que ha transcurrido este tiempo. Hay quienes sostienen que en la vida -y también en la política, naturalmente-, estamos condenados a elegir entre lo menos malo y lo peor. Por lo que a mí respecta, no me resigno a compartir ese pensamiento. Cierto es que casi nunca vivimos como deseamos, sino como podemos. Pero no es menos verdad que hay que conseguir encontrar la llave que invierta la situación. Poder vivir nuestra vida es un objetivo irrenunciable, más allá del teatro al que nos obligan a asistir todos los días.