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Desde la Meseta

¡Qué noche!

¡Qué noche!

Es corriente esa frase de "hay días para los morenos". Y como el día tiene 24 horas, a mi amigo le ocurrió casi de todo en ese día. Verán, porque no tiene desperdicio. La jornada empezó bien, porque trabajó la víspera de Reyes, es decir, el 5 de enero. A mediodía finalizó su trabajo, almorzó y, con un amigo, bajó de la Sierra a la capital de España. No, no iban de compras como la mayoría de la gente. Ambos llevaban la intención de tomar unas copas y a una hora más o menos decente se retirarían.

Como no tenían prisa alguna, detrás de una copa vino otra. Y más tarde otra, pero con calma y sin perder la compostura, de tal forma que empezaron a cansarse de tanto barullo de gente en los bares y restaurantes. Por inercia, porque no había otro motivo, los dos amigos salieron a la calle, a la acera, con el vaso en la mano. No habían pasado dos minutos cuando dos personas, vestidos de "paisano", se identificaron con sendas placas policiacas: "¿De dónde son ustedes?". Los amigos respondieron y a continuación se hizo dura la exclamación: "¡Multa por beber en vía pública en zona no autorizada!". No les había dado tiempo tan siquiera de sorprenderse, cuando ya tenían en sus manos el papel de la sanción, que entre otras muchas letras y frases requisitorias, decía que tenían que pagar 600 euros: ¡casi na!

Cabreados, dieron marcha atrás hasta volver al bar y depositar los vasos que antes habían llevado.

Salieron de nuevo a la calle con la sana intención de volver a su casa. Mas, a mi amigo le entraron las ganas de orinar y en vez de volver al bar para no dar explicaciones de a dónde iba, se arrimó a un arbolito de la acera y allí vació su vejiga. Acabó, dio media vuelta y se encontró con una pareja de policías municipales. Así que otra multa pero de 750 euros esta vez, por orinar en vía pública.

¡Qué noche de Reyes la de aquel día! La broma, por decir algo, le había salido por un riñón: primero por beber y después por desbeber.

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