"Hay personas a las que las palabras no les hacen justicia. Diría que es un enorme saco lleno de bondad. Se hace querer y la prueba es que sólo hay que mirar cuanta gente estamos hoy aquí con él. Si no fuera una persona buena no vendría ni Dios". El Padre Ángel respondió con una amigable sonrisa a las espontáneas palabras que le dedicó el alcalde de Mieres, Aníbal Vázquez, durante el cálido homenaje que el religioso recibió ayer en La Rebollá, su pueblo natal, acto en el que se descubrió una escultura en su honor y culminó con su nombramiento como hijo predilecto del concejo. Hacía un cuarto de siglo que el Ayuntamiento no concedía esta distinción, concretamente desde que la recibió el cantante Víctor Manuel, en 1990, en el transcurso de una inolvidable romería de Los Mártires, la más multitudinaria que se recuerda. La jornada también quedará grabada en el retablo donde permanecen los más emotivos recuerdos colectivos de Mieres .

Once meses dedicó la asociación de vecinos "La fuentina" a la organización del homenaje que ayer recibió el Padre Ángel en La Rebollá. "Nos sentimos muy orgullosos de contar con un vecino tan reconocido en todo el mundo por su labor solidaria", señaló Miguel Ángel Martín, presidente del colectivo vecinal. El fundador de Mensajeros de la Paz no se cansó de dar besos y abrazos a los asistentes. Fue un día de reencuentros y recuerdos. En varias ocasiones las lágrimas amagaron con brotar mientras las palabras surgían entrecortadas.

"A los asturianos cualquier caricia, cualquier beso, nos emociona. Pero lo que quiero es compartir el homenaje con los vecinos de La Rebollá, un pueblo solidario, donde la gente se quería y se dejaba querer". El Padre Ángel ofició una misa al mediodía. Desde el altar se acordó de los necesitados, de los que pasan hambre y, en especial, de quienes escapan de la guerra: "Europa no puede cerrar los ojos y debe impulsar medidas de rescate en respuesta a los gritos y lágrimas que se escuchan en sus fronteras". Más íntimamente, evocó la presencia ausente de su padres, Quico y Amalia, y del cura que le despertó sus sentimientos religiosos, don Dimas. "Con él aprendí aquí, en esta iglesia, mis primeras oraciones; mientras mis padres me enseñaban a compartir el pan y el medio litro de leche del razonamiento". Hubo un leve lamento: "Es una pena que no haya querido estar ni haya mandado a nadie en su nombre". Se refería al arzobispo, ya que nadie de la jerarquía eclesiástica asturiana estuvo ayer en La Rebollá.