Hace más de treinta años que Luis Javier Gutiérrez Prieto dejó su Insierto natal para iniciar su carrera como militar y psicólogo en Aragón. Iba para unos meses pero encontró el amor y se quedó. Volvió ayer a sus raíces y subió al escenario para ofrecer el emocionante pregón que abrió las fiestas de Los Santos Mártires de Valdecuna. Tuvo palabras de agradecimiento para la organización, recuerdos para sus amigos y alabanzas para los que ponen alma a la fiesta:_"Los protagonistas de Los Mártires son esos romeros que nunca fallan a la cita y que lo harán mientras no les falten las fuerzas".

No hay pregón de Los Mártires en el que no salga a relucir Víctor Manuel y esa canción que siempre anima la fiesta: "Porque esos mozos, que antaño subían con los corderos al hombro y ahora tienen demasiados achaques para llevar encima tales cargas, siguen acudiendo y aún suben entusiastas la cuesta". Y "eses mocines" a las que Víctor Manuel alertaba de no cruzar el maizal, añadió el pregonero, "seguro que hoy están aquí acompañadas de hijos y nietos. Y echan una ´miradina´ nostálgica al lugar en el que conocieron la dulzura de aquellos primeros amores".

Pero si hay unos romeros que a Gutiérrez le emocionan, quizás por empatía, son los que tienen que vivir la fiesta de los Santos Mártires desde la distancia. Y si hay un sentimiento que conoce, es "la pena que siente el ausente cuando septiembre avanza y la vida y las circunstancias le obligan a permanecer lejos de los suyos y del Valle". Una nostalgia que se torna en alegría sólo esos años "en los que las obligaciones del emigrante le permiten un paréntesis y, presuroso, desanda el camino que le lleva de vuelta al origen y a las raíces".

Recorrido que él hizo ayer mismo, para llegar justo a tiempo al acto del pregón y rendir homenaje a San Cosme y San Damián: "Nuestros Santos Doctores, que permanecen desde tiempos inmemoriales en nuestro santuario. Hoy ya más solos, pero amorosamente cuidados en otra época por Lala, María y Teresa, desde la Casa de la Novena".

Su devoción por San Cosme y San Damián tuvo ayer recompensa, con la entrega de la medalla de oro de Los Mártires por parte de la organización. Y se despidió del público con una sentencia que arrancó los aplausos: "Es hora de que calle yo y hable la fiesta. La sidra ya está enfriando".