Jo, lo que hace la epinefrina! Vamos, que debe de ser lo mismo. Como específico genérico, incrementa la frecuencia cardiaca, contrae los vasos sanguíneos, dilata los conductos de aire y, sigue diciendo el concepto detallado en la Wikipedia, «participa en la respuesta lucha o huida del sistema nervioso simpático». Y pienso yo, ¿simpático o célebre que podría ser lo mismo? No nos pasemos y seamos serios, aunque la historia deriva por una anécdota contada recientemente por un amigo. Verán por qué.

Cuatro veces al año y coincidiendo con las estaciones del mismo, cinco antiguos compañeros nos reunimos y vamos a comer siempre al mismo sitio, pienso yo sin esforzarme, por pereza mental de buscar otro lugar y, por otra parte, eso de tener un buffet donde uno come lo que le da la gana en todos los aspectos, en nuestra mayoría de edad también ayuda. La cosa es que, una vez la tripa llena, justo a la puerta del hotel donde nos reunimos, había mal aparcadas dos fabulosas motocicletas de la misma marca, una en color negro y la otra granate. A mí, no es por nada, pero me priva ese medio de locomoción, probablemente porque nunca pude usarla y, por ende, tampoco adquirirla, claro. Así que me arrimé a ellas y me quedé un buen rato observando?, ¡qué se yo lo que miraba!, pero me embelesaba. Entonces, uno de los amigos me preguntó: «¿Tuviste moto en algún momento?». Lógica respuesta negativa por mi parte y, a continuación, la contrapartida: «¿Y tú?». Él sí afirmó. Con lo cual quedé asombrado y, un tanto incrédulo, volví a preguntarle: «¿Cuándo? Nunca me habías comentado?». Entonces nos dijo cómo y cuándo, la marca, el modelo, su experiencia y hasta cómo sacó el carné. Según nos lo contaba, la boca se me hacía agua y, a punto de caerme la baba, solo fui capaz a articular: «Siempre tuve unas ganas locas de tener un "bicho" de esos». Fue entonces cuando mi amigo, nuestro contertulio, por algún motivo citó la palabra adrenalina y yo, concretamente, me quedé a cuadros. Y va él y nos lo cuenta.

Cuando mi amigo ya hacía unos cuantos, bastantes, que se había deshecho de tal máquina, el que entonces la compró fue un cuñado suyo. Haciendo la compra en Madrid su hermano político, pero viviendo en otra provincia, no se atrevía a meterse en carretera, pero sí mi amigo no obstante el tiempo que llevaba sin coger tal potente cacharro. Así que, mi amigo agarró la moto y, sin más, se puso en marcha carretera adelante; detrás venía su familiar con el coche del primero, lógicamente, con el fin de que tuviese un medio para retornar a la capital de España. Y aquí viene lo mejor. Nos cuenta el amigo que, a medida que se iba haciendo con la moto, se sentía más seguro y, con aquella satisfacción y, repito, seguridad, la propia bicicleta con motor cogía «ella sola» cada vez más velocidad. Nos contaba exactamente: «Es que cada vez iba más a gusto y, con la subida de adrenalina, me sentí el rey de la carretera. Es más, cuando me di cuenta, iba haciendo gestos con mi mano derecha a los coches que me precedían para que se apartasen. Así que, cuando fui consciente de que mi cuñado no podía seguirme con el coche?». Y es que esto de la adrenalina?, y si es moto debe de ser algo más que «la caraba en bicicleta».