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Historias heterodoxas

La aventura de Mathieu Corman

El belga, autor de la obra "Incendiarios de ídolos" sobre la Revolución del 34, luchó en la Guerra Civil, fue partisano contra los nazis y regentó tres librerías

La aventura de Mathieu Corman

En 2009, la asociación Cambalache reeditó "Incendiarios de ídolos", que se había publicado por primera vez en París en 1935. El subtítulo original "Dos vagabundos en la revolución de Asturias" se reemplazó aquí por "Un viaje por la revolución de Asturias", una licencia que los editores consideraron más acorde con los tiempos. El libro tiene unos añadidos muy recomendables: prólogo, postfacio y biografía sobre su autor, el belga Mathieu Corman, quien fue editor de su propia obra. La narración, aunque no aporta nada nuevo sobre este episodio, tiene el interés, según los editores de Cambalache, de ser "uno de los escasos testimonios, si no el único, de un periodista extranjero que vivió la experiencia en pleno desarrollo de los acontecimientos".

Corman nació el 15 de febrero de 1901 en un pueblo cercano a Eupen, enclavado en una de las zonas que Alemania perdió a favor de Bélgica como castigo tras su derrota en la I Guerra mundial. Por lo tanto tenía 33 años cuando llegó a Asturias llevando en su motocicleta a un amigo, que cita constantemente en su relato solo con el nombre de Lucien y que debe ser el periodista y pintor Lucien van Vye. Leyendo sus datos biográficos sabemos que su familia era católica; que en aquel momento estaba casado; también que era huérfano de padre desde los tres años y que tras haber iniciado sus estudios en un internado franciscano, cursaba ya la enseñanza media en un instituto cuando los acontecimientos bélicos y su afán por la aventura cambiaron para siempre su vida tranquila.

Antes de su paso por Asturias ya había tenido experiencia militar, como artillero e intérprete para el ejército belga, y también literaria, publicando reportajes sobre los acontecimientos que sacudieron en marzo de 1920 la república de Weimar y en 1933 el libro "Bajo el sol de Marruecos", donde contó las últimas operaciones francesas en el país norteafricano.

Según se cuenta en "Incendiarios de ídolos", los dos aventureros decidieron entrar en España por la frontera francesa al oír las primeras informaciones sobre la huelga general que acababa de declararse, sin saber muy bien hacia dónde dirigirse, pero se detuvieron en un pueblo navarro para comprar provisiones y allí les llegó la sensacional noticia de que Asturias se había constituido como estado comunista independiente "después de haber masacrado o encarcelado a todas las fuerzas de que disponía el gobierno de Lerroux". Entonces tomaron la decisión: "Nuestra elección está clara. ¡Iremos a Asturias!".

Para poder cruzar todos los controles militares que bloqueaban la región, se hicieron pasar por dos despistados redactores de guías turísticas en busca de la cueva de Altamira y desde Cervera de Pisuerga cruzaron en busca de Potes, iniciando su periplo por el oriente asturiano hasta salir por el puerto de Pajares después de haber visitado los escenarios revolucionarios en Gijón, Oviedo y las cuencas mineras.

El relato está articulado en tres partes: "Aventura", donde se cuentan las anécdotas que salpicaron su viaje; "La Revolución"; con sus impresiones sobre los hechos de octubre y "La Pacificación", donde narra con detenimiento su parada en Mieres, en casa del minero Aurelio Suárez, incluyendo, junto a una extensa conversación sobre los detalles de la lucha y los bombardeos en la villa, un párrafo con los argumentos que el autor belga tuvo que emplear para tranquilizar a su compañero ante las penosas condiciones de su alojamiento: "es completamente inútil luchar, en el sitio que estamos, contra cierto tipo de bichos; que es lo mismo que intentar hacer que desborde el mar al sumergirse dentro; que no ha habido jamás hombre alguno que haya sido devorado vivo por pulgas; que más valía dejarlas alimentarse a gusto, pues disputarles un recurso nutritivo las obligaba a buscar otro?"

En esta página solo podemos pasar muy por encima a la hora de analizar este libro, pero sin dejar de resaltar dos aspectos. Primero está la confirmación de algo que hemos expuesto aquí muchas veces: los acontecimientos de 1934 son el capítulo más destacado en la historia de la Montaña Central aunque, seguramente por su relativa proximidad en el tiempo y la cercanía de sus protagonistas, no nos demos cuenta de su importancia.

Corman lo ve así en un párrafo de su libro: "Ahora reconocemos que la revolución española, contrariamente a lo que habíamos creído en un principio, ha sido un acontecimiento de gran envergadura. Sin ninguna duda es el movimiento obrero más importante que se haya registrado en el mundo desde la Revolución rusa". En el mismo sentido, la misma edición de Cambalache incluye en su postfacio un buen trabajo sobre la acogida que tuvieron en la prensa obrera belga las noticias del octubre asturiano, que sirve como ejemplo de la impresión que debió causar entonces en el proletariado de todo el mundo.

El otro aspecto interesante está en la crítica del escritor a la manipulación de los hechos dirigida desde algunos diarios españoles, que aún hoy aprovechan quienes están empeñados en deformar la historia para servir a sus intereses políticos. Corman niega como testigo directo las noticias que llegaron a publicarse con este tipo de informaciones: "todos los soldados, guardias civiles, guardias de asalto, caídos en manos de los rebeldes, sufrieron el trato más bárbaro; fueron acuchillados, decapitados, y sus cabezas arrojadas como un juguete al populacho mientras los troncos mutilados se exponían en las plazas públicas".

O esta otra: "Hoy llegaran a la capital un numeroso grupo de huérfanos de los guardias civiles muertos en el curso de los disturbios revolucionarios. Los niños se encuentran en un estado lamentable. Muchos de ellos están horriblemente mutilados? a muchos de esos niños les han sacado los ojos. Esos pequeños quedarán ciegos para siempre?". Reseñando que para comprobar si este espanto era cierto, una Comisión de Investigación presidida por el doctor Espinosa del Instituto de Puericultura de Oviedo, recorrió Asturias sin encontrar a ningún niño que presentase lesiones de ningún tipo causadas por los revolucionarios.

También desmiente las supuestas violaciones de monjas y aquellas barbaridades sobre curas colgados en las carnicerías con el cartel de "se vende carne de cerdo". Aunque en este caso, él también se dejó llevar por sus propios deseos, puesto que olvidando las 34 víctimas religiosas de esos días, concluye con la afirmación de que "nunca se nos ha citado un solo nombre que apoyase historias relacionadas con el asesinato de miembros del clero y parece que no fue muerto ningún cura en el curso de la revolución, excepto los que fueron alcanzados por la explosión del Instituto o que cayeron en el curso de los combates".

En el caso de la muerte del capitán Alonso Nart en Sama de Langreo, critica la primera versión de "ABC" el 23 de octubre de 1934, antes de confirmar que había muerto a balazos: "?ese oficial fue echado en la carretera. Un grupo de esas bestias sin alma subió en un camión pesado e hizo pasar el enorme vehículo sobre el cuerpo del desgraciado capitán con lentitud calculada, con el fin de que la tortura fuera mayor?". Aunque da por buena la exageración de que el hermano del capitán -quien había hecho circular la versión del camión-, llegó a sacar por su cuenta a 23 revolucionarios detenidos en los calabozos de Sama de Langreo y de La Oscura para matarlos en venganza a sablazos y cuchilladas.

Mathieu Corman se afilió en 1935 al Partido Comunista Belga, del que fue expulsado en los años 50 porque nunca comulgó con las ideas de Stalin, como lo prueba el hecho de que regresó a España durante la Guerra Civil para combatir junto a los anarquistas en la Columna Durruti. En la toma de Teruel coincidió con Hemingway, Capa y Herbert Matthews y luego, otra vez en Bélgica, fue partisano contra los nazis. En la primavera de 1942 volvió de nuevo a España, donde se le detuvo y permaneció encarcelado nueve meses y medio.

Fue autor de varios libros, algunos están firmados con el pseudónimo de Nicolas Cravenne, aunque sin duda los más interesantes son aquellos que plasman sus experiencias en los Balcanes y la Unión Soviética y sobre todo los dos que tienen escenario español: "Incendiarios de ídolos" y "¡Salud camarada! Cinco meses en los frentes de España", publicado en plena Guerra Civil.

Pero sobre todo destacó como librero, regentando tres establecimientos -en Ostende, Bruselas y Le Zoute-, y también como periodista de campaña, tras pasar por Inglaterra, Europa Central, los países árabes, Cuba, China e incluso Estados Unidos, donde tuvo que entrar clandestinamente a través de Canadá, debido a su militancia comunista.

En 1975, el mismo día en que celebraba su 74 cumpleaños, se quitó la vida colgándose de un árbol en un bosque cercano a su casa.

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