Primero se creía que la reforma laboral iba a ser la panacea para casi todos nuestros males. De momento, esa reforma no hizo más que facilitar el despido y aumentar el desempleo. Incluso para algunos analistas podría rozar la inconstitucionalidad. Asimismo, los ajustes y los recortes para reducir el déficit a corto plazo se convirtieron en una verdadera obsesión contable para muchos políticos, a pesar de lo cual el paro y el descontento social siguen creciendo. De cualquier modo se empieza imponer el criterio de que los ajustes deben de ir acompañados de otras medidas necesarias para estimular el crecimiento económico y evitar sacrificios innecesarios para amplias capas de la población, especialmente para las más desfavorecidas. Además de suponer un verdadero círculo vicioso para salir del marasmo económico en que estamos sumidos.

Por fin, el pasado sábado le llegó el turno al sector financiero. Se produjo el anunciado «rescate dulce» acaso para suavizar simbólicamente el amargor de una situación económica insostenible. Un rescate (ayuda o préstamo según las versiones más oficiales) que puede llegar hasta los 100.000 millones de euros destinados a recapitalizar las entidades bancarias más vulnerables. A propósito, hace algo más de dos años que la agencia de calificación Moody's situaba a la banca española como la tercera en importancia de la zona euro, sólo superada por Finlandia y Francia. Por aquellas fechas, el ex presidente Rodríguez Zapatero llegó incluso a afirmar que el sistema financiero español era el más sólido del mundo. Una prueba de que buena parte de los políticos españoles se han contagiado de lo que los franceses llaman memoria corta. Una memoria casi siempre interesadamente selectiva. Sobre los insondables vericuetos de la política y las finanzas puede resultar muy gratificante la lectura del «Banquero anarquista y otros cuentos de raciocinio» de Fernando Pessoa.

Para el presidente del Gobierno de España, que explicó un día después el alcance de una operación de tanta trascendencia, la situación financiera será menos onerosa y más fluida a partir de ahora. Esperemos que, además de sanear los bancos en apuros, sirva para mejorar la economía real de millones de españoles. Que los sacrificios y la paciencia dejen de ser las vías infalibles «para asegurar nuestro futuro». Tal circunstancia nos vuelve a recordar la escena de la película «¡Viva Zapata!», de Elia Kazan, en la que el presidente de Méjico, Porfirio Díaz, aconsejaba paciencia a unos campesinos a los que habían arrebatado sus tierras. De aquel grupo abigarrado y suplicante surge entonces la voz parsimoniosa y firme de Emiliano Zapata (Marlon Brando), luego famoso revolucionario: «Con su permiso, señor presidente, hacemos el pan con trigo, no con paciencia; la tierra y los estómagos no pueden esperar». Traducido a la situación presente en España: más allá de las cifras destinadas al rescate bancario que sobrecogen por sus dimensiones estratosféricas, hay millones de seres humanos que merecen también ser rescatados con urgencia.