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Historiador

Piedra para un convento

La historia de la construcción del edificio de los Pasionistas en Mieres, de estilo neogótico, que se inauguró el 11 de noviembre de 1910

Piedra para un convento

El día 1 de julio de 1901 el gobierno de Francia aprobó la llamada Ley Combes -llamada así por el ministro de Instrucción Pública Émile Combes, que fue su inspirador-, lo que supuso la clausura de miles de colegios católicos en aquella república. Tres años más tarde su Parlamento completó la norma dando un plazo de 10 años para que los religiosos dejasen de impartir cualquier tipo de enseñanza a los niños y jóvenes del país, con la opción de respetar su trabajo si se secularizaban para convertirse en maestros laicos. Algunos lo hicieron a título individual, pero la mayor parte de las órdenes tuvieron que abandonar sus conventos y pidieron ayuda a los católicos de los países vecinos.

Ya les hemos contado como los empresarios de la Montaña Central respondieron generosamente a la llamada encargando a frailes y monjas la educación de sus futuros trabajadores. Duro había traído en 1897 a las Hermanas Dominicas de la Anunciata para sus niñas de Sama de Langreo y al año siguiente los Guilhou las llevaron también a Fábrica de Mieres, mientras la Hullera Española hacía lo propio con las Hijas de La Caridad de San Vicente de Paúl.

En cuanto a los niños, don Buenaventura Junquera, ferviente católico y director técnico en aquellos años de las instalaciones del Nalón, prefirió a los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que a principios del siglo XX ya estaban en Ciaño, enseguida en La Felguera y poco después en Mieres, para extenderse, siempre con el apoyo financiero de los empresarios, por numerosos pueblos de las dos cuencas mineras.

Más difícil fue encontrar justificación para acoger a aquellas órdenes que no se dedicaban ni a la enseñanza, ni al cuidado de enfermos o ancianos, pero que tampoco hacía vida de clausura. Entre estos estaban los padres Pasionistas, fundados en 1741 por el italiano San Pablo de la Cruz y que eran poco conocidos en España, donde no habían podido abrir su primer convento hasta 1880.

En el momento de la decisión francesa tenían allí 1.290 frailes, que se repartieron por Bélgica y Holanda y desde 1903 también llegaron a Palestina. No sabemos por qué los marqueses de Camposagrado escogieron a esta orden para igualar sus méritos a los de la nueva burguesía industrial, pero el 27 de enero de 1907, seis religiosos ya estaban en Mieres para encargarse de la labor pastoral en el populoso barrio de La Villa.

Ahora, Rolando Díez ha encontrado en su incansable pesquisa por los antiguos registros notariales -que ya ha dado tan buenos frutos- un curioso documento que me cede para que ustedes también puedan conocerlo aprovechando esta página semanal dedicada a nuestra historia.

Se trata de un acuerdo firmado el 29 de septiembre del mismo 1907 en la notaría de don Justo Vigil por los industriales Gerardo Molleda Rodríguez y Martín Fernández Menéndez con el cantero Andrés Peláez Fernández en el que se especifican las condiciones para "el suministro de piedra necesaria para las obras de fábrica para los edificios que se van a construir en la vega de esta villa destinados a residencia de los RR. PP. Pasionistas y adquieren el derecho de explotarla y sacarla toda de una cantera existente en la pomarada de una posesión llamada "de Duró" próxima al camino de la mina Mariana y la primera que se encuentra a la izquierda caminando por este a partir desde la capilla de N. S. del Carmen de La Villa".

La cantera era propiedad de don César Fernández y García Tuñón, que en aquel momento habitaba la "casa Duró", que como saben es el edificio civil más antiguo que se conserva en Mieres -restaurado y sin uso para sonrojo de nuestras autoridades-. Entre las condiciones que se fijaron para conceder los derechos de explotación el propietario especificó que debía efectuarse de forma regular, por todo el frente y cuidando de dejar el piso bien igualado y al mismo nivel, sin pozos ni altibajos.

El precio del metro cúbico de piedra, incluyendo el arranque, despiece y preparación, quedó fijado en una peseta y cincuenta céntimos más otros veinticinco céntimos si se decidía cambiar de lugar y efectuar el trabajo en otro punto cercano llamado "La Canterona", también de don César, aunque la cubicación debía realizarse sobre las paredes ya construidas.

Los Pasionistas todavía pasaron un mal trago cuando su orden fue declarada ilegal temporalmente por no haberse inscrito en el Registro Civil, pero finalmente el 11 de noviembre de 1910 se inauguró aquel convento, en estilo neogótico, rematado con algunas piezas de color rosado traídas de otros puntos y una rica decoración interior, que ya solo podemos conocer por las escasas fotografías que se conservan.

El edificio, que sirvió como cárcel durante la Revolución de 1934 y la Guerra Civil, tuvo una vida corta ya que el crecimiento de la población y la asistencia masiva a las ceremonias religiosas que acompañaron al franquismo lo dejaron pequeño. En 1958, la congregación encargó al arquitecto municipal Luis Cuesta Rodríguez otro nuevo, que se abrió al culto pocos años más tarde en el mismo lugar con una amplia nave central y dos laterales de menos altura iluminadas por huecos triangulares que forman los bordes de su curioso techo plegado y que merece la pena ver cuando se visita Mieres.

Quiero aprovechar para desmentir ese comentario que hemos oído muchas veces atribuyendo al viejo convento pasionista las puertas de la emblemática coctelería "Il gattopardo", superviviente de en aquella época dorada que convirtió a la noche mierense en un referente para la diversión de toda Asturias. No es así: si se fijan, en una de ellas figura la fecha de 1885 y en la otra la tiara y las llaves que se identifican con San Pedro. Ni el año, ni la advocación, se corresponden con nuestro templo; las puertas fueron traídas por el decorador Chus Quirós desde el centro de Asturias junto con otros buenos elementos de madera que dan ese carácter único al interior del establecimiento.

Con respecto a la cantera, hay que hacer notar que, según la tradición, la gran obra que se encargó para transformar el palacio de La Villa en residencia de los marqueses de Camposagrado se hizo con piedra bajada desde Peña Tayá, al otro lado del río Caudal y sobre la aldea del Bescón, pero no sería extraño que por proximidad se hubiese empleado también la de esta cantera de la carretera de Mariana.

Yo les recomiendo que se acerquen hasta ella porque es uno de los paseos más agradables que pueden realizarse en esta villa. En menos de 200 metros podrán encontrarse con la Casa Duró; también con uno de los escasos molinos que quedan en el concejo y que es con seguridad el que se cita en documentos de finales del siglo XVIII como "molino harinero en que se hallan establecidas la máquina de barrenar los cañones de fusil que se construyen en la villa de Mieres"; con la propia cantera; con el "eucaliptón", que no puede talarse por una disposición testamentaria, y hasta con una cascada que en época de lluvias se convierte en un maravilloso y fotogénico espectáculo natural.

Es verdad que la Casa Duró está cerrada; también que el molino es privado y se destina a almacén de chatarra; no puedo ocultarles que muchas veces la cantera y la cascada acumulan más basura de la que produce la propia naturaleza; si me fuerzan les diré que el "eucaliptón" está medio seco desde que cortaron sus raíces con una carretera, pero si le echan ustedes imaginación seguro que se les ocurrirán un montón de posibilidades para aprovechar este lugar.

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