Montañero y creador del espacio de televisión «Desafío extremo»

Kike Calleja es el cincuenta por ciento del programa de televisión «Desafío extremo», emitido con gran éxito en Cuatro. Es montañero, pescador, amante de la naturaleza y hermano del popular Jesús Calleja, la cara más conocida del espacio. Entre los dos se inventaron un nuevo y revolucionario formato, que consiste en mostrar la alta montaña y grandes desafíos por tierra, mar y aire, sin perder la sonrisa ni la naturalidad. Calleja acudió al colegio Santiago Apóstol de Mieres para mantener un encuentro con los alumnos y avisó de que «aún tenemos muchos desafíos en mente». Les queda cuerda para rato.

-¿Los hermanos Calleja viven de un sueño?

-Totalmente. Somos muy afortunados porque hay gente que hace muchísimo esfuerzo para pagarse los viajes. Nuestro sueño terminó siendo nuestro trabajo.

-¿Cómo lleva ser la cara menos conocida?

-Estupendamente, no hay ningún problema. Alguien tiene que ser y le tocó a Jesús, porque fue él el que me dijo un día «me voy a Madrid a vender esto». Pero yo siempre estoy con él, somos un equipo.

-¿Cuál es el secreto del éxito de «Desafío extremo»?

-El secreto está en la naturalidad, en el humor y en la manera de explicar las cosas. Hemos hecho proyectos muy importantes, escaladas muy importantes, un «Dakar»... Pero no somos únicos, hay muchísima gente que hace esas cosas y mejor que nosotros. A nosotros nos tocó explicarlo en televisión.

-¿Pasó alguna vez miedo durante los desafíos?

-La verdad es que mi peor momento fue durante el descenso del McKinley. No quedó grabado en cámara, pero sí en la mente. Bajábamos despacio por un paso muy estrechito. Mi hermano se cayó y quedó colgado de mi cuerda. Fue un momento muy tenso.

-A pesar de los sustos, siempre están trabajando, ¿Para cuándo el próximo programa?

-El nuevo desafío se va a emitir ya el próximo mes. Es una nueva temporada que hacemos con aspirantes.

-¿Es muy difícil enfrentarse a un reto con personas que no conocen la montaña?

-El año pasado, en el Everest, fue muy complicado. En los programas de «Desafío extremo» vamos mi hermano, el cámara y yo. No va nadie más. Hacemos nosotros la producción y el guión. Pero en estos desafíos con aspirantes vamos hasta cuarenta personas de «staff» nuestras, y unos 80 porteadores. Tienes que estar muy al tanto. La altura les afecta de una manera muy dura, y el año pasado fue bastante arriesgado. La verdad, estaba controlado, pero resultó difícil al llevar un equipo tan completo.

-¿Mantienen el contacto con sus aspirantes después de los programas?

-Sí, en general seguimos sabiendo de ellos.

-¿Cómo es la vuelta a casa después de un «Desafío extremo»?

-Lo primero que hago cuando llego a casa es ver a mi familia, y después ver a los amigos, es lo que más me gusta. Y aunque la productora está en Madrid, cuando volvemos a casa, nosotros vamos a León.

-¿Qué le parecen las montañas de Asturias?

-Buenísimas. Asturianos y leoneses compartimos montaña y ríos. Somos hermanos y amigos. El año pasado mostramos en el programa el Naranjo de Bulnes. Vamos a los Picos de Europa asturianos, a los leoneses, mostramos todo lo que hay en el mundo porque para nosotros no hay fronteras.

-¿Tiene fecha de caducidad su vida de aventurero?

-Por contratos sí tiene fecha de caducidad, pero esperamos poder seguir durante mucho tiempo. Por espíritu, creo que hay que mirar a un montón de montañeros buenísimos, como ocurre con Carlos Soria. Son personas con setenta años y que están haciendo ochomiles. Si tienes motivación, sigues hasta que el cuerpo aguante.

-¿Cómo se preparan para los desafíos?

-No cuidamos la comida, porque comemos de todo, pero sí miramos mucho el entrenamiento. Sin él, no podríamos llevar a cabo estos proyectos. Nuestro entrenamiento consiste en ir al monte, caminar, escalar. Lo que sea, con tal de hacer algún deporte.

-¿Le queda algo por hacer?

-Mucho, pero principalmente quiero tocar una cumbre de un «ochomil». Todavía no lo he logrado. No me preocupa, pero me gustaría.