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Nuestros últimos días

El trágico accidente del pozo Emilio del Valle, contado por la viuda del minero asturiano

Una rosa recuerda a las víctimas del pozo Emilio del Valle, cuyo castillete se distingue entre la niebla.| fernando geijo

Hoy, al ser Navidades, el Ayuntamiento pone hinchables y caballitos para los niños, espero que algún día puedan perdonarme, pero no fui capaz de salir de casa, otra vez mis padres y mi hermana fueron quienes les acompañaron, yo estoy de bajón total, las mañanas son algo más llevaderas, pero las tardes son horribles, tengo una especie de reloj interno que marca la hora en la que estaríamos juntos, y se me hace interminable hasta que me tomo la medicación con la cena y consigo dormir 3 o 4 horas seguidas? ¿A quién hicimos tanto mal para merecer esto? No encuentro respuesta.

La semana anterior al fatídico accidente, celebramos el cumpleaños de los niños, será la última celebración verdadera que yo pueda hacer. Luego pasó una semana normal, como siempre tú ibas a trabajar, yo llevaba el niño al colegio con el perro, volvía a traer el perro a casa y empezaba mi jornada laboral. Cuando salía hacía las compras, recogía a Unai, veníamos para casa, le daba la comida, llevaba a Iratxe del instituto, le daba de comer a ella, comía yo y acababa de hacer lo que no me había dado tiempo por la mañana, entonces tú llegabas de trabajar te hacías cargo de los niños y siempre hacías algo en casa, hablabas un poco con los vecinos? hasta que yo volvía del trabajo, baños, cenas, preparar cosas para el día siguiente y un poquito de descanso hasta la hora de acostarnos, vamos, lo que cualquiera llama una vida normal, por eso no entiendo si nos merecíamos esta desgracia.

El fin de semana, también fue como cualquier otro, el viernes yo no trabajaba de tarde, tú estabas arreglando un poco el muro de la casa con el vecino después de venir de trabajar, de noche, cuando los niños se acostaron subiste un rato a casa del vecino a jugar una partida de cartas, cosa que hacíais los cuatro vecinos muy a menudo, ahora te echan de menos, evidentemente, os liasteis un poco y bajaste algo tarde.

El sábado estuve en casa por la mañana, yo bañé al perro, al gato, limpie la caseta y recogí un poco más de lo habitual para dejar adelantadas cosas para la semana, mientras tú llevaste por última vez a Iratxe y a Sofía a entrenar a Oviedo, por la tarde los vecinos decidieron ir a Turón a dormir y comer allí el día siguiente, nos propusieron acompañarles pero yo dije que no, que tenía muchas cosas que hacer, así que nos quedamos en casa, bajamos hasta Santullano a una exhibición y concurso canino que había, con los peques y el perro, resultó que era el domingo y entonces volvimos pronto a casa, vino mi hermana a vernos, y recuerdo que le corté el pelo a Bubba, como me dolía bastante la espalda (tengo una hernia, que iba a operar cuando tú te prejubilaras y pudieras hacerte cargo de los niños, ahora sin operar se quedará mientras pueda aguantar y luego veré que hago, realmente mi salud no me preocupa ahora lo más mínimo) tú me untaste una arcilla por la espalda, ese día mantuvimos nuestra última relación sexual y estoy segura de que Iratxe se dio cuenta porque siempre entraba en la habitación y aquel día dio la vuelta muy rápido y me habló desde el pasillo.

El sábado de noche me preguntaste que si te pasaba algo qué haría contigo..., nunca se me olvidará esa frase?, ya sabías que algo podía pasar.

El domingo 27 de octubre, tu último día con vida, me lo repito a mí misma para creérmelo pero no puedo, no quiero.

Nos levantamos, íbamos a ir a la exhibición canina, pero tú te levantaste con lumbago, que te daba muchas veces. Tu trabajo era duro y la espalda y articulaciones se resentían, así que no fuimos, yo recuerdo que planché la ropa de la semana, tú hiciste una paella que te quedó buenísima, y después tampoco hicimos mucho más, estuvimos toda la tarde jugando con los niños, ya nunca más seremos un sándwich en el que tú eres el pan de abajo, ya nunca más nada será lo mismo.

Ese día tuvimos nuestra última conversación, nunca hubo un mañana?

El lunes te levantaste a las seis de la mañana para ir a trabajar como todos los días, casi siempre me despertaba, pero ese día ni te sentí, ni siquiera me despedí como solía hacer, a las siete sonó mi despertador y empecé lo que yo creía que iba a ser un día normal, no el final de mi vida como la conocía hasta entonces.

Tengo que escribir este resumen de nuestra vida para que tus hijos conozcan tu historia y no se olviden de ti, pero ahora mismo me estoy derrumbando y no sé si seré capaz, te necesito tanto, es tan injusto todo?

Fui a trabajar y vinimos a comer, nunca olvidaré que comimos fabes que tú habías preparado y guardábamos congeladas porque entre semana no nos daba tiempo a cocinar. Fue lo último que pude ingerir en varios días, nada más acabar de comer saqué la ropa de la lavadora y cuando salía a tenderla, justo cuando pasaba delante del teléfono, este sonó, era un número desconocido y como tenía mucha prisa no iba a contestar, pero no sé por qué lo cogí y escuche una voz que se quedará grabada para siempre en mi cerebro, la conversación fue escueta, pero no podía decir más cosas:

-¿Es la mujer de José Luis Arias?

-Sí, soy yo.

-Llamo de la Hullera Vasco Leonesa, su marido ha tenido un accidente.

-¿Qué clase de accidente?

-Muy grave.

-¿Cómo de grave?

-Ha fallecido, tiene que dirigirse usted al tanatorio de León.

-No me puede decir eso.

-Señora, lo siento pero así es y tengo que decírselo.

Tu vida hacia una hora aproximadamente que había acabado, la mía finalizó en ese momento.

Ahí estaba yo, con el teléfono en la mano, el balde de la ropa en la otra, las piernas que sentía que me flaqueaban y cuatro ojos mirándome desde el sofá.

Como pude guardé la compostura y le dije a Iratxe: "Cuida un momento de Unai". Salí corriendo a casa de la vecina y le dije: "Por favor atended de los niños, me acaban de llamar que Jose está muerto y no sé si podré aguantar mucho en pie". Ella decía que no, "que lo entendiste mal", vino conmigo hasta casa y yo llamé a otra vecina que vive detrás y le dije que por favor se los llevara a su casa para que no vieran toda la gente que estaría llegando en cuestión de minutos. Vino corriendo y se los llevó.

Recuerdo siendo niña que muchas veces venían a buscar a alguna compañera en clase para que saliera, cuando el profesor volvía a entrar ya sabíamos lo que nos iba a decir, su padre se había matado en la mina, era uno de los "privilegiados" como os llamaba mucha gente, entre ellos el Ministro de Industria, el mismo que ese día vino hasta León a hacerse la foto, pero le faltó el valor para ir al pozo o al tanatorio, vino a la Diputación rodeado de la seguridad que le pagamos entre todos, porque para eso no hay crisis, para la seguridad de los trabajadores a 700 metros bajo tierra, sí. Pero nunca pensé que eso lo tuvieran que vivir mis hijos, miento, sí lo pensé muchas veces, pero a estas alturas ya no, yo ya creí que por fin te prejubilabas, pero alguien te quería muerto.

Repetimos la llamada a ese número varias veces y me decían que no tenían los datos de los fallecidos, que nos pusiéramos en contacto con la Guardia Civil, y me decían lo mismo hasta que me contestó al teléfono la voz anterior y me dijo: "señora le he dicho que ha fallecido porque es así, lo siento mucho pero esa es la realidad". Cualquier esperanza de que fuera un error se esfumaba con esas palabras.

En pocos momentos la casa se llenó de gente, había salido en las noticias, yo no tenía tiempo de poner la televisión y por eso no me enteré, cuando me di cuenta ya estaba la prensa a la puerta de casa, yo llamé a casa de mis padres y le dije a mi padre lo que había pasado, nunca le oí llorar con esa desesperación, y, como tiene problemas de corazón me asusté. Carmen, la vecina, me quitó el teléfono y comenzó a tranquilizarlo, yo mientras tanto desde el móvil llamé al 112 pidiendo ayuda para él, ya que estaba solo y se encontraba muy mal, me pasaron de unos a otros en un tiempo que me pareció interminable, al fin me dijeron que iban a llamarle por teléfono a ver si necesitaba un médico porque con los recortes no tenían ambulancia en la zona, casualidades de la vida hacía un mes que él se había jubilado como conductor de ambulancias en dicha zona.

Al final le dijimos que estabas entre los accidentados, pero que igual no estabas muerto, y él renunció a la ayuda médica, me dijo que acababa de ver a María José , la mujer de Juanma, de quien hablé con anterioridad, salir corriendo para León, son vecinos de puerta, y le dijo que no sabía si estaba vivo o muerto, por suerte, él tuvo un final mejor que el tuyo, a vosotros os pilló el grisú de lleno, el enemigo silencioso y segó en un segundo seis vidas de seis hombres de entre 35 y 45 años.

Mi madre estaba cogiendo el autobús y le dijeron que había un asturiano entre los difuntos, ella se asustó y preguntó cómo se llamaba, le dijeron que "Teya" y ella quedó más tranquila, porque desconocía que ése era tu apodo en la mina, al final fui yo quien tuve que decírselo, también se lo tuve que decir a mi hermana, que cogió el primer tren desde Gijón con una crisis de ansiedad, y nadie le preguntó ni siquiera si estaba bien.

Yo avisé a más gente, otros me llamaban ellos, otros ya venían a casa. Susana, una amiga que estaba en casa, llamó a tu familia y le dijeron que ya lo sabían y colgaron, me imagino que por los nervios.

Me acuerdo de ver entrar de las primeras a una amiga de mi madre, Blanca, que también es viuda de un minero, su hija siempre fue amiga mía y tenía 8 meses cuando su padre falleció, otro de los muchos "privilegiados".

Yo sólo sé que miré a Blanca y le dije hoy me tocó a mí, ella me abrazó llorando, a partir de ese momento me dieron un tranquilizante y Carmen preparaba la tila por litros, hay muchas cosas de las que no me acuerdo, mucha gente que no recuerdo haber visto o hablado con ella.

Sí recuerdo que Susana, estando en Murcia, me dijo: "te tengo que dejar un libro pero hasta que José no se prejubile no, yo no pude leerlo hasta que Raúl dejó de trabajar", y cuando entró por la puerta fue lo que le dije, ahora ya no puedo leer el libro. Precisamente su hermana era la que se había llevado a los niños, son una familia encantadora, a la que siempre le estaré agradecida por todo lo que están haciendo por nosotros. Claro, en su familia todos son mineros y saben lo que es.

La gente decía que estaba muy entera, yo la verdad es que estaba como en otro mundo.

Yo, después de mucho tiempo sin trabajar, hacía 28 días que había entrado como auxiliar administrativo en un plan de empleo en el Ayuntamiento con un contrato por un año, tú estabas muy orgulloso porque había sacado la máxima puntuación en la prueba, recuerdo que esos días yo decía que estaba "Happy y hippie", nunca más volveré a estar así.

Avisé a la concejala con la que trabajo y ella se puso en contacto con los demás, el alcalde y la teniente alcalde ya estaban en el pozo, yo les dije que por favor, te trajeran para casa, y me dijeron que lo iban a intentar, pero tenían que hacerte la autopsia y hasta el día siguiente no nos entregarían el cadáver (el cadáver nº1, como viene marcado en los informes, eras tú, mi vida, y para ellos sólo eras el cadáver nº1), así que cuando ya anochecía el ayuntamiento mandó un coche a buscarme para llevarme a León.

La verdad es que se portaron muy bien conmigo en todo momento y es justo que se lo agradezca.

Yo no quería hacer ese viaje, me tuve que tomar otra pastilla para montar en el coche, sé que mi hermana me ayudó a meter algo de ropa para el día siguiente en una bolsa, y las dos emprendimos el viaje, el mismo que tu habías hecho unas horas antes para ir a trabajar y que deberías haber hecho de vuelta a media tarde?

A la llegada al tanatorio había mucha gente, gran parte de mi familia estaba esperando, a ti ya te había reconocido mi padre y no sé si alguien más en el pozo, me dijeron que tenía que escoger caja, no pude, les dije que yo no tenía fuerzas para escoger un ataúd para ti, que me daba igual el que fuera, y no recuerdo quién se encargó de eso, los psicólogos intentaban ayudarnos, me estaban esperando para firmar unos papeles, no sé ni lo que eran, y para comunicarnos a las familias que se iba a hacer un funeral conjunto en Santa Lucía, yo me negué, dije que quería traerte para casa, para Asturias lo antes posible y que esperaba un funeral íntimo, sobre todo en el que no hubiera políticos para hacerse la foto junto a tu ataúd.

Allí estuve un tiempo, no sé cuanto, me dijeron que hasta el día siguiente no podría traerte y cuando el tanatorio cerraba me fui, dejándote en el Anatómico forense. Ya nunca volveríamos a pasar una noche juntos, a esas horas deberíamos estar en nuestra cama, pero eso ya nunca se repetirá.

El dolor y la rabia que se vivía en aquel tanatorio era enorme, un ir y venir de gente todos destrozados y seis esquelas que marcaban el final de seis familias.

Nos ofrecieron un hotel pero yo me fui a dormir a casa de mis tíos.

Lo de dormir es un decir, porque desde aquel día y hasta el momento no sé lo que es tener un sueño normal.

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