Está claro que en toda muestra siempre se echa algo en falta. En esta Galería de hombres ilustres de Laviana no podía ser de otra forma. Como se ha podido ver en las entregas anteriores de esta serie la pinacoteca municipal se ha ido configurando de manera aleatoria, sin un plan preconcebido, a lo largo de décadas y aprovechando efemérides concretas de la biografía de los retratados y, en algún caso, aceptando simplemente una propuesta del propio pintor que se dirige al Ayuntamiento para aprovechar la inercia de celebraciones y homenajes anteriores.

Dentro de los que faltan, está claro que la relación que hace José Barrado y de la que se hizo mención en la introducción a esta serie incluye nombres indiscutibles que bien podrían figurar en esta Galería: el obispo Francisco Valdés y Noriega, don Eladio García Jove, don Manuel de Jesús Martínez, don Faustino Martínez, don Luciano López y García-Jove, fray Aurelio y fray Hipólito Martínez y fray Celso García Morán; ocho nombres indiscutibles que bien podrían formar, dichos así, sin orden ni concierto y a vuela pluma, junto al médico Luis Alonso, al farmacéutico Esteban Riera, al sargento Viesca, al industrial José Concheso de Coya, al poeta Emilio Díaz, al científico David Vázquez Martínez, al sacerdote Joaquín Iglesias o a los políticos Julio Castaños o Ramón Rico; una muy dilatada nómina de personajes en los que se acumulan los méritos suficientes y necesarios para figurar en esta pinacoteca por derecho propio. Y aún faltan nombres, lógicamente, en esta lista que no pretende ser exhaustiva sino únicamente indicativa de la gran riqueza intelectual del concejo de Laviana durante los siglos XIX y XX y ello sin contar a ninguno de los vivos, muchos de los cuales podrían engrosar esta nómina con el mismo derecho que los diez que la configuran actualmente.

Entiendo, sin embargo, que el coste que supondría dedicar un cuadro a cada uno de estos personajes está muy por encima de la capacidad presupuestaria del Ayuntamiento de Laviana, y más en los tiempos que corren; pero puede ser una muestra muy importante a no perder de vista y que debería ser tenida en cuenta, por ejemplo, en los colegios, para seguir la evolución de estos dos siglos sabiendo que muchos lavianeses contribuyeron en su día a engrandecer la historia de Asturias y de España, consiguiendo con ello hacer partícipe a Laviana del proyecto general del devenir español.

Pero, aparte estos diez retratos de otros tantos ilustres de Laviana, y siendo como es el salón de sesiones una estancia oficial, está en estos momentos presidido por una foto enmarcada del rey don Juan Carlos I, acompañado de su esposa, la Reina doña Sofía, desde que se restauró la monarquía en 1975. Hasta entonces, y desde abril de 1939, ocuparon el mismo lugar en el salón las efigies de Francisco Franco y de José Antonio Primo de Rivera, como era de obligado cumplimiento en dependencias oficiales.

Durante la II República Española, tenemos noticia de que se colgó una reproducción de un lienzo artístico «de 50 x 80 centímetros, del Excmo. Sr. Presidente de la República, Sr. D. Niceto Alcalá Zamora, imitación tapiz (obra maestra del insigne pintor italio [sic] Borsari) que se destina a los Salones de Sesiones, de todos los Ayuntamientos de España, Ministerios, diputaciones y Escuelas Nacionales», según comunicación de 16 de abril de 1932 al alcalde de Laviana de la firma Hispano Artística, que explica en la misma que el «valor del lienzo artístico es de (Ptas. 125) pero dada la índole patriótica y el fin destinado, a los centros oficiales, estos solo pagarán pesetas veinticinco para sufragar los gastos de aduanas, portes, etc. etc». Con fecha 21 de mayo se acuerda su adquisición y cuatro días más tarde se autoriza su pago.

Desconocemos si del mismo modo presidió este salón el retrato de Manuel Azaña, segundo presidente de la República, o si, dados los tiempos poco propicios de su mandato (1936-1939), no hubo tiempo para celebraciones de esta índole.

Sí lo hubo para colocar un retrato suponemos que muy vistoso del rey Alfonso XIII, aunque de manera efímera, pues el pintor Dionisio Muñoz de la Espada -que realizó también los retratos de fray Norberto del Prado y fray José María Morán- se dirigió a la Comisión Permanente del Ayuntamiento de Laviana el 4 de abril de 1929, «teniendo noticias -dice- que esa Exma. Corporación desea adquirir un retrato al óleo de S.M. el Rey D. Alfonso XIII para colocarlo en el salón de actos de estas Consistoriales», y «se compromete a ejecutarlo dentro del plazo de cuatro meses, de tamaño natural, con su marco correspondiente en el precio de ochocientas pesetas».

Hasta entonces, los archivos no conservan ningún documento ni he podido hallar referencia alguna en otras fuentes que aclaren si desde la inauguración del nuevo edificio en 1905 hasta la fecha indicada hubo en tal salón de sesiones otro cuadro del rey Alfonso XIII, que había asumido el trono el 17 de mayo de 1902, a los 16 años de edad. Cabe suponer que así sería, pues no se comprende que hubiera en el salón otros retratos antes que el suyo y que la intención de la Corporación lavianesa en 1929 sería la de colocar un cuadro de similar empaque al de los hombres ilustres que ya lucían en sus paredes.

Volviendo a nuestros hombres ilustres, hasta aquí hemos venido hablando de diez retratos, cuando en realidad son once, además del mencionado del Rey y la Reina. El número once de esta serie es el de don Silverio Palacio Cárcaba, padre del novelista Palacio Valdés, del que no tenemos noticia ni de la fecha ni de las razones de su colocación en dicho salón. Algunos rumores, que no he podido confirmar, nos han trasladado la idea de que pudo estar en la casa natal del escritor y se decidió colocarlo en el lugar que ocupa confundido con el propio Armando Palacio Valdés, y de hecho durante algún tiempo se le colocó una cartela que así lo indicaba.

Sea como fuere, creo que no es éste el lugar para dicho retrato, y así lo he expresado públicamente en más de una ocasión, señalando como lugar más idóneo el del Centro de Interpretación Palacio Valdés, en Entralgo. Y no porque yo tenga nada en contra de don Silverio, antes al contrario, sino porque este retrato no fue realizado para este fin, como hemos venido relatando hasta aquí de todos y cada uno de los demás, y dejando al margen el que sus relaciones con Laviana difícilmente justificarían su presencia en este conjunto.

En cualquier caso, a lo largo de las páginas anteriores, hemos podido entrar en contacto con la importancia de una pinacoteca en la que, retrato a retrato, se recoge una muy importante muestra de la historia de Laviana, por lo que, como final, me gustaría proponer al Ayuntamiento de Laviana que organice una jornada de puertas abiertas -o, en su defecto, una exposición en el CIDAN- para que el pueblo de Laviana, y especialmente sus escolares, pueda conocer estos cuadros, recibir alguna información sobre los mismo, y entrar en contacto y valorar una importante muestra de su patrimonio.