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Los damnificados de la Variante

Los vecinos del valle del Huerna exigen al Adif que repare los daños que ocasionó la obra ferroviaria, cuya "falta de planificación" afecta negativamente a los negocios de la zona

Marisa Serrano, delante de su hotel y con la depuradora detrás. J. R. SILVEIRA

Marisa Serrano lleva siete años sin dormir una noche entera. No descansa desde que las obras de la variante ferroviaria de Pajares convirtieron el entorno de su hotel rural de Los Pontones en "un estropicio". Hay dos grandes depuradoras que tapan las vistas del valle del Huerna y un ruido constante de unas turbinas que, según la hostelera, funcionan a medio gas. "Esto es un abuso", dice Serrano con la rabia en los ojos. Ella es una de las damnificadas por la faraónica obra ferroviaria, que está dejando una profunda herida en el valle del Huerna (protegido por la figura de parque natural) y en Campomanes. Vecinos y hosteleros denuncian destrozos en accesos, ocasionados por el paso machacón de vehículos pesados, sequía de acuíferos y daños medio ambientales que serán imposibles de sanar. Exigen al Administrador de Infraestructuras (Adif) que "pague todo lo que ha roto" y que termine ya una actuación que se les hace eterna: han pasado ya trece años desde que Francisco Álvarez-Cascos, entonces Ministro de Fomento, colocó la primera piedra.

¿Por qué no se acaban las obras? Dolores Martínez, presidenta de la asociación de vecinos de Campomanes, cree saber la respuesta: "Aquí cuando hubo dinero se despilfarró al máximo, y ahora ya no quedan fondos", afirma rotunda. Lo suyo es una lucha contra gigantes. Lleva más de un lustro enviando cartas, solicitando reuniones, llamando a gritos al Adif para que le den soluciones. Las reivindicaciones, reconoce, son infinitas: "Las calles están estropeadas, dañaron el sistema de alcantarillado y poca gente bebe agua del grifo, no nos fiamos por los vertidos", afirma. Recibió una respuesta que la dejó perpleja. Los responsables del Adif aseguraron que los daños en la calzada se debían al paso continuado de furgonetas de reparto. "Aquí no hay furgonetas de reparto, porque no han generado empleo en la zona y ahora somos muy pocos vecinos. No pedimos limosna, reclamamos justicia", les replicó ella también por escrito. Después, silencio administrativo. La mayoría de los trabajadores de la Variante son de otras comunidades autónomas. Una ventaja para los hosteleros de la zona que, cuando la actuación va a buen ritmo, hacen mejor caja. Los vaivenes de la obra durante los últimos años, con paradas constantes como la que está atravesando estas semanas, pasan factura.

Los profesionales del sector afirman que, cuando la obra arranca, se preparan para las vacas gordas: pueden contratar personal y hacen pedidos. Pero de un día para otro, se quedan plantados. En el Bar de Mari, María Jesús Álvarez sirvió diez cafés el viernes a mediodía. Cuando hay movimiento en las obras, supera los cien diarios. "Lo notamos, aunque sabíamos que la obra sería algo temporal. Lo que no es normal, y repercute muy negativamente en la economía de toda la zona, es esta falta de planificación, que nos deja colgados".

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