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"Nadie auditó nada, llegó el Adif y arrasó todo"

Una de las calles de Campomanes que los vecinos exigen asfaltar. J. R. SILVEIRA

Nadie duda en Campomanes que la llegada de la obra de la Variante supuso un impulso para el sector hostelero. Tanto, que una cafetería se rebautizó como "El Ave". Marino Fernández es el gestor del establecimiento, con oferta de bocadillos. En los días álgidos de la obra ferroviaria, llega a vender cerca de ochenta. Sin los trabajadores, la mayoría de las comandas sólo reflejan bebidas. Lo mismo ocurre en la tienda de la localidad, donde más de una vez han tenido que aumentar pedidos porque las obras retomaban la actividad: "Nos pasa sobre todo con el embutido y el pan, que son los productos que más nos demandan", explicó Iliana Bolaño.

Unos cambios en el inventario no son nada si se comparan con lo que ha sufrido Marisa Serrano a lo largo de los últimos años. El proyecto de su vida era poner en marcha un hotel rural en la localidad de Los Pontones. Trabajó durante años en la planificación del proyecto y, cuando supo que por allí pasarían las obras de la Variante de Pajares, dio muchas vueltas para poder analizar los planos. "Todo esto que está aquí, no estaba en el proyecto", asegura. "Todo esto" son dos depuradoras de gran tamaño que han tapado toda la luz al inmueble del hotel Entrerríos, un sueño que se ha convertido en la pesadilla de Serrano.

El complejo hostelero que ella tenía en la cabeza incluía también una casa rural, que edificó en Traslacruz. Otra ilusión sin brillo por la alargada sombra de la Variante. Las obras dañaron el suministro y la casa rural quedó sin agua corriente. Serrano se vio obligada a construir un depósito, que tanto el Adif como el Ayuntamiento se comprometieron a tener siempre lleno de agua. "Pero era mentira. Si había puente, aunque yo tuviera turistas alojados, ellos no subían a llenármelo. Hubo clientes que dejaron la casa antes de tiempo o me pedían que les devolviera el dinero", asegura la hostelera. También recibió críticas en los portales de internet, que causaron un grave daño al negocio.

Emprendió una batalla en los juzgados contra el Adif, pero dice que no recibió justicia. Después de diez años sin agua, de constantes cancelaciones, de pérdida de clientes y de críticas por algo que el establecimiento no había hecho mal, la sentencia dictó que el Adif tendría que indemnizarla con 10.000 euros. "Esto es una vergüenza, un despropósito", dice la hostelera.

No es la única guerra que ha declarado al Administrador de Infraestructuras. También se querelló contra la dirección de la obra por la contaminación acústica en su hotel de Los Pontones. Ha recibido un fallo a favor, que el Adif aún no ha cumplido.

En el hotel siempre hubo agua pero, dice Marisa Serrano, la Variante le ha quitado todo lo demás. No entiende cómo se pudieron construir dos depuradoras, "que no estaban previstas en el proyecto", sin que nadie haya paralizado la actuación. "Es incomprensible que esto no lo haya auditado nadie. No hay ningún control, aquí llegaron y arrasaron con todo lo que había", destacó.

Le da pena ver su hotel oculto, como una pieza más de esa obra faraónica e interminable. Mucha pena, dice. Tanto, que su marido y ella llevan ya varios años con graves problemas de salud. El hotel sólo abre para grupos durante el invierno, porque calentar todo el edificio para una única habitación no sale rentable. Hoy, Marisa lleva la llave encima. Sube hasta una habitación. Desde la ventana ve la iglesia de Los Pontones, llena de humedades por la obra. "¿Quién nos devuelve ahora el valle?", pregunta al aire.

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