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Desde mi Mieres del Camino

Recordando a Luis Estévez, "Cholo"

Con su humildad firmó una brillante trayectoria en el mundo del periodismo radiofónico

Cholo y Rosa María Prieto, el día de su boda.

Hace unas fechas se cumplieron dos años del fallecimiento de Luis Estévez Llaneza, cariñosamente conocido como "Cholo", un mierense que, desde su natural plano de humildad, escribió una de las páginas más brillantes del reciente pasado de Mieres. Así debería figurar en una imaginativa placa, y de esa forma lo recuerdan muchos habitantes de la cuenca del Caudal, de la que se erigió en "voz" permanente de defensa, denuncia y acontecer, a través de los medios informativos, principalmente la emisora de radio ubicada en el Nalón, primero Radio Juventud y posteriormente Radio Langreo, como también en Radio Oviedo.

Cholo -resulta difícil referirse a él de otra forma- nació, a la altura de abril de 1934, a mitad de la cuesta de Seana, en una modesta vivienda en cuyo pequeño patio figuraba una palmera de la que se sentía orgulloso. De cuna humilde, condición de la que hizo siempre bandera, tras sus estudios preliminares de primaria hubo de cogerse pronto al carro de una actividad profesional, puesto que, huérfano de padre, fallecido en la guerra civil, a muy temprana edad se erigió como cabeza de familia ante su madre y su hermana. Así fue como desarrolló actividades de aprendiz de camarero y más tarde oficial con todas las de la ley, hasta alcanzar puesto de empleado de banca en la plaza mierense. Allí desarrolló este trabajo con el sentido responsable que lo caracterizaba, dejando por ello, a la hora de su jubilación, todo un campo sembrado de amistad y reconocimiento.

Pero ya de muy joven, en su fuero interno gravitaba una intención, un apego y hasta una rebeldía, a modo vocacional, por otro terreno de la actividad profesional. Y era su inclinación por el periodismo hablado, a través de la radio, con algunos ribetes circunstanciales en la prensa escrita y su titularidad como corresponsal local de la entonces naciente TVE en Asturias. Sin embargo, era su voz grave, responsable y decidida la que diariamente plasmaba la actualidad de su pueblo en las emisoras langreana y ovetense, abordando cualquier faceta destacada, sin olvidarse de lo que comenzaba a tomar visos espectaculares, es decir, el deporte.

Y como tal, siguiendo sus inclinaciones, se "enamoró" de una de estas variantes, tal es el caso del hockey sobre patines, que con el inolvidable Alfredo Visiola, llegó a alcanzar vitola nacional, en la división de honor, al lado del Cibeles, haciendo competencia a los hasta entonces exclusivos catalanes. Cholo fue delegado permanente del equipo durante varias temporadas, viajando casi siempre a modo de embajador para ofrecer, a los postres, la crónica de los éxitos alcanzados por la formación de los negrillos del Kiber, patrocinio de la firma Destilerías Bernaldo de Quirós.

Llegó un día en que por arte de los nuevos tiempos de la democracia, cambió el panorama de los medios de comunicación y Cholo quedó al paro sin el menor reconocimiento para quien había entregado sangre, sudor y lágrimas de forma abierta, generosa y fuera de todo interés material. Así paga el diablo a quien? Bueno, eso sí, el pueblo de Mieres le "premió" con un multitudinario homenaje y fue declarado Mierense del Año.

Pero Luis Estévez seguía en la brecha ya que, con mucha anterioridad se había erigido en auténtico maestro de ceremonias de mil y un acontecimientos locales, donde se exigía, para su coordinación, la presencia de un "gran relaciones públicas, auténtico y dominador de la situación merced a una cultura y una formación nacida en la universidad de la vida". No hubo acto institucional, social, deportivo, artístico o cultural que reclamase su presencia y recibiese como respuesta la negativa. Y eso, así, como él decía en sus intervenciones, sin más preámbulo que la propia disposición sin esperar nada a cambio.

Un día nuestro personaje tuvo la gran suerte de encontrarse, en el camino de la vida, con Rosa María Prieto Aza, joven mierense nacida en Ujo que por avatares de su existencia se vio obligada a emigrar unos años a la Caracas de Venezuela. Mujer resolutiva, alegre y positivista, tiempo tuvo para volver y concertar un matrimonio de amor con nuestro Cholo, del que nacieron dos retoños varones, ambos fiel reflejo del árbol principal, hoy establecidos, Juan Luis en Sevilla y Roberto en Gijón. Llevan la estela personalista de su padre y el empuje resolutivo de la madre, la fiel Rosita, como la conoce todo el mundo, que, afectada de dolencias crónicas, hoy reside en el centro geriátrico "Picu Siana", donde, a pesar de sus males físicos, sigue manifestando un carácter de fuerza personal y buena dosis de optimismo, a pesar de que, de vez en cuando, echa de menos la visita periódica de algunos que fueron grandes amigos de su esposo.

Mil anécdotas salpican el paso terrenal de Luis Estévez Llaneza "Cholo", por este mundo. De ellas se podrían escribir un libro. Sin embargo todo queda refrendado por el hecho de que en su ámbito de vida, acción, no se le conoce enemigo alguno, o persona con resquicios de rencor. Como él comentaba, "mira, yo entiendo el periodismo chusquero (ya que no hemos pasado por la facultad de Ciencias de la Información) como un ejercicio, en ocasiones de crítica hacia el hecho, acción o circunstancia, pero nunca de los protagonistas que la originaron, porque, ¿quién soy yo para erigirme en juez de nadie?" Era su forma de tratar la noticia. De todas maneras, en el cúmulo de sus actuaciones, destaca un hecho simpático, que quien suscribe se resiste a silenciar. Era tal el énfasis que ponía en su trabajo, la emoción que le embargada por el éxito de algún acontecimiento mierense que, retrasmitiendo un partido de fútbol de liguilla de promoción, en la que participaba el Caudal, desde la capital gallega, terminó su trabajo tan campante manifestando, pleno de satisfacción por el triunfo de los suyos, "Desde Cholo informó Lugo".

Te has ido, amigo Cholín, hace dos años, en silencio, casi a mi lado, pero sí al de tu hijo Roberto. Ahora, con el poso del tiempo transcurrido, me vienen a la memoria mil recuerdos vividos juntos en esa inolvidable etapa del periodismo callejero y emulando a mi admirado Miguel Hernández en el final de su elegía a Ramón Sijé, solo se me ocurre decirte: "Compañero del alma, compañero".

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