-¿Cuánto ha tardado en recopilar todo este material?

-Toda la vida. He dedicado toda mi vida al estudio y la conservación de la tradición asturiana desde distintos ámbitos.

Esta pregunta y esta respuesta surgen siempre que alguien visita la biblioteca de Elviro Martínez (Blimea, 1940). Un hombre con un curriculum que ocupa varias páginas: Licenciado en Filosofía y Doctor en Derecho por la Universidad Pontificia de Comillas y diplomado en Genealogía, Heráldica y Derecho Nobiliario. Además, fue fundador y director de la "Monumenta Histórica Asturiensia", así como director de la Biblioteca Universitaria Everest. También es miembro de número del Real Instituto de Estudios Asturianos, así como de la Academia de Heráldica y Genealogía y de la asociación española de Etnología y Folclore.

Diplomas y títulos, pero lo que realmente mueve su mundo son los libros. Leerlos y escribirlos, sobre todo, cuando con ello consigue dar visibilidad a su tierra. Ha publicado más de cuarenta trabajos, la mayoría centrados en la investigación de distintas áreas de la tradición de Asturias. Hace unos días recibió el premio "Pimiento de Oro", que se concede en el marco de la celebración de las jornadas gastronómicas de Blimea. Un galardón que él recogió "emocionado y lleno de satisfacción".

De vuelta a su biblioteca. Una sala llena de estanterías en la que se ordenan papeles, libros, tomos y enciclopedias. También sus publicaciones en LA NUEVA ESPAÑA, como articulista habitual con distintas series. Recuerda con especial cariño todas sus publicaciones sobre la genealogía asturiana. Esa biblioteca es un altar del esfuerzo y la dedicación por el conocimiento de la tierra. Una forma de vida que genera títulos tan llamativos como "Brujería Asturiana", "Mitología Asturiana" o "Leyendas Asturianas".

-¿Por qué decidió estudiar este ámbito de la tradición?

-Mi abuela siempre me contaba leyendas para dormirme. Cuando era pequeño, me narraba historias tradicionales que ella guardaba en su memoria. Me di cuenta de que había muy poco material sobre este tema y que era necesario guardarlo para siempre en una publicación, tiene que perdurar.

-¿Piensa que los asturianos cuidan bien sus historias?

-No, en absoluto. Es una parte de la tradición tan rica... Y apenas hay nada publicado. Tampoco se aprovecha lo suficiente la mitología, un correcto cuidado y promoción de nuestra mitología podría atraer a mucho turismo a Asturias.

De buena tinta lo sabe. Cuando publicó "Leyendas asturianas" (1985), la Editorial Everest recibió un encargo llamativo: la embajada de la URSS reclamó cuarenta ejemplares. "Nunca supe lo que querían hacer con ellos pero, desde luego, está claro que les llamó la atención", señala Martínez, un hombre afable que siempre tiene a mano una sonrisa. Reconoce que la leyenda que más le impresionó es la del castillo de Blimea, una historia de amor y muerte que le contaron cuando era aún un niño. A lo largo de su carrera ha prestado especial atención al oriente de Asturias, con obras como "Llanes en la ruta Jacobea" o "El Monasterio de Celorio". No vivió sólo esta sed de saber, su mujer es conocedora de todas las batallas.

-Me llamo Pina, pero a mí no me ponga en ningún sitio.

Resulta difícil hablar de él sin hablar de ella. Porque es su mujer la que más de cerca ha vivido esa pasión por la tierra que hace de Elviro Martínez un asturiano con todas las letras. "Cuando trabajaba en el ICADE (Instituto Católico de Administración y Dirección de Empresas, integrado en la Universidad Pontificia) era feliz, pero no lo disfrutó del todo porque él sólo quería volver a Asturias", explica la mujer.

Y regresó, en los años setenta, para trabajar como profesor de historia en el colegio de la Inmaculada de Gijón. Dice Martínez que su labor en el centro "fue muy enriquecedora, me llevé muchísimas satisfacciones de mi vida en las aulas". En esa época fundó "Monumenta Histórica Asturiensia", junto a la Biblioteca Asturiana del Padre José María Patac. Es una colección que recopila las fuentes documentales más importantes de Asturias.

Lo mejor era escribir. Sentarse frente a la máquina Olivetti que vigila su biblioteca: "Podía y puede pasarse horas ahí, entre libros, entre documentos, entre artículos", comenta, sin ocultar una sonrisa cómplice, su mujer. De ahí una obra tan extensa: veintisiete monografías, quince trabajos de edición, transcripciones y prólogos y veintidós obras no incluidas en volúmenes.

Tiene mérito, pero no esperaba que sus vecinos le dieran el premio "Pimiento de Oro": "Jamás lo imaginé, yo no pensaba que alguien se acordaría de mí", afirma. Nació en la localidad y vivió allí hasta la adolescencia. "Lo más bonito que le puede pasar a alguien es que le premien sus vecinos, que le quieran en su casa. Eso es lo que me ha pasado a mí con este galardón", afirma. Lo guarda en un lugar privilegiado de la casa, en otra biblioteca que es aún más especial: la que reserva únicamente para obras y recuerdos de Asturias.