Cosso, el dios astur de la guerra, no pudo librar ayer a los guerreros de "Carabantium" (la localidad lenense de Carabanzo, donde se celebra el Festival Astur-Romano de La Carisa), del implacable avance de Roma. El pequeño poblado despertó temprano, amenazado por el desfile perfecto de los romanos -que empezaron a marcar territorio antes del mediodía- y la llegada imparable de miles de romeros. La fiesta se trasladó poco más tarde a la zona alta del pueblo, donde astures y romanos se vieron las caras en una batalla que dejó a más de uno sin aliento. Los astures dieron guerra como nunca, pero perdieron como en años anteriores. Nada puede cambiar la Historia, ni siquiera el ánimo de un público entregado que no quería vivir de nuevo la rendición de sus guerreros. La lucha reunió a unos trescientos combatientes.

El prau de la batalla fue llenándose de gente a medida que avanzaba la mañana y el druida Nisarius (Silvino Torre) llamaba con voz grave a los dioses. Los invocaba con pocas esperanzas. Sabía que los presagios no eran buenos y, casi como una respuesta a su llamada, el sol se nubló sobre el campo de batalla.

Los romanos comenzaron a llegar y, sin haber desenfundado ni un solo gladium (espada), ya estaban triunfantes. Las legiones se acercaron al campo de batalla en formación y bajo la atenta mirada de César Augusto (Luis Vázquez). Cerraban el cortejo un grupo de mujeres, que animaban a los legionarios.

Los tambores estaban cada vez más cerca y los astures tomaban posiciones. "Este lugar, que hasta ahora ha estado colmado de paz, va a convertirse en lugar de batalla", clamaba el druida a las tribus. Los astures replicaban al unísono "Siempre contra Roma". La batalla estaba lista. Los romanos entraron en el recinto y el público mostró su hostilidad. "Os voy a tirar a todos a los leones", replicó Marco Tulio Cicerón (Juan Vázquez).

Los romanos estaban mejor armados y gozaron de una organización casi perfecta, no en vano habían llegado hasta el territorio astur tras duras batallas. Una conquista sin precedentes que dejó a su paso un panorama desolador. Los astures tenían a su favor el arrojo, la confianza en los dioses y un amplio conocimiento de su territorio. Es por eso que eligieron Carabantium para la batalla final. Agazapados y conteniendo el aliento, tras un repecho de la montaña, las tribus esperaron la llegada de los primeros legionarios. Hubo un momento de duda, que se reflejó en los ojos del César. Nisarius aprovechó el silencio para llamar a Roma por el único nombre que tiene en el territorio astur: "Sois un pueblo traidor". Dos espadas se clavaron en el suelo. La batalla había empezado.