Como un "estremecimiento singular" ha definido las transformaciones socioeconómicas que se estaban extendiendo por este valle del Nalón en los inicios de la industrialización. Un escenario en el que empezaban a coexistir dos modos de producción con fronteras ya definidas: "Un mundo silencioso y patriarcal, que había durado miles de años y un mundo nuevo, ruidoso, industrial y traficante".

De esos profundos cambios escribió extensamente Armando Palacio Valdés (1853-1938), del que se conmemora estos días el 160 aniversario de su nacimiento y que ha sido dos veces propuesto para al Premio Nobel de Literatura a finales de los años veinte del siglo pasado: no le fue concedido el galardón "por razones supuestamente políticas".

En "La aldea perdida", el novelista nacido en Laviana describe la pujanza de aquel Langreo finisecular con un tremendo realismo: "Muchas fábricas, mucho carbón y muchas chimeneas…Las altas chimeneas, como negros fantasmas, ni aún en aquella hora de la noche dejan de vomitar vapores infernales".

Asimismo, Palacio Valdés acudió algunos veranos al renombrado balneario de Lada, lugar de reunión durante varios años de influyentes personalidades de la región, tales como Luis Adaro, Policarpo y Antonio Herrero, el Conde Sizzo, Nicanor Piñole, o el canónigo de la Catedral de Oviedo Maximiliano Arboleya, entre otros nombres menos conocidos.

Por aquellas fechas, el escritor trabó una estrecha amistad con el alcalde Antonio María Dorado, que, como buen maestro de ceremonias, aprovechaba aquellas estivales veladas para agasajar y distraer a sus huéspedes con espléndidos banquetes, festejos, conciertos musicales y excursiones turísticas, con la obligada visita a la "gran fábrica de los señores Duro". El balneario se convertía cada año en un lúdico pretexto para los negocios en una época de bonanza económica.

Romería del Nalón

La romería del Nalón fue otro de los escenarios langreanos que Palacio Valdés describe con detalle en "Santa Rogelia". Era una típica fiesta campestre situada a orillas del río, "no lejos de Sama y más cerca aún de Ciaño". Coincidiendo con la romería, en una casa solariega de Ciaño se celebraba una comida de hermandad organizada por Enrique Sanfrechoso, personaje que se suele identificar con el alcalde Dorado. Los invitados pertenecen también a una minoría influyente, si bien estos amigos, que se reúnen en torno a un ágape pantagruélico, viven casi todos en Langreo y personifican una suerte de arquetipos de los viejos y los nuevos tiempos: hidalgos, carlistas, republicanos, ingenieros progresistas…

Por la tarde tenían lugar los festejos populares, y en la novela se retratan minuciosamente grupos sociales, gremios, profesiones, idearios, costumbres, modas, lujos y miserias, componiendo un cuadro de inestimable interés antropológico, sociológico, cultural e histórico.

Por otra parte, en Sama tiene Palacio Valdés una conocida calle; y en marzo de 1980 se inauguró en su honor un monolito en el parque Dorado con esta leyenda: "Viajero, si algún día escalas las montañas de Asturias y tropiezas con la tumba del poeta, deja sobre ella una rama de madreselva". Con la asistencia de numeroso publico, presidieron aquel acto, según Emilio Barbón, los alcaldes de Langreo, Pola de Laviana, San Martín del Rey Aurelio y Sobrescobio, así como el consejero de Cultura del Principado.

A pesar de aquel despliegue protocolario, el monolito sufre actualmente un abandono inconcebible y resulta casi imposible identificarlo. De cualquier modo, el mejor homenaje que se le puede tributar en este efeméride al gran Palacio Valdés es la lectura de sus obras. Algunas, como las dos novelas citadas, son fundamentales para conocer los avatares de un periodo histórico del que somos herederos.