Es indignante e injusto. Los sueldos de nuestros presidentes son obscenos. Que Javier Fernández gane 3.200 euros y Mariano Rajoy 6.000 me parece un escándalo. Y no lo digo por elevados, al contrario. No es broma. Va en serio. Cualquier gerente o presidente de una sociedad, fundación o empresa pública les duplica o triplica la nómina. Ya no hablo del sector privado, el propietario paga lo que considere oportuno. Es su dinero. Los presidentes, ministros o consejeros son quienes toman las decisiones que afectan de forma directa a los ciudadanos. Si perciben bajos emolumentos se corre el riesgo de recurrir a complementarlos con añadidos, esos conceptos dados a las sombras y las esquinas. Sus retribuciones deben ajustarse a sus responsabilidades, sin demagogias ligadas al concepto de «político». Más discutibles son los salarios de los diputados, que ejercen labores endogámicas y retóricas, de efectividad limitada, y que suelen completarse con dietas y kilometrajes tan discrecionales como arbitrarios.