En los últimos meses, se están sucediendo una serie de decisiones hacia el mundo educativo, ejecutadas por la inexorable tijera del PP, que además de causar no tanto sorpresa como sí indignación, muestran un asco exacerbado hacia la escuela pública por parte del Gobierno y de su partido. La educación pública está recibiendo duros ataques por quienes tienen el poder para demolerla y que están demoliéndola con total impunidad y el más petulante de los cinismos. El tema será tratado, el viernes, en un acto del Club LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas.

El profesorado, consciente de las consecuencias que pueden tener esas medidas, manifiesta sus razones con la intención de que los hacedores del desaguisado reconduzcan la situación. Una situación cuya deriva, a la luz de lo hasta ahora expuesto por el ministro del ramo, no presagia nada bueno. El inefable Wert y sus adláteres lejos de oír a la parte reivindicativa (profesorado, madres y padres, alumnado); lejos de recoger sus demandas, al menos para estudiarlas, optan por la descalificación, el menosprecio y la chulería. Continúan en el empeño de expoliar a la escuela pública favoreciendo, así, los intereses de sectores privados y eclesiásticos. Es decir, de los que reniegan de lo público salvo cuando se trata de repartírselo.

Digámoslo en román paladino, a la derecha gobernante la escuela pública le provoca asco, lo lleva en su RH; pero no nos equivoquemos, no es el asco primitivo que todos tenemos ligado al olfato, al gusto, a la vista, es decir me gusta, no me gusta. No, es el asco ideológico, una manera de ser, una herramienta que les permite diferenciarse y menospreciar al resto. Tienen como lema aquello de que a los pobres no se les puede dar dinero porque se lo gastan en cualquier cosa y la educación pública entra en el esquema. Para reducirla a la mínima expresión, ya que enterrarla no les conviene, emplean la coartada de la optimización de recursos, la de recortar en lo que no es necesario. Claro, que lo que es o no necesario lo deciden unilateralmente ellos.

La escuela pública les provoca asco al igual que la igualdad, la justicia, la solidaridad, la libertad, valores que se enseñan en la misma. Es algo que les confunde y desorienta. No es nuevo, son así. La educación para la ciudadanía les resulta sospechosa. Los valores de democracia, diálogo, de la razón ante irracionalidad etcétera, les produce sarpullidos con subida de fiebre autoritaria.

Por eso, han iniciado una labor de limpieza, aseo y prevención contra el contagio que para ellos supone la Escuela Pública no dudando en legislar cuanto vaya en favor de los intereses de los suyos: conceder subvenciones con la disculpa de la llamada igualdad de oportunidades, no tocar el dinero de los colegios privados religiosos, pero sí quitar de una partida tres mil millones de euros a la enseñanza pública que no sería necesario hacer si no se diesen setecientos millones para el personal que imparte religión católica o tres mil novecientos millones para la financiación de los centros privados de ideario católico.

El ministro de educación, haciendo alarde de un cinismo insultante, afirma que los recortes no afectarán a la calidad de la educación, cuando cualquier persona mínimamente enterada sabe que la calidad en la enseñanza pública depende del esfuerzo inversor, de la ratio de alumnos/aula y del reconocimiento social y salarial del profesorado. Aquí se va a hacer, se está haciendo, exactamente lo contrario. El atraco a la educación pública es un golpe no sólo a la calidad, también a la atención a la diversidad que exige una escuela inclusiva de todos y para todos, además de una seria hipoteca para el futuro de muchas generaciones.

Espero que el asco que les produce a algunos la educación pública no se instale en el interior de la misma, sino que sirva de revulsivo para que la falta de respeto, la prepotencia y la chulería que ahora exhibe desde el poder la derecha se vuelva en contra de la misma.