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Historiador

El vuelo de los ángeles rojos

La historia de los miles de niños asturianos que, huyendo de la Guerra Civil, embarcaron rumbo a otros países, principalmente la URSS

El vuelo de los ángeles rojos

La guerra civil duró poco en el Frente Norte. En septiembre de 1937 ya estaba claro que Asturias no iba a resistir, aislada tras la caída de Santander, con las tropas fieles a la República desmoralizadas ante la imposibilidad de entrar en Oviedo y la población civil amedrentada por los bombardeos inclementes.

La noticia de que las brigadas navarras avanzaban imparables después de haber sobrepasado el frente de la sierra del Cuera, trajo el recuerdo de la represión sufrida tras el fracaso de la revolución de Octubre y la seguridad de que a la segunda, sin tener que rendir cuentas más que así mismos, los verdugos podrían justificar su saña como un acto de justicia a sus caídos. El general Queipo de Llano lo había dicho claramente desde Radio Sevilla: "Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen".

En aquel momento, algunos ya estaban preparando su propia salvación, pero incluso los más temerosos tuvieron claro que lo más importante eran los niños y niñas, que podían acabar sufriendo a lo largo de toda una vida las consecuencias de la barbarie.

Las gestiones de la Consejería de Instrucción Pública del Consejo de Asturias y León, apoyada por Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de Asturias y el Socorro Rojo Internacional vieron una luz en el ofrecimiento del cónsul de la URSS, quien les manifestó que las puertas de Rusia estaban abiertas para los huérfanos de los combatientes o aquellos otros que previsiblemente iban a ver a sus familias desechas cuando llegasen los vencedores.

Niños y niñas llegaron hasta Gijón desde toda el área de influencia del "gobiernín" -la mayoría eran de las cuencas mineras- para alojarse en casas requisadas donde los maestros se encargaron de prepararlos para una previsible evacuación, hasta que por fin se decidió embarcarlos desde el puerto de El Musel.

La operación se inició a las once de la noche del 23 de septiembre de 1937, apresuradamente y sin ceremonias. 1.100 niños y niñas, ayudados por unas decenas de educadores que coordinaba el veterano maestro republicano Pablo Miaja Fernández, pudieron zarpar a bordo del carguero "Deriguerina", con sus luces apagadas para evitar ser vistos.

Dos días más tarde el barco atracó en Saint Nazaire, en la desembocadura del río Loira. Allí los atendieron y muchos fueron trasladados al buque soviético "Kooperasiia", que los llevó a Gran Bretaña. Después de hacer un último transbordo al "Félix Dzerzhinsky", pudieron arribar definitivamente a Leningrado, entre flores y música, a principios de octubre, para iniciar una nueva vida.

Con los años, muchos de aquellos pequeños escribieron sus memorias, que lógicamente coinciden en lo fundamental, aunque muestran algunas contradicciones a la hora de contar los detalles que rodearon su salida de Asturias, algo lógico si tenemos en cuenta su poca edad y el tiempo transcurrido. Así, mientras unos defienden que el barco zarpó "entre lágrimas, gritos, órdenes, explosiones de obuses y bombas" y evitando con una maniobra la presencia amenazante del crucero "Almirante Cervera", que vigilaba la costa gijonesa, otros constatan que se escogió precisamente aquella fecha conociendo la agenda del barco franquista, que se movía regularmente para repostar en El Ferrol.

Es difícil recoger todo lo que se ha publicado sobre este episodio, pero quien quiera profundizar puede hacerlo con la lectura de "Memorias imborrables" (2007), del ovetense Adolfo Eustaquio Cabal, quien fue de los primeros en regresar a Asturias para rehacer su vida. También están los casos de quienes partieron desde otros lugares, como Isabel Argentina Álvarez Morán, autora de "Memorias de una niña de la guerra" (2003), que salió desde Bilbao en la primavera de 1937 en uno de los treinta barcos que en aquel momento fueron puestos a disposición del Gobierno vasco.

Aunque para los habitantes de la Montaña Central tienen especial interés "Memorias de un niño de Moscú: cuando salí de Ablaña" (1999), de José Fernández Sánchez, y sobre todo "Simplemente mi vida" (2009), firmada por Nieves Cuesta Suárez, nacida en La Pereda de Mieres y vecina de Braña Castañar, que marchó desde Alicante en el "S.S. Stanbrook". Se trataba de un pequeño barco de carga, construido en 1909 y remozado en aquel mismo 1937, que había atracado para recoger mercancías y se convirtió en protagonista involuntario de la historia gracias al comportamiento de su capitán Archibald Dickson, quien contradijo las órdenes que llevaba y dejando de lado su cometido laboral, fue capaz de apiñar a 2.638 personas en aquel buque que solo alojaba 24 tripulantes, para llevarlos después hasta Orán.

Hay constancia de que más asturianos también fueron embarcados en otros puertos, a veces en grupos numerosos. Unos quinientos lo hicieron desde Cataluña. Se calcula que fueron casi 40.000 los niños y niñas evacuados de España a causa de la guerra civil hasta Francia, Bélgica, Reino Unido, Méjico y otros países, aunque la mayor parte terminaron en la URSS.

El país de los soviets acogió con los brazos abiertos a la mayoría de los 4.000 que salieron de Asturias: cuando llegaban allí, los pequeños eran aseados, alimentados, vestidos y sometidos a una revisión médica. Después comenzaba su educación, según las normas estalinistas, en las llamadas "Casas de Niños". Incluso cuando comenzó la II Guerra Mundial se acordaron de ellos para trasladarlos a las ciudades más alejadas de los frentes.

Luego, el destino los llevó por distintos caminos. Mientras unos ya no salieron nunca de Rusia o se establecieron en Cuba, otros regresaron a España siendo todavía jóvenes y no fueron pocos los que decidieron volver cuando sintieron la muerte cerca. Ya sobreviven muy pocos. Nieves Cuesta falleció el 4 de julio de 2015 y dejó escrito en su libro una opinión que compartieron la mayoría: "Tanto nos integramos con los rusos que, para nosotros, no había otro país, otro gobierno otros jefes, otros partidos, que fueran mejores que aquellos. Eran los mejores en todo: en industria, riquezas naturales, los más valientes y patriotas; y Stalin nuestro dios, nuestro padre, nuestro maestro (?) solo el paso del tiempo me ha hecho ir cambiando y colocando las cosas en su justa perspectiva; me he vuelto más realista, conservo las convicciones básicas con las que me educaron y deshecho las que, considero, resultaron falsas y erróneas al cabo de los años".

Desde diciembre de 2005 una escultura del leonés Vicente Moreira recuerda en la playa gijonesa de El Arbeyal a quienes partieron aquella noche en el "Deriguerina". Por lo que a mí respecta, me gustaría dedicar esta página a un personaje secundario de esta historia: el heroico capitán Dickson. Aquel hombre que puso en juego su futuro y su propia vida por salvar a los pequeños republicanos españoles pocas horas antes de que las bombas empezasen a caer sobre el puerto de Alicante, murió en su barco, al frente de toda su tripulación, cuando un submarino nazi lo hundió en 1939. Honor y Gloria.

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