La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La gaita, desde el paso previo a la música

Chus Solís, que tiene su taller en La Felguera, es uno de los pocos fabricantes artesanales del instrumento que quedan en la región

Chus Solís trabajando en la elaboración de una gaita. FERNANDO RODRÍGUEZ

El sonido de la gaita evoca inevitablemente a Asturias. Pero antes de que la música llegue a los oídos de quien escucha, existen muchos pasos previos que hay que cumplir con extrema meticulosidad. Así lo hace en su taller de La Felguera Jesús Solís (todos lo llaman Chus), uno de los pocos artesanos gaiteros que quedan en la región y posiblemente, el último de las Cuencas.

El idilio de Solís con la gaita comenzó en la niñez. "Es algo vocacional", apunta. Empezó tocando el instrumento para a los dieciséis años comenzar a impartir clases, y así hasta el año 2000, cuando "ya instalo la empresa". No todo es de color de rosa en su trabajo. Como él mismo asegura, "son muchas horas, a lo mejor nosotros necesitamos el doble de tiempo que en otros empleos para conseguir lo mismo". Pero esa dificultad la compensa trabajando "en lo que verdaderamente me gusta". El artesano recuerda que no le fue sencillo consolidarse. "Vivimos en una época en la que el trabajo manual no se valora, y eso quizás sea lo peor", lamenta.

Chus Solís construye el instrumento para la venta, y no solo dentro de España. "Nos llegan sobre todo peticiones de centros asturianos en otros países", asegura. En la actualidad se ha encontrado con un fenómeno que considera curioso. "Van pasando las generaciones y quizás pierden el contacto con Asturias, pero luego hay gente que no tienen descendencia asturiana pero toca la gaita". Ejemplifica esta situación en el caso un joven vasco sin precedentes de gaiteros en su familia que ha terminado por montar una academia. Además, Solís trabaja con la gaita mallorquina; la diferencia de forma es mínima y donde se busca la peculiaridad es "en el sonido, por temas de identidad, del folclore propio". Cuando se le pregunta por sus sensaciones, el artesano tiene claro que es una apasionado tanto de "tocar la gaita como de hacerla", pero quizás últimamente se queda con el proceso de fabricación. "Me da muchas alegrías fabricar la gaita y ver como la toca un buen gaitero", recalca.

La gaita, según Solís, tiene el futuro asegurado. Pero falta ver como se enfoca ese devenir. "Hay una cantera enorme, hay profesores. Sigue habiendo mimbres", esgrime. Eso sí, el enfoque de la música ha cambiado puesto que "ahora la gente toca la gaita por afición, eso en el pasado casi no se daba". La gaita tenía en el pasado unas funciones muy concretas: amenizar la romería, la misa, las fiestas de "prau", las espichas. El marco ha cambiado y las exigencias del instrumento van a ser diferentes. "Ese es un reto para los fabricantes", dice. Chus Solís establece que "todo eso se desvirtúa, y entonces hay que enfocar la gaita desde el punto de vista artístico, puedes formarte en un conservatorio y ahí el fin último es ser concertista".

La gaita sobrevive, pero como todo en esta vida, tiene que adaptarse a los tiempos. Solís da el paso previo, con sus manos, para que las bellas notas de la gaita no cesen de sonar. Sea como sea, la música asturiana tendrá siempre su alma en la gaita. Fiestas, himnos y canciones conmemorativas mantendrán el mismo sonido, y sea en soledad o acompañada de un tambor, la gaita seguirá sonando por y para nuestra región. Chus Solís se encargará, en parte, de ello. Sabe que en Asturias la tradición es algo que no se abandona tan fácilmente, y desde dentro de un taller cumple con una labor esencial y única. La gaita también forma parte del paraíso natural.

Compartir el artículo

stats