La larga crisis que nos azota comienza a generar un pesimismo y un desanimo agudo y generalizado. Salvando las distancias del tiempo y del espacio, podemos percibir lo que los egipcios sufrieron con las diez plagas bíblicas. Cierto es que no hemos padecido las invasiones de ranas, mosquitos, tábanos o langostas, ni las pestilencias, úlceras y sarpullidos incurables, ni nos hemos visto sumidos en la oscuridad (al menos de momento), ni han muerto nuestros primogénitos y, aunque el invierno ha sido lluvioso y largo, tampoco ha caído sobre nosotros el granizo de fuego y hielo. Pero esta interminable crisis está empobreciendo a las clases medias hasta niveles de hace treinta años y precipita a las menos favorecidas a la indigencia. Ni el sol aparece para animar con su calor la alicaída moral, agudizando aún más la caída del consumo en el comercio y la hostelería. Y, encima, eclosiona con virulencia la grave situación de Starglass en Mieres, que planea el despido de la mitad de la plantilla. No serán las plagas bíblicas, pero se parece.