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Un día cualquiera en la Carisa

Los trabajos en el yacimiento incluyen excavaciones, teledetección de metales y toma de imágenes para hacer un modelo del campamento romano

9.00 horas. Monte Carraceo, la Carisa. 1.200 metros de altitud.

Dos todoterrenos aparecen por la pista forestal. Hay niebla, pero el sol se dibuja tras la bruma y parece listo para salir. Los vehículos aparcan en la majada y empieza un baile de abrir y cerrar puertas. Así arranca una jornada de excavaciones en la Carisa. Dirige los trabajos la arqueóloga Esperanza Martín, que cuenta con otros expertos en las labores de campo. Colaboran en la excavación, además, dos trabajadores cedidos por el Ayuntamiento de Aller.

Son Juan Vázquez y José López. Armados de pico y pala, empiezan a excavar. Hay dos sondeos perpendiculares: el primero saca a la luz lo que fue la fortificación del campamento romano de Carraceo. El segundo, más cerca de la pista, descubre un tramo de la vía romana original. Los trabajadores, beneficiarios del plan de empleo local, reconocen que las labores son duras pero "compensan". "Estamos haciendo algo distinto, no podíamos imaginar que íbamos a participar en un descubrimiento", señaló Juan Vázquez. Sigue excavando y, tras unos minutos, aparece un objeto metálico entre la tierra.

Esperanza Martín está hoy acompañada por el arqueólogo Diego Díaz. Ellos también están trabajando en el sondeo, abriendo un poco más los bordes, pero dejan la pala para acercarse al hallazgo. Ella es la encargada de recuperarlo y guardarlo para llevarlo al laboratorio. La investigación y restauración de las piezas se reserva para los días en los que la meteorología no permite trabajar en el monte. La Consejería de Cultura aporta 4.000 euros para las labores del laboratorio.

La de hoy no es la primera pieza que aparece. Pero los arqueólogos prefieren no avanzar el origen de los restos ni ofrecer detalles sobre la magnitud de los descubrimientos: "Habrá un informe completo cuando culminen los trabajos", destacó Martín. También se ha llevado a cabo una teledetección de metales completa en todo el entorno, por lo que el sondeo se da por finalizado. Ya es media mañana y el sol aún está escondido. Operarios y arqueólogos se sientan en la majada para debatir sobre la campaña. Según la directora de los trabajos, "sabemos con certeza que es un campamento romano. Está atravesado por la Vía Carisa y es muy distinto a los dos recintos que se habían investigado antes". No hay restos de que hubiera un foso y la fortificación se limita a un terraplén de tierra, posiblemente con una empalizada superior.

Vuelta al trabajo, y ahora van a por algo concreto. La excavación se centra en la búsqueda de restos de la posible empalizada. La madera, restos orgánicos, permitirá una prueba de Carbono 14 que serviría para datar con precisión el primer asentamiento. Martín va a dejar herramientas al coche, y vuelve con una cámara de fotos. Es el momento tomar imágenes para elaborar una reproducción en tres dimensiones, conseguir una réplica realista del yacimiento romano. Es un trabajo preciso y se demora hasta primera hora de la tarde. Los trabajadores municipales terminan la jornada, los arqueólogos se quedan. No hay horarios, el ritmo de trabajo lo marca la temperatura. Cuando cae, llega la hora de recoger con cuidado las herramientas, también de proteger las zanjas abiertas durante el día, cubriéndolas con plásticos para resguardar la investigación. Las previsiones anuncian lluvias durante la semana, toda precaución es poca para evitar que el trabajo se estropee.

Vigilancia

Hay un enemigo peor que la meteorología: el furtivismo. Por eso que el yacimiento no está desatendido. Patrullas del Seprona y la Policía Rural de Lena han aumentado el control de la zona para protegerla día y noche. Atentar contra los restos es un delito grave, ya que la zona está protegida como Bien de Interés Cultural (BIC). Con la vigilancia de los cuerpos de seguridad, los restos de la Carisa descansan tranquilos. Esperando para volver a empezar en un nuevo día.

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