Muy respetado en Asturias, enraizado en múltiples dichos y leyendas, dicen que tenerlo cerca da buena suerte, matarlo trae la desgracia? Reza el dicho asturiano: «Co los ñeros de reytán ñunca te metas, rapaz, pos ye páxaru galán co los sembrados en paz y ena tierra al trabayar ye gustu oílu cantar».

Es la descripción del petirrojo, pájaro al que aquí llamamos raitán, el del «papu coloráu». Y «la raitana» es la pieza musical preferida, de entre su variadísimo repertorio, de la Agrupación Coral «El Carmen-José León Delestal», grupo de una veintena abundante de voces graves, de hombres langreanos, formado en 1988 y que, once años después, adoptó el nombre artístico del célebre y añorado periodista, letrista y poeta langreano. El «Coro del Carmen», para que nos entendamos, de casi todos conocido y al que he empezado a admirar a lo largo de estos días festivos de Semana Santa: «Yo no se qué tien la tierra, donde nacen los pumares, dando aromes como un huertu de tomillos y rosales./ Yo no se qué tien la tierra, que da mocines tan guapes».

Volví a verlos, una vez más, en uno de los muchos actos conmemorativos del Centenario de La Montera, junto a otros coros langreanos. Hacía más de dos años que no les oía y aprecié una mejoría muy sensible, aunque sus caras y corbatas sigan siendo las mismas, aún con más experiencia, con más oficio. Y con más trabajo, mucho más trabajo, me confiesan algunos de sus componentes. También su directora. Con más horas de ensayo, con la incorporación de nuevos temas, con la ilusión puesta en nuevo disco (el segundo) que está en puertas, y con la próxima colaboración con tres corales graves del Valle del Nalón para la puesta en marcha de un proyecto común.

«Embarcó nel puertu de San Juan de Nieva / marchen los quintos, van pa la guerra./ Triste por dientru y contentu per fuera / marchen los mozos, dejen la aldea». No es precisamente eso lo que han hecho los hombres de la Agrupación. La mayoría residen en otros lugares, pero vuelven a su aldea, El Carmen, siempre que pueden y con cada ensayo en el Centro Social. Y, como no, también tienen su guerra: obtener dividendos que les ayuden en su labor porque no se crean ustedes que es todo cantar a coro. También se unen y trabajan para sacar unas pelillas. Así, esta semana pasada, en la antigua sidrería El Miramar organizaron una macroespicha de seis días de duración. Nada menos. Allí estaban todos, detrás y delante de la barra, en la cocina, a los recados; y sus mujeres ayudándoles, madres, esposas e hijas. Todos en el mismo coro festivo, trabajando hasta las tantas. Y quienes no pudieron ir y ayudar en el trabajo enviaron tortillas, chorizos, empanadas, tartas? Todo un ejemplo de solidaridad en pos de una idea común: El Coro del Carmen. Pero, no por ello, interrumpieron su vocación, canora como la de la raitana, sino que cada poco se juntaron para entonar una canción. Y los de afuera, los clientes, como uno más siguieron los tonos y todos, en franca camaradería, hicieron que cada hora fuera una fiesta popular. Nuestra fiesta por excelencia.

Esa tradición tan asturiana, tan langreana, de cantar en los bares estuvo a punto de perderse. En tiempos muy recientes se suponía que quien lo hacía venía ya con dos copas de más, y nada más equivocado que esa suposición. Hoy día esa costumbre vuelve a recuperarse poco a poco gracias a gentes como éstas, gracias a coros como el José León Delestal que, junto a otros, mantienen viva la tradición coral, una importante parte de nuestra cultura popular. Una cultura que no es solo patrimonio de nosotros, la gente ya un poco mayorcita, sino que también lo es de los jóvenes. Y un legado impagable para ellos. El vivo ejemplo lo tienen en dos miembros del Coro, de poco más de veinte y treinta años respectivamente y, como no, en su joven y guapa directora. Ánimo, amigos. Seguid deleitándonos con los ecos de «El Carmen». Y que no decaiga.

«Aunque per la guerra quedará llorando, cuando venga el mozu baxará cantando?» (La raitana, de Pin de Pría).