El pozo Nicolasa de Mieres sufrió del accidente más trágico de la historia reciente de la minería, una explosión de grisú que costó la vida de catorce trabajadores hace ahora 18 años. El suceso tuvo lugar el 31 de agosto de 1995, a unos 400 metros de profundidad, entre las plantas cuarta y quinta del pozo y, al igual que el incendio del jueves, en la octava capa de carbón, aunque esta es la única coincidencia entre los dos sucesos. De hecho, el accidente de 1995 supuso un antes y un después dentro de la seguridad de los pozos. Así, la explotación mierense cuenta con un avanzado sistema que mantiene localizados en todo momento a los trabajadores dentro de la explotación, entre otras mejoras que hacen impensable que en la actualidad se pueda producir un accidente de igual calado.

Por aquel entonces, todo era confusión. El suceso se produjo a las tres y cuarto de la mañana, y las labores de rescate fueron duras y largas. De hecho, hasta el mediodía, y después de ocho horas y media de trabajo, no se sacó a la última víctima mortal, contabilizando catorce cuerpos. Entre ellos, estaban diez mineros asturianos y cuatro checos de la empresa Satra, subcontratada por la compañía estatal. A pesar del tiempo pasado, el recuerdo de las víctimas sigue vivo en sus familias, sus viudas y sus hijos, que no se olvidan ni un día de lo ocurrido en Nicolasa.