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Las vivencias del bisabuelo del Montsacro

Nicanor Suárez, de 93 años, visitó el pozo morciniego ya cerrado en el que entró a trabajar siendo un niño y en el que estuvo más de medio siglo

Nicanor Suárez, durante la visita a las instalaciones del pozo Montsacro. J. R. SILVEIRA

El 7 de enero de 1935 Nicanor Suárez Fernández comenzó a trabajar como pinche a la edad de doce años en las minas de Hulleras de Riosa por ser hijo de viuda minera, ganando entonces 4,5 pesetas diarias, y se jubiló en 1987 de Hunosa con 65 años como vigilante de mantenimiento con una pensión mensual de 84.000 pesetas.

Hace unos días, ochenta y un años después de su incorporación a la mina, LA NUEVA ESPAÑA acompañó a este bisabuelo de Morcín al pozo Montsacro, cerrado ahora hace un año, para compartir esta experiencia vital que muy pocos pueden narrar. Un auténtico récord Guiness de longevidad, de trabajo y de sacrificio que no tiene parangón.

A sus 93 años y camino ya de los 94, Nicanor atesora una salud de hierro y una memoria con precisión de reloj suizo. Nació el 8 de agosto de 1922 en La Foz de Morcín junto al "Cañu del Lugar de Arriba", pueblo en que sigue residiendo actualmente con su esposa Maximina Bardio, también de 93 años. "Entré como pinche con doce años por ser hijo de viuda minera. Mi padre Manuel había fallecido con 29 años al quedar enterrado por un derrabe de carbón en la octava del grupo Canales. De aquella no había pensión para las viudas y mi madre Amparo tuvo que sacar la familia adelante". Así, "me metieron a trabajar para sustentar a la familia ya que era el mayor de cuatro hermanos (José, Mino e Iluminada), todos ellos ya fallecidos y nos sacábamos dos años entre nosotros. Fui el primero, murieron ya los tres y quedé yo hasta ahora?" afirma Nicanor Suárez con resignación y tristeza.

"Recuerdo que cuando yo tenía ocho años mi padre nos decía que no quería que sus hijos fuesen mineros como él y resulta ser que lo fuimos todos. Yo tiré por la mecánica y mis hermanos fueron picadores de carbón. Mi mujer estaba siempre empeñada en que fuera dentro de la mina para ganar más". Su esposa, Maximina Bardio Cachero, no puede evitar la sonrisa cuando escucha a su marido esta afirmación.

"Entré ganando 4,50 pesetas diarias trabajando todos los días de la semana menos los domingos. Al mes ganaba unos veinticinco duros y cuando se terminó la guerra trabajábamos dos días, no recuerdo fijo si eran a la semana o al mes, para el Estado. Me jubilé en 1987 como vigilante de mantenimiento con una pensión de 84.000 pesetas al mes a la que había que descontarle la cuota del Montepío de la Minería que todavía la sigo pagando hoy".

Desde su incorporación en el año 1935 hasta su jubilación en 1987 Suárez trabajó en la misma mina: primero en Hulleras de Riosa hasta 1951, luego en Ensidesa hasta 1969 y finalmente en Hunosa. "Se movió la empresa pero yo no me moví. Vi el pozo nacer, colaboré a rellenar el río para taparlo con el alcantarillón y con las máquinas de vapor donde luego se instaló en junio de 1959".

Suárez apunta que "antes de abrir el pozo vinieron unos geólogos y cogieron unes fardeles de piedras. Este pozo tiene una riqueza muy grande porque tiene mucho carbón de aquí para abajo. El castillete llega a quinta planta, y otra máquina de extracción comunica hasta la once con Nicolasa", ya en territorio mierense.

Al llegar a la explanada del pozo Montsacro, Nicanor Suárez es saludado con admiración por Juan Manuel Menéndez "Joper", minero tevergano de 46 años que ejerce actualmente como vigilante de mantenimiento. "Joper" y su equipo de siete operarios conforman toda la plantilla que trabaja actualmente en el pozo Montsacro, que llegó a albergar a 1.200 mineros.

"Cuando se restauró en 2006 "La Figaredo", locomotora que permanece expuesta en la plaza del pozo, llamamos a Nicanor, que ya estaba jubilado, para que nos orientase y ayudase, y si funciona ahora es gracias a él. Conoce toda la mina como la palma de su mano", afirma "Joper", quien le comenta que hace poco estuvieron tapiando la bocamina de La Esperanza porque estaba inundada y entonces el bisabuelo morciniego le responde "pues allí tiene que haber al menos dos máquinas enterradas". Joper asiente con la cabeza: "Efectivamente, porque vimos que el agua estaba muy aceitosa".

Primer destino. El primer destino de Súarez como pinche aquel 7 de enero de 1935 fue la puerta del túnel de la once, por la que entraban 12 caballistas a cargar carbón que salían luego por la catorce. "Luego empecé a enganchar vagones y estuve de fogonero y con las máquinas, y a los 18 años saqué la categoría de oficial de primera y hacía reparaciones a las locomotoras y calderas de vapor". Al poco de entrar Ensidesa, "comenzaron a profundizar el pozo y cuando se terminó trajeron maquinaria. Pero antes, fui a instalar un compresor a mina de la Esperanza con unos montadores de Gijón. Yo aquí no tenía éxito ninguno porque aquí cuando te miren mal estabas mal miráu. Quien me puso a mi donde yo quería estar fue un montador de Gijón, Pachu, que quería llevame con él para Gijón y le dije que no, porque tenía casa aquí, pero me dejó una buena recomendación para que me aprovechasen, porque dijeron que iba a ser un buen oficial. Estuve muchos años con el mantenimiento. Después las cosas iban bien y hacía falta un vigilante y me pusieron a mí. Estuve 34 años como vigilante de mantenimiento hasta que me jubilé en 1987".

Este bisabuelo autodidacta aprendió él sólo a base de tesón y empeño personal, "a mí no me trajo nadie nada bueno para mí, no me quisieron enseñar. Yo quería que me enviasen a aprender al taller de la Pereda pero aquello fue imposible porque solo era para los enchufaos. A las seis de la mañana entraba a trabajar en La Esperanza y echaba muchas horas porque había muchas lámparas de gasolina".

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