El fajín desgastado de tanto atarlo, la montera picona que no se quiere cambiar, el vaso de fino "La Ina" que llenaba una vez al año. Es parte del preciado patrimonio del "Puyaor de honor" de la Sociedad Los Humanitarios de San Martín de Moreda, José Antonio Gutiérrez, "Caneco". Una voz pegada a la fiesta, que lleva más de medio siglo pujando el pan tras la misa del 11 de noviembre. Vecinos, amigos y familiares le regalaron ayer un homenaje en la sede de la entidad, en Moreda. Él acudió emocionado y, como siempre, lleno de historias. Es capaz de convertir lo cotidiano en la mejor anécdota, como cuando fue a hacer la mili a Zaragoza y terminó de chófer para el Rey Juan Carlos. Le gusta hablar y no es para menos. Tiene una vida que es para contarla.

Eran él y otros quince, o alguno más. Un grupo de amigos de Moreda que, en el bar de Gésima (en un edificio frente a la iglesia), decidieron recuperar la fiesta de Los Humanitarios y convertirla en la celebración que ahora cruza fronteras. "No quiero que se me olvide ninguno y nómbralos por el mote, que es como los conoce todo el mundo, el nombre no lo se ni yo", dice Gutiérrez, mientras hace memoria para enumerar a sus compañeros de batallas de entonces: Manuel, el actor José Suárez, Maquinay, Gelo Bemba, Avelio, Santinos, Fredito, Celso, "Kike bocadillo", Juanín el de Gésima, don Luis el médico, Tino "gasolina", Tino "Cartagena", "El Mariscu" y "Corralitu". En una tarde de junio, decidieron que el 11 de noviembre habría fiesta. De allí salieron con cargos, don Luis el presidente, Gelo el tesorero y Caneco sin título preciso. Pero encargado del reparto de funciones.

Lo de la logística era lo suyo. Trabajó toda su vida como transportista, con un camión propio rotulado en negro: "Caneco". Resume, como nadie, lo difícil de ser autónomo: "Mucho reí y mucho lloré yo porque ese camión era mío", reconoce. Y, una mañana, encontró a una "moza muy guapa" que leyó aquel rótulo y le preguntó de dónde venía su apodo: "De un caballín que había en La Casanueva, al lado de la casa en la que nací. Se llamaba Canero, pero yo no era capaz de pronunciar bien porque era pequeño", replicó José Antonio. Así unió su vida para siempre a aquella moza guapa. Se llama Remedios Muñiz, ayer presente en el homenaje, la mujer de Caneco y madre de sus dos hijos.

A ella le inculcó también el espíritu humanitario. Las ganas de contar los días hasta que llega el 11 de noviembre. Y llegó aquella primera fiesta, pero no tenían "puyaor". "Nadie se atrevía a salir allí, a la plaza de la Iglesia, porque había mucha gente", afirma Caneco con una sonrisa de orgullo, que consigue ocultar solo a medias con el sombrero que ahora lleva siempre calado. Saltó al ruedo, se entusiasmó a la primera puya, y ya no pudo dejarlo.

"Alguna mentira hay que decir para que la 'roscona' se pague cara", admite el admirado "puyaor". Así que si la puja se paraba, Caneco la animaba con "dicen por ahí 1.000 pesetes", aunque no hubiera tal oferta. La experiencia es un grado y, el año pasado, logró "colocar" la "roscona" (el bollo más grande del ramo) por 500 euros. "Este noviembre voy a por los mil", bromea el allerano.

Ése es el mejor momento de la fiesta para él, cuando vende todo el ramo. Pero, de joven, sabía que la romería no había hecho más que empezar. "Los bares nos regalaban una caja de fino 'La Ina' para que pasáramos la fiesta. Yo cogía una botella y no la soltaba", relata. Es su mujer la que le hace una seña para que deje la historia: "¿Qué van a decir de ti?".

Nada, nadie dirá algo malo de Caneco. Porque pocos alleranos hay que no conozcan y aprecien a ese hombre de semblante amable, de ojos brillantes y de fortaleza admirable. Pocos hay que no hayan recibido de su voz, ahora algo gastada de tanto puyar, un "que San Martín te lo pague". Es la coletilla marca de la casa, con la que entrega el pan al que gana la subasta.

Y los pocos que no conocían a Caneco, se quedaron de piedra cuando le vieron hablar de forma distendida con los Reyes de España. Entonces, en el año 2005, don Felipe y doña Letizia eran Príncipes de Asturias. Habían acudido a Moreda para entregar a la Sociedad Los Humanitarios de San Martín el premio al "Pueblo ejemplar". "Es un día que recordaré siempre, pero no sabría decir cuál ha sido mi mejor momento en la fiesta y en la sociedad. Me he llevado y aún me llevo muchas alegrías", asegura. Como cuando vio a su nieta, Alba Gutiérrez, vestida de "xana" (la reina de las fiestas de Los Humanitarios de San Martín): "Es que ye muy guapa", remata Caneco, con los ojos dibujados de cariño.

Presume de familia porque es su mayor tesoro pero, también, porque es un maestro en el regateo de las palabras. Cuenta lo que quiere a la primera. A la segunda, los secretos que le cuesta guardar. Así que, a veces, hay que repetirle la pregunta: "¿De qué hablabas con los Príncipes, Caneco?". "De cuando hice la mili, en Zaragoza, porque conocí a don Juan Carlos y me contrató como chófer. Era un chaval muy majo, lo pasé muy bien con él", replica. El hombre de paso ahora un poco vacilante, con 79 años, al que le gusta el pasado y no le asusta el presente.