-Ahora vamos a apagar las lámparas de los cascos durante unos segundos.

Entonces se hace la oscuridad. Y el silencio. Los sonidos del pozo, apenas perceptibles hasta ese momento, se empiezan a escuchar con nitidez. Es allí, en "La Jota" -una angosta chimenea de ventilación que obliga a avanzar arrastrado en algunos tramos-, donde el visitante se encuentra de verdad con Sotón, con la realidad de la mina y de los que trabajan en ella. "La Jota", la primera parada del recorrido y una de las atracciones "estrella", recibe al turista en octava planta, nada más bajarse de la jaula. En apenas dos minutos de descenso en el "ascensor" del pozo se dejan atrás 400 metros de pared de roca, una visión interrumpida sólo por difusas galerías que pasan a ritmo de vértigo. Pocas veces un viaje tan corto condujo a un lugar tan remoto.

Sotón -una mina en activo hasta finales del pasado año y que ahora funciona como pozo auxiliar de María Luisa- es una ciudad de carbón con cien años de antigüedad. Tiene 140 kilómetros de galerías, un interminable trazado de vías para trasladar el mineral, talleres de labor de diversos tipos (frente de galería, ramplas y subniveles), diez plantas y una profundidad máxima de 700 metros. Se trata de un territorio que estuvo reservado de forma exclusiva durante un siglo a los mineros y que desde mañana podrán conocer los turistas, en una experiencia pionera en España. La organización de las visitas corre a cargo de Hunosa, propietaria de la instalación, que ayer organizó un recorrido de demostración por la explotación.

El equipo de guías está formado por seis mineros en activo (Pedro Sánchez, Rogelio Megido, Lucas Fernández, José Huergo, Luis Pedro Jurado y Francisco Cabal), que en la visita de ayer estuvieron acompañados por ingenieros y directivos de Hunosa y por la presidenta de la compañía, María Teresa Mallada. Las visitas duran cinco horas (de nueve de la mañana a dos de la tarde) y se realizarán de lunes a viernes, limitadas a diez personas por día. Antes de empezar, el visitante recibe una charla informativa. También se le proporciona un mono minero, unos guantes, un equipo de respiración autónoma para casos de emergencia y un casco donde se acopla la lámpara de interior. Emite dos tipos de luz, difusa y concentrada, para adaptarse a cada zona de la explotación. La lámpara 310 tiene historia. Carlos Hugo de Borbón-Parma, el histórico dirigente carlista y aspirante al trono de España, utilizó el mismo número en 1962, durante los veinte días de julio que trabajó en Sotón bajo identidad falsa, hasta que fue descubierto.

El recorrido en superficie transita por la sala de control ambiental (donde se controla el nivel de gases de la explotación) y la sala de máquinas, que abastece de electricidad y aire comprimido a la mina para que los aparatos puedan funcionar. Una pareja de búhos vigila desde lo alto de la techumbre los movimientos de los visitantes. "Ya llevan aquí varios días y parece que les ha gustado. Se han convertido en las mascotas del pozo", explica Mallada con humor. También son los dominios del amo de la jaula, José Manuel Corujo. "Hay cámaras de seguridad en cada planta y un freno de emergencia pos si a mí me pasara algo", indica el operario de la máquina de extracción del pozo.

La jaula puede transportar ocho toneladas de peso o a cincuenta mineros en cada viaje. Algo muy útil en la época dorada de Sotón, cuando la ciudad del carbón era una poblada megalópolis que daba trabajo a más de 1.500 mineros.