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Noventa años en plena forma

Marino Díaz, director de la Orquesta de Plectro, va andando desde Oviedo a Langreo para participar en los ensayos

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90 años en plena forma

"Tengo noventa años y sé que una mañana me levantaré de la cama y me dolerá la cadera o no podré mover una pierna, pero mientras llegue ese momento pienso aprovechar cada día para salir al monte". Marino Díaz es montañero desde que tenía ocho años. Con esa edad ya iba a recorrer con su padre, que era trabajador de Duro Felguera, por los cordales próximos a Langreo. Desde entonces no ha parado. Camina entre dos y dos horas diarias por los alrededores de Oviedo, donde reside actualmente, sale todas las semanas de una ruta con sus amigos y suele realizar el recorrido desde la capital hasta Langreo por el monte cuando toca ensayo de la Orquesta Langreana de Plectro, formación de la que es director: "Hay un amigo mío que insiste en que tenemos que ir a Roncesvalles, ¿para qué voy a ir yo a Roncesvalles con todo lo que me queda por ver en Asturias?".

Díaz conoce el trayecto entre Oviedo y Langreo como la palma de su mano. Lo recorre desde hace veinte años. "Lo hago una vez al mes aproximadamente, los días que hay ensayo de la orquesta. Un día me dio por ir caminando desde Oviedo y hasta hoy", relata el veterano montañero, para detallar a continuación el recorrido que sigue: "Voy por San Esteban de las Cruces, Grandota, Los Campos, La Paranza y La Pasera. Las vistas son magníficas. Se ve Noreña, Siero, el Aramo, los Picos de Europa y, cuando está despejado, el mar. Lo más difícil es el tramo hasta Grandota, pero el resto es muy llevadero".

La ruta llega hasta Riaño. Allí Díaz coge el autobús hasta La Felguera porque "no me gusta caminar por asfalto ni con coches cerca". "Son unos 17 kilómetros y se hacen en poco más de cuatro horas a ritmo tranquilo", indica este montañero que, cuando tiene tiempo, se desvía hacia la peña Villa. "Cerca de un banco en el que a veces me paro a comer el bocadillo. Un bocadillo en la montaña es como un banquete en la ciudad". En la mochila, junto a la vitualla, acostumbra a llevar una cantimplora y una camisa y un jersey de repuesto para ponerse antes del ensayo.

Los martes o los miércoles son los días que Díaz, que enviudó recientemente, tiene reservados para salir de ruta con sus amigos Florentino Antuña, Pepe Rogada, Manuel Huergo y José Antonio Palacio, "todos más jóvenes que yo", aclara el veterano montañero. Cada salida, desde hace unos treinta años, queda documentada en una pequeña crónica que Díaz reparte entre los compañeros que haya tenido en esa expedición y en la que incluye sus impresiones sobre el recorrido, fotografías y algún poema dedicado a picos, rutas o ríos emblemáticos. Todas esas crónicas están compiladas en una decena de tomos que Díaz guarda en su casa y que llevan por título "Aventuras, venturas y desventuras de un montañero".

El equipo "oficial" de Díaz para salir de ruta a sus 90 años incluye una vara de avellano, unas botas de cuero o unos playeros, según la época, y una máxima: nada de cuerdas. "No me gusta escalar. Yo voy únicamente donde me lleven mis piernas". Entre las anécdotas de ocho décadas de sendas y caminos, este administrativo jubilado que trabajó en las empresas Duro Felguera y Hunosa, recuerda el golpe de viento que se llevó su bocadillo en Amieva o la vez que un lobo rondó su espalda mientras recogía castañas en Riosa: "No me enteré hasta que me avisó el cazador que venía detrás de él". A pesar de su dilatada trayectoria no ha sufrido percances de gravedad. "Un día me caí y me lastimé el brazo. No quería confesárselo a mi mujer porque ella solía decir que la montaña era su rival porque me robaba mucho tiempo. Aguanté hasta llegar a casa, me tumbé en el pasillo, di un golpe al suelo con la mano y fingí haberme caído allí", relata, con una sonrisa.

Los hijos de Díaz animan a su padre a seguir con su afición. "Me sienta muy bien ir a la montaña, es un desahogo. Cuando salimos de ruta estamos siete u ocho horas caminando y me encanta. De momento, físicamente, sigo aguantando bien. Imagino que influye llevar tanto años yendo a caminar y nunca fumé ni me gusta el alcohol", reflexiona el nonagenario montañero, que el próximo martes, si el tiempo no lo impide, volverá a salir de ruta y a escribir un nuevo relato. Porque, como recoge Díaz en sus crónicas, la "montaña es como un peldaño que nos sitúa cerca del cielo".

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