José Álvarez Junco, "el más heterodoxo de nuestros historiadores y por tanto el mejor" según Manuel Tuñón de Lara, se acercó hasta la Casa de La Buelga de Ciaño para impartir una conferencia que versó sobre "Naciones y nacionalismos". La organización del acto corrió a cargo de la Asociación Cultural "Cauce del Nalón" y de la Universidad de Oviedo, y contó con la colaboración del Ayuntamiento de Langreo y del Club LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas.

Josefina Velasco, licenciada en Historia, fue la encargada de glosar la figura del ponente y plasmó su dilatada trayectoria profesional como Catedrático de Historia del Pensamiento y los Movimientos Sociales de la Universidad Complutense hasta el año 2014, su reconocimiento como Premio Nacional de Ensayo 2002, docente en Boston y Harvard y "autor de una ingente cantidad de libros, artículos y prólogos". También anunció la inminente publicación de su última obra: "Dioses inútiles. Naciones y nacionalismos", que estará en las librerías el próximo 4 de abril.

Alvarez Junco explicó que su libro se distribuye en cuatro partes bien diferenciadas "que analizan desde el cambio en nuestra manera de ver las naciones hasta las diferentes identidades nacionales, distintas a España, que existen en la península Ibérica, incluida Portugal". Igualmente, expuso la necesidad de que los científicos sociales lleven a cabo el estudio de sujetos concretos e inequívocos y partan de datos verificables ya que, "la historia ha de escribirse en términos no nacionales y teniendo en cuenta que hablamos de un sujeto cambiante".

Después de un concienzudo repaso de los distintos conceptos del término nacionalismo desarrollados por autores como Renan, Deustch o Kedourie, el historiador concluyó que "el nacionalismo es la coartada más consistente para legitimar el poder y el modo más grave de deformar la Historia". Y es que, "se ha intentado infinitas veces definir lo que es una nación, pero siempre según criterios objetivos que no funcionan, porque la nación es una referencia etérea e inventada", apuntó.

Servir a las élites

Según el historiador, el concepto de nación se contempla "como un fenómeno artificial e instrumental que sirve a las élites políticas, si bien es cierto que una nación no puede crearse de la nada y ha de tener una serie de antecedentes y referentes culturales creíbles".

"Ni la raza, ni la religión ni la lengua como elementos comunes pueden sustentar una idea que tiene su factor clave en la voluntad, la creencia y la adhesión emocional", explicó. Así "Cataluña sería una nación, porque es lo que sienten muchos (o algunos) de sus habitantes, pero también España es una nación por el mismo motivo, con lo cual habría que decidir quién es el sujeto titular del derecho a decidir". Además, matizó que "el proceso independentista solo procuraría a los catalanes la satisfacción de haberse librado de la carga que supone estar bajo la opresión de España".

Quizá por eso, terminó expresando su convicción de que "la independencia de Cataluña es inviable e improbable ya que además de ser frontalmente repudiada por el Gobierno español, no contaría con el respaldo de la comunidad internacional y tan solo beneficiaría a tres o cuatro políticos".