Desde que comencé en el antiguo preescolar ya apuntaba maneras para la ausencia total de habilidades en el campo de los trabajos que denominábamos generalmente manualidades. Ello se prolongó durante toda la EGB incrementándose año a año. Si tenía que recortar una circunferencia de cinco centímetros de radio, mi incompetencia para seguir la línea y lograr la figura perfecta me llevaba a intentar mejorarla una y otra vez hasta que me quedaba un huevo de apenas tres centímetros en su totalidad. Creo que convertí todos los triángulos equiláteros posibles en escalenos, minimizándolos siempre en mi afán por arreglar los desaguisados que montaba con la tijera. Parece que a Rajoy tampoco fue nunca muy bueno en manualidades. Le pasa lo mismo que a mí, que se pone a recortar a troche y moche, descuadra cada vez más y le entra un desenfreno sin fin que no acaba de completarse. Eso sí, él tiene más peligro, porque está derrumbando los pilares básicos de una sociedad justa y avanzada. Que la sanidad pierde dinero ya lo sabemos, así como la educación. Pero en el PP no se enteran de que sanidad y educación no son negocios, son necesidades básicas que han de cubrirse impepinablemente, y si se quieren minimizar pérdidas se puede intentar optimizar la gestión pero nunca eliminando servicios o estrujando los débiles bolsillos de quienes más sufren las consecuencias de esta crisis de valores creada por y para estómagos ricos. Pueden rascar de otros sitios para cubrir los déficits en estas áreas de primera necesidad. Se sigue financiando la tortura salvaje de la tauromaquia, se sigue inyectando dineros a las instituciones de una religión en concreto, se siguen pagando colegios privados y cotos de caza para los Borbones, por nombrar algunos de los casos más sangrantes. Se sigue privilegiando a las clases privilegiadas. Porque si aún queda alguien que no se haya enterado, le saco de dudas. Lo de que las clases sociales murieron en el siglo XX es una paparruchada. Siguen vivas, aunque se haya logrado matar en las personas la conciencia de clase. Ello no quita que la clase trabajadora siga siendo la que se mancha las manos de barro y paga patos ajenos. Yo no voté a un gobierno de derechas, que impone medidas de derechas con mayoría absoluta e insulta con ese deje socarrón e insolente que tiene la derecha pagada de sí misma, hablando de cuatro cafés como quien desmerece las migajas que le sobran. Yo no voté a este gobierno, y me está costando sufrirlo, de veras. Más cuando se escudan en las meteduras de pata de Zapatero. ¿Qué pasa, no cabe una forma distinta de gobernar que la neoliberal abanderada por PP y PSOE? ¿No podemos realmente crear un sistema más justo y equitativo? Siempre se me dieron mal las manualidades, lo mío era leer, fantasear, escribir. Quizá por eso no me cueste tanto imaginar que muchas personas votaron al PP por inercia, pero tendrán valor para enfrentarse a la injusticia, y quizá, de tanto leer cuentos, se me haya quedado grabada en la mente la certeza de que todo se puede cambiar para bien, de que si hay lucha, hay esperanza.