La música del grupo de César Blanco te arrastra sin darte cuenta por el territorio de Bembèrèkè en ese rincón de Benín, un paupérrimo y bello estado del África occidental que se llamó en la geografía de nuestra época de bachillerato Dahomey. Y en esa comunidad de Bembèrèkè llevan años misioneros y gentes de Laviana trabajando con amor y querencia por dignificar y ayudar a una colectividad que malvive por la falta de alimentos y las enfermedades. Y esa labor altruista y solidaria está estos días reflejada en un estimulante y notable disco compacto compuesto por once piezas perfectamente hilvanadas y que como señalo al principio de este comentario te sitúa en plena sabana y en ocasiones te deja en las polvorientas callejas y caminos que conducen a esa población llamada Bembèrèkè donde sus habitantes, especialmente los niños y los mayores, tienen en los amigos de Laviana un socorrido apoyo que los mantiene temporalmente animados y felices.

César Blanco y su grupo formado por Manolo Peñayos, guitarra, Carlos Blanco, Saxo, Raquel González, Gaita, Liliam Fernández, Voz, y piano y panderetas, Leticia Orviz. Rebeca Iglesias se encargó de la realización de vídeo, el diseño y maquetación corrió a cargo de Ediciones CMAN y la grabación se efectuó en los modernos estudios Vibraciones Récords de Pola de Laviana. Un empeño de altura con la vitola de la solidaridad y el noble acto por enseña. Buen disco que se deja escuchar, te eleva por momentos, te emociona y lo importante, te hace pensar en un lugar lejano, limitado por todo, carente de lo mínimo para subsistir y agradecido, en ocasiones, por el terrible sol que lo define y afecta, junto con las lluvias de dos estaciones, mayo-julio y septiembre-octubre.

Bembèrèkè sigue ahí sujeto al mapa africano en el norte de ese país, Benín, rodeado por Burkina Faso, Níger, Nigeria, Golfo de Guinea al Sur y Togo. Y es de cumplida obligación observar y aplaudir ese esfuerzo animoso de un grupo de lavianeses que aprovechando su tiempo libre, en comunión con los misioneros de aquí, se refugian en ese destino de grandeza y esperanza. Mientras escucho las bellas canciones de este disco compacto tan bien programado por César Blanco, reflexiono tranquilamente y me pregunto: ¿Porqué tanta injusticia en el mundo? Qué hace la FAO y tantos organismos llamados a salvaguardar la alimentación y vencer las hambrunas ? La música de Bembèrèrè anuncia que pronto llegará la feliz realidad de una vida mejor para aquellas gentes africanas. Ese es el directo mensaje entre gaitas, golpes de timbales, teclados, toques étnicos, sutil guitarra, errantes panderetas, saxo sabatino y una voz salida de la tierra de barro que define las líneas imaginarias del poblado de Bembèrèkè. Una colectividad que sólo pide ser feliz y vivir en serena paz.

Para mí este disco compacto merece, sin duda alguna, uno de los premios nacionales de la música que este año no se llevarán a efecto por problemas internos en la Sociedad General de Autores de España. Y su dedicatoria todo un acierto: A Samuel Arturo Carrio, Joaquín Pajares y José Adolfo Flórez, tres entusiastas locales y hacedores de causas culturales y folklóricas que ya no están con nosotros. Enhorabuena, César y los tuyos.