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La evolución social y demográfica de la localidad langreana | La evolución social y demográfica de la localidad langreana

Los hosteleros piden promoción y nuevos contenidos para dinamizar el tren minero

"El futuro es esto, la minería está enterrada, pero no podemos hacer de cada pozo un museo", sentencia Alberto Cepedal, hostelero de La Nueva, la localidad langreana que hasta el inicio de los años setenta llegó a tener más de 3.000 habitantes y donde ahora apenas quedan 300 vecinos. Después de las prejubilaciones y del consumado el cierre de los pozos en 2001, el Ecomuseo se ha convertido en la única fuente de riqueza en el valle del río Samuño, afluente del Nalón. Grupos de turistas (más de tres cuartas partes de fuera de Asturias) suben cada día al tren que va de la estación de El Cadavíu a la planta primera del San Luis, joya del patrimonio industrial asturiano y Bien de Interés Cultural.

El Ecomuseo y su ferrocarril son la vía al futuro de una zona que ha pagado con el despoblamiento el cierre de siglo y medio de minas. "Pueden dar vida a algún negocio y ser una salida para evitar que esto se muera", afirma Ángeles Fernández Gutiérrez, casada y con dos hijos. Los visitantes "ayudan a que el valle, casi sin jóvenes, no sea tan tristón", añade esta médica, que ejerce en Sotrondio y se niega a abandonar La Nueva donde su madre abrió el cine en los años cincuenta. En su opinión el impacto del tren da para que "sigan adelante" los dos bares que están junto al pozo San Luis, Casa Xuaquina y Casa el Chato, pero no para mucho más.

Los hosteleros coinciden en que la alta ocupación del tren que ha venido llenando La Nueva de turistas parece perder brío, a los tres años de su arranque en junio de 2013. Según los datos oficiales, entre la primera y la segunda temporada de funcionamiento, el Ecomuseo registró más de 52.100 visitantes mientras que en la tercera superó los 28.000, lo supone un total de más de 80.000 hasta finales de 2015. Sin embargo, Joaquina Coto y Alberto Cepedal sostienen que el número de clientes ha bajado. El bar de El Cargaderu, inaugurado por los hermanos Luis y Alba Fernández en la primavera de 2014 al pie de la estación de partida de El Cadavíu, ahora abre los fines de semana, según consta en su cuenta de facebook.

Cinco años lleva Joaquina Coto al frente de su establecimiento tras haber regresado a la localidad que la vio nacer. La hostelera asegura que, en cuanto a clientes, los efectos del tren minero comenzaron a debilitarse en 2015. "Ahora tenemos la mitad de gente", añade la dueña de "Casa Xuaquina", una de las voces que considera un error el restaurante del Ecomuseo porque "los visitantes no compran en el pueblo".

Detrás de la barra de Casa el Chato, Alberto Cepedal, casado y con una hija, precisa que "el negocio ha bajado más de un 30 por ciento; esto podía ir mejor, pero noto una caída en el número de turistas". "La Nueva debe ser parte de la visita, sin más contenidos la gente no repite; hay que abrir salas para exposiciones en la antigua cuadra de las mulas", explica.

Este licenciado en empresariales, que un día retornó de Gijón para reactivar el bar del abuelo, propone incluir en el circuito las viviendas del plano inclinado, rehabilitar alguna de casa de barriada y reproducir las condiciones de vida de las familias y dar acceso al antiguo polvorín. La "peligrosa moda" de la recuperación, en un radio muy pequeño, de pozos para visitas como El Sotón y Santa Bárbara, preocupa a Cepedal ."Si vengo a Asturias, veo uno y se acabó", dice, "y si hay dos, que sean complementarios".

Antes de penetrar en el tramo subterráneo de su recorrido por el socavón Emilia, el tren minero pasa al lado de la escombrera de Pampiedra, ahora plantada de manzanos para sidra, y que recibe el nombre del pueblo donde el hotel rural-restaurante Peña L'Agua tiene ocupadas las siete habitaciones. Su propietario, Ricardo Torre, 34 años, casado y con un hijo, es rotundo: "Se nota un montón cuando el Ecomuseo está abierto. Si se potencia, si se vende fuera de Asturias y está bien atendido, hay trabajo para todos". Admite que "el año pasado había más visitantes" y pide sendas, mejorar la presencia en Internet y cerrar acuerdos con Oviedo y Gijón. Torre cuenta que el último puente de la Constitución "el hotel estaba lleno y el Ecomuseo cerrado ".

"El proyecto flojea por varios motivos, el principal: la promoción. Los visitantes no encuentran información, no estamos en ningún circuito y en internet falta presencia. Es triste que hoteles de Asturias apenas tengan conocimiento de esto. Hay que llenar de contenidos el espacio en torno al pozo, desde demostraciones de entibación hasta cómo se trabaja la madera", explica Francisco Valdés, publicista natural de Ciaño y residente en Sama que lleva la concesión del restaurante del Ecomuseo. El Ayuntamiento licitará en otoño la gestión del complejo que en temporada alta tiene entre ocho y diez empleados.

Compra de viviendas

Fuera de la hostelería, nada ha abierto en La Nueva. La farmacia y el estanco cambiaron de propietarios, al igual que el quiosco, ahora regentado por una sobrina de la anterior dueña. Por lo demás, ahí siguen el Hogar del Pensionista y la Asociación Cultural y de Vecinos San Luis. Se ha vendido media docena de casas a gente de Madrid, pero no hay movimiento en vivienda rural, al contrario que en otros sitios.

Esto es lo que queda de un pueblo minero que surgió con la actividad extractiva allá por 1840 cuando, en plena fiebre del carbón. La Nueva supera los 3.000 habitantes desde la década de los cincuenta hasta principio de los setenta del pasado siglo. En aquellos buenos tiempos corría el dinero y sus vecinos tenían donde gastarlo: cine, economato, tiendas, 14 bares, carnicerías, peluquerías, sala de baile, equipo de fútbol y hasta piscina.

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