El paisaje asturiano es algo que hay que cuidar, pero que también hay que patear. Por eso, la Asociación Lobo Nómada junto con el Ayuntamiento de Langreo ha organizado una acampada de cuatro días para niños de entre catorce y diecisiete años, que recorrieron el cordal que separa las cuencas del Nalón y del caudal, partiendo el lunes del Ecomuseo de Samuño para llegar ayer al Raigosu, en Laviana. Esta iniciativa tendrá continuidad en el mes de agosto.

La primera experiencia ha sido positiva, como comenta el conservador del paisaje protegido de las Cuencas Mineras, Carlos Fernández. "El objetivo es conseguir que los jóvenes se integren en la naturaleza", comenta. De los diez participantes que comenzaron la aventura, dos tuvieron que abandonar por problemas de diferente índole. Ya recuperados, Fernández reconoció que esos casos "sirvieron para ver la capacidad de reacción del equipo, ya que a la montaña, como al mar, hay que tenerles respeto".

Destacó la presencia en el grupo de dos niños saharauis que se encuentran con familias de acogida en Langreo, durante el verano. Uno de ellos, Jacub, tuvo claro desde el principio que "iba a repetir y a contarlo a todos los amigos" cuando volviese a casa.

En todo momento tuvieron la ayuda tanto de las dos monitoras, Mónica Valdés y Ángeles Rodríguez, y del organizador, Alejandro Fernández. Los tres destacaron la capacidad de los chicos para cumplir con los ritmos marcados en las marchas y hacer frente al tremendo calor. Valdés explicó que una de las metas "era conseguir que el nivel de compañerismo fuese alto y todos han respondido", aunque reconoce, junto con Rodríguez, que lo más complicado fue "que asumieran las responsabilidades del día a día: montar el campamento, recoger, etcétera".

No ocultaron el susto de los dos abandonos. "Comieron y bebieron continuamente para evitar estas cosas, pero el calor y la exigencia de la ruta pueden pasar", explicaron. "Debe tenerse en cuenta que son todavía dependientes, poco acostumbrados a la montaña. Era algo que podía ocurrir". De las cuatro jornadas de acampada, tuvieron dos de extremo calor, que precedieron a una de lluvia y niebla en la que tuvieron que cambiar los planes para pernoctar.

Carlos Fernández comentaba que "los chavales deben de tener en cuenta que están ante un privilegio, porque estamos en una zona donde está prohibida la acampada libre". La Asociación Lobo Nómada ha sido capaz con esta iniciativa de dar un buen uso a los ecosistemas que nos rodean y los niños tuvieron dos vías de conocimiento: una puramente natural, consistente en el reconocimiento de especies tanto vegetales como animales, y otra de tinte más cultural en torno a la figura de Armando Palacio Valdés. "Todas las noches leímos unos fragmentos de sus obras que tengan una moraleja para ellos", esgrimió Alejandro Fernández. "Debemos pensar que toda esta belleza que nos rodea es el parque de la gente que vivimos en los valles, ¿por qué no lo vamos a disfrutar?", señaló Carlos Fernández, que aún así es consciente de que "muchos de los habitantes de las Cuencas ni conocen ni quieren conocer este paisaje".

En el caso del equipo de monitores, la conclusión ha sido más que positiva. "Hay que tener en cuenta que esta generación es de estirpe urbana y por fin se ha encontrado una manera de que se relacionen con el entorno". El acuerdo entre Lobo Nómada y el Ayuntamiento de Langreo, a través de la concejala de medio rural y juventud, Rosario Hernández, continuará, porque como apuntan, es una experiencia "dura, pero muy positiva". Esta es una manera de que los más jóvenes conozcan, descubran, cuiden y exploren su entorno natural.