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Historias heterodoxas

Entonces esta tierra ya era rica

Asturias tuvo una gran importancia para la economía del Imperio romano y la abundancia de minerales pudo ser una de las causas de la conquista

Entonces esta tierra ya era rica

Cumplo lo que les prometí hace una semana. Entonces les conté como se alimentaban los pueblos castreños de la Montaña Central y hoy les traigo unas notas sobre su relación con las actividades mineras, que tanta importancia tuvieron en otras zonas de Asturias y que aquí, a mucha menor escala, tampoco pueden dejarse de lado. Hace ya ocho años dediqué a la explotación del cinabrio en Mieres una de estas historias que ustedes tienen la paciencia de leer de vez en cuando y a la fuerza debo repetir algún dato de los que les daba entonces, pero como ya pasó tanto tiempo supongo que la cosa está justificada. Así que a ello.

El historiador Paulo Orosio dejó escrita una cita que resume perfectamente la importancia que tuvo esta región para la economía romana desde que se supo de su riqueza en diferentes minerales, lo que seguramente fue una de las causas de la conquista:

"...toda la región en torno contenía en abundancia oro, borax, minio y otras materias colorantes. Por ello Augusto mandó explotar el suelo. Así, trabajando penosamente bajo tierra, los astures comenzaron a conocer sus propios recursos y riquezas al buscarlas para otros".

Orosio contó estas cosas a finales del siglo IV, cuando tenía los documentos precisos para conocer la gran cantidad de recursos que habían llegado hasta el tesoro imperial desde Asturias y de la que todavía son buena prueba las enormes cicatrices que dejó para siempre la búsqueda del oro en el noroeste peninsular, pero mucho antes quienes fueron contemporáneos de este proceso ya se maravillaban de la riqueza de esta tierra.

Así, Plinio aseguraba que el oro que se obtenía entre Galicia, Lusitania y Asturias ascendía a las 22.000 libras anuales y la mayor parte de esta cantidad salía de nuestra tierra; Lucio Aneo Floro añadió que el territorio de los astures además también era rico en malaquita y minio y nuestro viejo conocido el griego Estrabón quiso enumerar los metales preciosos y menos preciosos que aquí estaban sin explotar.

Los pormenores de esta actividad, muy principalmente en lo que respecta al oro y en segundo término a la explotación de la plata y el plomo, ya ha sido divulgados con los datos obtenidos en diferentes investigaciones arqueológicas. Sin embargo, como siempre, en la Montaña Central seguimos en blanco, de modo que otra vez tenemos que improvisar a partir de lo poco que sabemos y prepararnos a encajar las críticas de los más puristas.

En Asturias se conoce el valor científico de dos minas de cobre explotadas desde la antigüedad. Una es la de El Milagro, en Onís, lejos por lo tanto de la Montaña Central; la otra está en la sierra del Aramo, a 1.200 metros de altitud, cerca de la aldea de Llamo, en el concejo de Riosa, y presenta la peculiaridad de que allí se han encontrado los restos de al menos veintiséis esqueletos, aunque todo indica que otros muchos se han perdido a lo largo de décadas de expolios e incluso varios pueden hallarse en colecciones particulares.

Aunque hay quien mantiene que estos huesos pertenecen a mineros muertos en el tajo, el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo Miguel Ángel de Blas Cortina, que ha estudiado este yacimiento en dos campañas, primero en 1987 y más tarde en 2005, defiende que se trata de un lugar donde se practicaban enterramientos rituales y yo, que soy uno de sus humildes discípulos, lo doy por bueno.

Aún en el mes de julio de 2006 apareció allí una nueva osamenta que puede rondar los 4000 años de antigüedad, lo que la deja fuera de la época que nos ocupa, pero no se debe olvidar que el profesor de Blas ha realizado un cálculo estimativo del volumen de mineral que se pudo haber obtenido en esta explotación cifrándolo en 1.500 metros cúbicos, por lo que todo parece indicar que el trabajo tuvo que prolongarse allí varios siglos.

De cualquier forma, he tenido la oportunidad de comentarle la posibilidad de que esta mina tuviese alguna relación con los castros próximos y especialmente con el de Santana, entre Cenera y Gallegos, y debo decirles a mi pesar que él no encuentra ninguna prueba que lo avale, por lo que no tengo más opción que aceptar su magisterio, rectificar lo que siempre he mantenido hasta ahora y cerrar este capítulo.

Con todo, en el territorio de la Montaña Central no puede descartarse la posibilidad de que se haya explotado el cobre en más puntos en épocas más cercanas. Se sabe que en otro punto de la misma sierra aparecieron restos humanos e instrumentos de piedra de los que no se conocen más detalles ni tampoco el paradero de los materiales. También en Riospaso, en el concejo de Lena, existe un yacimiento de carbonato de cobre con señales de laboreo antiguo en el que se han hallado instrumentos parecidos a los de la mina de Llamo junto a algunas monedas romanas, lo que es este caso sí es una prueba consistente de lo que les digo.

Los yacimientos de hierro también son abundantes en nuestros valles. Castros, como el de Les Mueles, de Llanos, o el de El Castiechu, de Felechosa, ambos en Aller, se emplazan en un entorno rico en este mineral y todavía se cuentan consejas sobre su explotación, por lo que no podemos dejar de lado la posibilidad de que haya un fondo real en esta tradición.

Otras evidencias más claras las tenemos en el valle del Nalón: dentro del recinto castreño del Picu Castiellu, en La Rionda de Langreo, apareció una escoria metalúrgica que pudo fundirse allí y en unas peñas cercanas al castro de El Cerco, en La Pumará de Laviana, quedan señales de una explotación, también de hierro, sin túneles ni galerías, que a falta de una datación fehaciente apunta hacia las técnicas empleadas por los astures.

En lo referente al oro, las leyendas sobre el enterrado por "los moros" son decenas, sobre todo en Aller, y en algún caso incluyen recuerdos sobre minas y fundiciones de oro, pero está claro que aquí nunca se extrajo este mineral e incluso los hallazgos de piezas elaboradas son muy escasos, si exceptuamos el hermoso torques macizo de Langreo, que se guarda en el Instituto de Valencia de Don Juan, en Madrid y que seguramente no fue elaborado en la cuenca del Nalón.

Pero aunque aquí nunca se haya explotado este mineral, podemos establecer una relación con su comercio: en 1882 La Ilustración Gallega y Asturiana en un artículo titulado "Criaderos metalíferos en Galicia y Asturias" dio la noticia del hallazgo de dos picos de piedra y varios de hierro de sección prismática, acabados en pico por un extremo y también de tres monedas de cobre del Bajo Imperio en una de las explotaciones de cinabrio que ya llevaban tiempo abiertas en la zona de La Peña de Mieres.

Esto apoya la idea de una actividad de destilación del mineral que podría realizarse en las proximidades de los yacimientos para ser utilizado en la amalgama del oro obtenido en el occidente asturiano. Esta labor ardua solía realizarse en unos talleres de la misma Roma, pero también pudo darse aquí beneficiando el azogue en vasijas de barro, un terrible trabajo que envenena con gases arsenicales a quienes lo realizan y que volvió a emplearse en La Peña cuando a mediados del siglo XIX se reanudó en la zona la explotación del cinabrio.Tras el auge de la extracción del oro asturiano, el Imperio empezó una crisis progresiva que trajo como consecuencia el cierre de todas las minas ante la imposibilidad de transportar con seguridad los cargamentos de oro por unas rutas que estaban infestadas de bandas de ladrones que ya no podían controlar.

Es sabido que Mieres creció a lo largo de una calzada romana y hay quien mantiene que el trazado de estas vías se hizo en función de las explotaciones mineras, lo que cuadra con nuestra hipótesis. En el concejo se encuentran algunos topónimos llamativos como La Coca, que puede asociarse al verbo latino coquo, identificado con la acción de quemar, o Los Forniellos, que también recuerdan la existencia de pequeños hornos de fundición.

Ya sé que habrá quien considere arriesgada esta interpretación, pero aún así no estaría de más aprovechar las nuevas tecnologías para buscar por aquí restos de esas instalaciones, unas oficinas e incluso la residencia del representante del procurador nombrado por Roma para administrar la actividad minera en Asturias. En otros lugares, con menos se ha hecho más.

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