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El boicot a La Agustina

La petición de que no se comprara el chocolate de la marca fabricada en Ujo en 1934 por el apoyo de sus propietarios a la coalición del centro y la derecha en las elecciones de 1933

El boicot a La Agustina

El boicot es una forma de lucha tan extendida como la huelga y seguramente más antigua. Puede adoptar varias formas, pero la más común consiste en no comprar los productos de aquellas empresas o individuos a los que se quiere forzar con esta presión económica. Casi siempre se emplea como última medida, después de que hayan fracasado todas las vías de negociación para conseguir mejoras en las condiciones salariales, laborales, readmisión de despedidos u otras demandas de este tipo, aunque actualmente también adopta otras formas más complejas, como el castigo a las prácticas de una multinacional sin escrúpulos o el repudio a la ideología de un país.

En marzo de 1934, la conocida fábrica de chocolates La Agustina de Ujo sufrió en sus tabletas esta protesta y todo indica que su convocatoria se debió a motivos estrictamente políticos. Conocer lo que sucedió entonces nos ayuda a comprender el ambiente de tensión que se vivía en la Montaña Central antes de desembocar en el río de sangre de la insurrección de octubre, por eso le vamos a dedicar hoy esta página.

Es obligado que antes hagamos referencia a un libro: "Carbón, chocolate y café. Consolidación de una burguesía industrial y comercial asturiana", publicado en 2013 por José Ramón Fernández-Tresguerres. No sé si fue se presentó con poca publicidad o que en aquel momento yo andaba despistado con otros temas personales, pero les confieso que entonces no me enteré y ahora me he encontrado casualmente con este trabajo cuando buscaba ampliar datos sobre lo ocurrido en los meses previos a nuestra revolución.

Fernández-Tresguerres desciende de la saga que fundó y condujo La Agustina -una de las referencias de Ujo durante la mayor parte del siglo XX- y su estudio es impecable. Se trata de un relato documentado y completo de la historia familiar en el que se reflejan horas de búsqueda en archivos de todo tipo antes de hacer desfilar por sus páginas a los miembros más destacados y sus diferentes empeños empresariales en que se ocuparon, entre ellos por supuesto, la popular chocolatería.

Yendo a aquel marzo de 1934, encontramos en el diario socialista "Avance" varias noticias y avisos dirigidos a su parroquia obrera y militante pidiendo que el boicot que se mantenía en las cuencas mineras para los productos de la fábrica de chocolates se extendiese a toda Asturias. Hermógenes Estébanez, uno de los corresponsales habituales de esta zona, informaba de que a pesar de que muchos obreros no los adquirían en las tiendas, se veían obligados a consumirlos igualmente porque en la Cooperativa de Consumos "La Equitativa", dependiente de la Fábrica de Mieres, no se podía adquirir más chocolate que el de esta empresa con la intención de hacer abortar la protesta contra la industria de Ujo.

Es verdad que Fábrica de Mieres atravesaba entonces un mal momento, que se hacía extensivo a sus servicios sociales, de modo que varios mayoristas ya no le proporcionaban sus productos por temor al impago, pero a Hermógenes le parecía que, aun en el caso de que algunos proveedores de chocolate se encontrasen en esta situación, resultaba sospechoso que en las estanterías solo se pudiesen ver tabletas de La Agustina y seguramente su extrañeza estaba fundada, puesto que sin salir de la villa, podían encontrase otros negocios de menor entidad que la industria de Ujo, aunque capaces para abastecer adecuadamente al mercado local.

Por ejemplo Chocolates Ducal, instalada en la calle Teodoro Cuesta desde 1927, estaba dotada de modernas instalaciones y máquinas para la producción, o Chocolates La Ideal, propiedad de Carlos Rozas en el Caño de la Salud, que llevaba abierta dos años.

Las fábricas de chocolates, que entonces era un producto que nunca faltaba ni siquiera en los hogares más humildes, se multiplicaban por toda la región. Chocolates La Agustina se había fundado en 1900 por José María Fernández-Tresguerres con una producción de 300 libras diarias y desde entonces cada año multiplicaba esta producción, con una tendencia que sus hijos mantenían desde que habían heredado el negocio en 1931.

José María Fernández-Tresguerres era el mayor de siete hermanos. Andrés, su padre, había trabajado para la Sociedad Hullera Española encargándose entre otras labores de viajar a tierras leonesas para reclutar los trabajadores que se necesitaban para el Coto del marqués de Comillas. Era también un hombre conservador y religioso y entre ambos surgió una relación de amistad que se prolongó cuando el hombre falleció a los 56 años y don Claudio López Bru siguió protegiendo a sus hijos. El mismo José María tras la muerte de su padre fue nombrado secretario de la Sociedad Hullera Española.

José Ramón Fernández-Tresguerres cuenta en su libro la significativa anécdota de que cuando Andrés sufrió un tumor en su cara, el marqués le costeó la visita al prestigioso doctor Brana que tenía su consulta en Alemania.

Para Hermógenes Estébanez en "Avance", de lo que se trataba era de estrangular el boicot y por eso daba la voz de alerta: "No es mucho pedir solidaridad para nuestros hermanos de clase, puesto, que es nuestra misma emancipación. Que ningún obrero de esta Cooperativa ni de otros comercios consuma chocolate de lo boicoteado. Hay que hacer morder el polvo a esos esbirros que no sienten escrúpulos al enfrentarse contra la clase explotadora y que en su cerrilidad no se paran a meditar que lo que tienen y lo poco que valen todo se lo deben a la masa productora. Tenemos en nuestras manos un arma poderosa que sabiéndola esgrimir con acierto, doblegaremos a toda la pequeña burguesía. ¡Boicot, boicot a los chocolates La Agustina, de Ujo!".

Lo cierto es que además de Fábrica de Mieres también suministraban a sus empleados chocolates de La Agustina los economatos de la misma Sociedad Hullera Española, la Fábrica de Armas de Trubia, Hulleras del Turón, Industrial Asturiana, las cooperativas de ferrocarriles y hasta los cuarteles del Ejército.

La chocolatera de Ujo, que llevaba su nombre por la esposa de José María, Agustina, de los Velasco de Boo, era un establecimiento importante y dio empleo a muchos vecinos. Podría pensarse entonces que el origen del conflicto estaba en un problema laboral, pero en el fondo se escondían otras cuestiones.

Una vez más la lectura de "Avance" nos da la clave, en este caso en la opinión de otro corresponsal de la cuenca del Nalón: "Desde las columnas de este nuestro querido diario me limito a poner en conocimiento de todos los trabajadores de Blimea y demás pueblos limítrofes que os abstengáis de comprar chocolate marca La Agustina, por estar boicoteado por nuestros compañeros de Mieres y demás pueblos de Asturias, motivado a que los fabricantes de dicho chocolate hicieron propaganda en favor del contubernio en las pasadas elecciones, sin tener en cuenta para nada al pueblo trabajador. Así que cuando mandéis a vuestras mujeres a las tiendas decirles que no compren el chocolate marca La Agustina.

El "contubernio" al que se referían los socialistas no era otro que la unión de los partidos de centro y de derechas, que había obtenido la victoria en las segundas elecciones generales a Cortes de la Segunda República Española el 19 de noviembre de 1933. En esa ocasión, los asturianos le habían dado 14 escaños a la coalición formada por el nuevo Partido Republicano Liberal Demócrata, de un domesticado Melquíades Álvarez, con las formaciones de Lerroux y Gil Robles, mientras el Partido Socialista sufrió una derrota humillante al tener que conformarse con 4 diputados.

José María Fernández-Tresguerres, quien ya había sido concejal derechista durante la dictadura de Primo de Rivera, no ocultaba sus simpatías por esta idea y también lo había hecho patente en la campaña electoral, por ello se había convertido en un empresario que unía a esta característica de clase su militancia política, convirtiéndose para la mentalidad de la época en un enemigo a combatir por todos los medios. Además, la antigua relación con el marqués de Comillas tampoco era un secreto y se sabía que La Agustina había empleado desde su fundación el azúcar que llegaba desde la Sociedad General Azucarera de España, una de las empresas que aquél había fundado.

La suma de estos factores convirtió el boicot en una especie de rabieta que no tuvo mayor incidencia. La fábrica continuó vendiendo sus productos -también caramelos- durante décadas y actualmente unas ruinas guardan su recuerdo, que también permanece en las familias de los antiguos trabajadores y en los álbumes de cromos que algunos conservan añorando otros tiempos. Dulce historia.

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