Mieres del Camino,

Andrés VELASCO

«Salvo un par de excepciones, no hay una estación en España que sea rentable». Son palabras del presidente de la Federación de Deportes de Invierno del Principado de Asturias, que pese a estar directamente relacionado con el mundo de la nieve, no oculta la evidencia de que los complejos invernales suponen un agujero negro en la economía de las regiones. El mejor ejemplo de la situación económica de las estaciones de esquí es la de la aragonesa Candanchú, unas instalaciones invernales que incluso a la gente que no práctica deportes de invierno les suena por su magnitud. Pues bien, la estación ha entrado en concurso de acreedores y tienen el futuro pendiente de un hilo. En el deporte blanco, el negocio es negro.

La estación de Candanchú, ubicada en el Pirineo aragonés, es uno de los complejos invernales más emblemáticos del país. Construida en 1928, la estación cuenta en la actualidad con casi 40 kilómetros de superficie esquiable, 44 pistas, y 27 remontes. Tiene además más de 130 cañones de nieve artificial. Por las instalaciones aragonesas pasan cada invierno decenas de miles de personas, algo que no ha hecho que la estación se salve de la crisis.

El complejo está gestionado por la empresa Explotaciones Turísticas de Candanchú S. A. (Etuksa), que el pasado viernes presentaba el concurso de acreedores voluntario ante la situación económica en la que ha entrado debido a las pérdidas que genera la estación, que han generado una deuda de la empresa de más de 6 millones de euros. Según los trabajadores del complejo y las administraciones de las localidades del radio de acción de Candanchú, el cierre o la no apertura esta temporada del complejo provocaría una pérdida de en torno al millar de puestos de trabajo.

Ante esta situación, los trabajadores de la estación han creado una plataforma en la que piden al Gobierno de Aragón que realice, todo lo necesario tendentes a que la apertura de la estación de Candanchú pueda producirse de forma inminente. Los empleados del complejo, además, llevan seis meses sin cobrar.

El resto de estaciones del país, sin llegar al nivel de Candanchú, ya que está gestionada por una empresa privada, son un agujero negro. El caso de Asturias es evidente. Las estaciones de Valgrande-Pajares, en Lena, y Fuentes de Invierno, en Aller, se llevan el 30 por ciento del presupuesto de la Dirección General de Deportes del Principado. Concretamente, el Gobierno destina 5 millones de euros a poner en marcha los complejos invernales. Y lo que ingresa, en una muy buena temporada, apenas llega a los 2 millones de euros. La cuenta es sencilla. Cada año, los dos complejos arrojan unas pérdidas de tres millones de euros. Cierto es, por otra parte, que la presencia de estas dos estaciones en la comarca del Caudal ha dinamizado los territorios a través de negocios de hotelería y hostelería, que reciben cada invierno a muchos turistas de fuera de la región que vienen a deslizarse por las pistas de los complejos asturianos y de San Isidro (León).

A día de hoy, en España, apenas hay una estación rentable, Baqueira Beret, en el Pirineo catalán, y otra que está cercana a la rentabilidad, como es Sierra Nevada, en Andalucía. El presidente de la Federación de Deportes de Invierno, Alfonso González de Lena, explica que esos dos complejos tienen «sistemas de gestión diferentes al resto». Precisamente ahí radica la posibilidad de negocio: «Son empresas que llevan la estación y el resto del negocio: alquileres, escuelas de esquí, restauración alojamientos, se llevan todo el pastel», explica, al tiempo que reconoce que aquí, en Asturias, «eso sería impensable, la administración pública no puede hacerse cargo de todo».

Para este experto esquiador, que lleva tres años al frente de la Federación «hacer una estación de esquí rentable en el norte es imposible». «Lo que hay que buscar es minimizar los daños. No deja de ser un servicio público, y quizás ahora la solución pueda pasar por gestionarlas de forma privada o sacar a concurso alguna parte más de las estaciones de esquí».

De momento, la nieve, que ha hecho ya acto de presencia en las montañas asturianas, seguirá siendo un negro negocio para las administraciones.