Pozo Santiago / Pozo Candín,

A. V. / M. Á. G.

Tras diez días encerrado luchando por el futuro de la minería y protestando contra los recortes del Gobierno central, el pasado jueves, el minero Jaime Berrouet se veía obligado a abandonar a sus cuatro compañeros (entre ellos su hermano) de encierro en el pozo Santiago por cuestiones de salud. Ayer, algo más calmado y mejor de salud, Jaime Berrouet acudió ayer a la concentración organizada por los sindicatos en la explotación allerana para apoyar a los compañeros que aún siguen en el interior del pozo. El joven trabajador, que vivió momentos «muy duros» en el interior de la mina junto a sus compañeros, vive ahora desde fuera un conflicto en el que, «pese a que la esperanza es lo último que se pierde, la cosa está complicada porque hasta donde me han informado no hay reuniones previstas para que se solucione».

Jaime Berrouet relataba ayer su experiencia en el interior de la explotación allerana. «Son condiciones duras, con un noventa por ciento de humedad y más de 25 grados de temperatura, con lo cual hace mucho calor», explicaba el joven a la entrada del pozo, que todavía padece punzantes dolores de cabeza por la claridad tras haber pasado semana y media en las galerías del pozo Santiago. En cualquier caso, relata, los mineros tratan de hacer una vida lo más «normal» posible: «Intentábamos comer a las horas normales y dormir las horas necesarias». «Hay que alimentarse con mucha fruta y beber mucho para soportar el calor y no deshidratarse», asegura el joven minero.

Parco en palabras, aún nervioso y, sobre todo, abrumado por el cariño de la gente que ayer le iba agradeciendo su valor al encerrarse por la minería, Jaime Berrouet afirmaba que desde el pozo «sentíamos el apoyo de todos los que están fuera, constantemente sonaba el teléfono por el que los compañeros nos trasmitían su respaldo y nos iban informando de cómo estaban las cosas» en la superficie. Entre tanto, horas y horas de convivencia, y mucho tiempo con poco que hacer. «Para entretenernos jugábamos al tute o al parchís o paseábamos por las galerías, cualquier cosa es válida para que el tiempo pasase un poco más rápido y para divertirnos», indicó Berrouet.

Además, ahora desde fuera las cosas se ven diferentes y entiende el sentir de su familia cuando él estaba encerrado, ya que su hermano Héctor aún sigue en el interior del pozo. «Sí que es cierto que la perspectiva cambia y entiendo la preocupación de mi familia y amigos por como estaba, porque ahora esa preocupación la tengo yo por mi hermano», aseguró Jaime, que en todo caso indicó que «todos son fuertes y tienen ganas de luchar por el futuro del sector».

En el pozo Candín, los familiares de los cuatro mineros que siguen encerrados acudieron ayer a respaldar la concentración de apoyo a los trabajadores. Elisabeth Robles Torres es la esposa de uno de ellos, Darío Martínez Fernández, que lleva doce días a 600 metros de profundidad. «Tenemos un hijo de ocho meses y cada vez que puedo comunicarme con él me pregunta si ha crecido o ha cambiado mucho. Esta claro que esto es duro, pero yo le doy muchos ánimos porque sé que su lucha y la de sus compañeros es muy importante; estamos muy orgullosos de ellos», explica esta vecina de Langreo, que añade: «Ellos lo tienen muy claro y nos dicen que van a seguir hasta el final, hasta que haya una solución».

Robles también agradeció el «apoyo» de familiares, amigos y vecinos y de la «gente que te conoce y te para por la calle para darte ánimos». «Las familias de los encerrados estamos muy unidos», concluyó.