A sus 90 años y tras una vida dedicada al campo y a su familia, a Etelvina Díaz Velasco, más conocida como Maruja en su Pelúgano (Aller) natal, le ha llegado un reconocimiento a todo ese trabajo que ha labrado durante su vida. La Asociación de Mujeres Campesinas de Asturias (AMCA) le ha otorgado el premio como "Abuela campesina 2015", un galardón que recogerá el próximo día 18 de octubre en una comida homenaje en Felechosa.

Maruja, como le gusta que la llamen, es la mayor de los seis hijos que tuvieron Isabel Velasco y Vicente Díaz. Ese fue uno de los motivos, el ser la mayor, que le privó de ir a la escuela. Tuvo que colaborar en la tareas campesinas y cuidar a sus hermanos. Sin embargo, también le quedaba algún hueco para que "Joselín", un vecino de Pelúgano, le diera alguna clase en casa. Su infancia fue dura, como la de muchos niños y niñas de la época. Lejos de la videoconsolas o la variedad de juegos que tienen hoy en día los pequeños, Maruja se entretenía en el poco tiempo que le quedaba jugando a la pelota o el cascayu. Pero su infancia, sobre todo, estuvo marcada por la Guerra Civil, que estalló cuando ella contaba solo con 9 años.

Amante de la costura -su sueño era ser modista-, y también de la tonada, fue ésta última afición la que le llevó a conocer a su marido. Maruja había logrado permiso de su padre para ir a escuchar las asturianadas al bar de su tía, y allí conoció a César, que años después la haría madre de seis hijos. Le recuerda como un hombre "alegre, agradable y con genio".

Una vez instalados en Pelúgano, Maruja Díaz siguió trabajando duramente en el campo, con el ganado, y con los productos agrícolas. Cuando su marido tenía 54 años, enfermó gravemente y Maruja vio aumentada, aún más, su carga de trabajo. Su esposo falleció en pocos meses y ella tuvo poco tiempo para llorar, había que seguir luchando para atender la hacienda, pues la pensión de viudedad era muy pequeña y los gastos, abundantes.

Sus seis hijos fueron casándose sumando nuevos miembros a esta gran familia, que hoy forman 12 nietos y 5 bisnietos. Cuando se casó Vicente, el último en hacerlo, Maruja Díaz entendió que ya era la hora de "deshacer la vida". Y buscar tiempo para dedicarse a sí misma. Vendió las vacas y, aunque mantuvo algunas tierras, logró este tiempo para ella. Además de leer y escuchar a clásicos como Manolo Escobar o Carmen Sevilla, también pudo viajar y conocer lugares de España que nunca soñó conocer.

Hoy Maruja es una abuela campesina de 90 años que conserva un hermoso pelo blanco, unos ojos vivos e inteligentes y habla con voz enérgica. Reza el rosario, come de todo y duerme de maravilla. "Viví de todo, bien y mal", afirma. El próximo día 18, sumará un nuevo capítulo a su imponente trayectoria vital.