Ángel Alfonso Rodríguez, bibliófilo y coleccionista de las cosas de Mieres, me pasa un curioso documento de su archivo que traigo a esta página para que veamos qué poco han cambiado algunas cosas. Se trata de un folleto editado en una imprenta madrileña en 1906 con en el que "La Unión Asturiana", empresa dedicada a la extracción del cinabrio, quiso dar a conocer públicamente sus razones y su posición en el litigio que habían planteado tres años atrás los vecinos de La Peña solicitando el control de los humos y gases nocivos que desprendían los hornos de calcinación que funcionaban al lado de sus casas.

En efecto, el problema se arrastraba desde el 10 de junio de 1903, cuando una delegación ciudadana había acudido hasta Oviedo pidiendo al Gobernador la regulación de esta labor que perjudicaba seriamente su salud, con la demanda concreta de que se suspendiesen las emisiones durante los cuatro meses de verano, porque en esta época la sequedad del aire hacía que la contaminación fuese insoportable, o en cualquier caso se firmase un acuerdo con la empresa "El Porvenir" para aprovechar conjuntamente la chimenea por la que ésta ya evacuaba sus gases nocivos.

En el documento se dice que en aquel 1903 se cumplían exactamente los 60 desde que "La Unión Asturiana" había empezado a tratar el cinabrio de su explotación para obtener mercurio, aunque Félix Martín y Rolando Díez han encontrado protocolos notariales que demuestran como en septiembre de 1846 aún se estaban sacando a remate las obras necesarias para la planta de beneficio de este mineral en La Peña, y también como por aquellas fechas la misma sociedad minera asumía el compromiso de aceptar bajo su entera responsabilidad los perjuicios que pudiesen ocasionar estas labores.

Pero en este caso, la exactitud de las fechas no influye en lo ocurrido en 1906, cuando la empresa recibió una sentencia en su contra. Lo que nos llama la atención son las razones que sostuvieron los accionistas para mantenerse en sus trece y que en algún caso son los mismos tópicos que se esgrimen actualmente ante casos similares. Para empezar, plantearon la duda de que la protesta hubiese partido de los propios vecinos de La Peña, citando de pasada que entre quienes habían acudido hasta Oviedo en 1903 se encontraban algunos residentes en la capital. Ya lo ven: el eterno fantasma de la manipulación externa que aún acompaña a estos conflictos.

Aunque lo más grave estuvo en la acusación de nepotismo para la Junta de Sanidad que funcionaba en Mieres en la época del dictamen. En su informe firmado por dos médicos, se describían los daños causados por los gases arsenicales certificando la frecuencia de la enfermedades del aparato respiratorio y de las mucosas de nariz y ojos debidas a los humos y los gases producidas por la calcinación del cinabrio que se registraban entre los habitantes de las viviendas próximas a aquella industria y se instaba a poner remedio a una situación tan penosa.

Según escribió César Argüelles Piedra, responsable de la redacción del folleto, uno de los dos médicos era hermano político del Alcalde y el otro le debía su nombramiento, por lo que si tenía en cuenta que el regidor reclamaba a la empresa "unos cuantos miles de pesetas, que no le debemos", no hacía falta ser muy listo apara darse cuenta de que todo se debía a una manipulación nacida de la venganza. De nuevo nos encontramos ante una de esas acusaciones que parece sacada de una noticia de nuestros días.

El caso es que no sabemos a qué Alcalde iba dirigida esta acusación, puesto que en 1903 ocupaba este puesto don Manuel Suárez Fernández y desde febrero de 1906 le había sustituido don Andrés Aza Martínez y ambos se habían posicionado a favor de la postura vecinal.

Otro de los argumentos esgrimidos por "La Unión Asturiana" fue el de que no se podía demostrar la relación entre las enfermedades del pulmón o de los ojos y las emanaciones del ácido sulfuroso o del arsenical, ya que según unos estudios realizados en Alemania la concentración de este tipo de gases no perjudicaba ni a la vegetación ni a la salud.

No es nuestra labor juzgar ahora el comportamiento moral de estos empresarios que hace más de un siglo pudieron actuar de esta forma por malicia o simplemente por ignorancia, pero a nadie se le escapa que en aquel momento ya se conocían de sobra los efectos que la calcinación del cinabrio tenía sobre el medio ambiente y también el destino inexorable que acompañaba a los mineros de las empresas que se dedicaban a esta explotación.

Pascual Madoz lo había descrito con crudeza en su Diccionario Geográfico, publicado entre 1846 y 1850, al hablar de jóvenes trabajadores sin dientes, con un hedor insoportable en la boca y atacados por el temblor, hasta el punto de que a veces eran incapaces de acercarse ellos mismos la comida a la boca.

Lo que "La Unión Asturiana" trataba de evitar por todos los medios era que se repitiese lo ocurrido en 1847 cuando otro Alcalde de Mieres, don Rodrigo Vázquez Prada, había reaccionado ante una protesta similar paralizando la construcción de un horno de cámaras para el azogue y ordenando suspender los trabajos de su destilación.

En aquel momento hubo un tira y afloja en el que los patronos lograron inicialmente que la Inspección de Minas y la Junta de Sanidad les diesen la razón, pero los vecinos acabaron consiguiendo que "El Porvenir", la otra gran empresa que operaba en La Peña, construyese una chimenea para conducir los humos y los gases, monte arriba, a una distancia de 1.600 metros de La Peña y que todavía pueden ver ustedes perfectamente desde la Autovía Minera cuando pasa frente a las ruinas de esta explotación.

En aquel 1906 se les solicitó lo mismo: una obra similar, en este caso de 1.500 metros para enlazar con la ya existente y causar el menor perjuicio posible al hacer salir juntos los vapores de ambas plantas. El proyecto podía presupuestarse entre 60.000 y 80.000 pesetas y ellos pretendieron eludirlo presentando la alternativa de una cámara de 3 metros de longitud por 2 de altura donde los humos fuesen regados continuamente por agua para purificar los gases.

Es fácil ver la enorme diferencia económica entre las dos propuestas, como también es sencillo imaginar que su eficacia nunca podría aproximarse. "La Unión Asturiana" era consciente de ello y por si acaso, en el folleto que hoy estamos comentando, se dejó de disimulos y planteó la realidad de su situación. La Sociedad no repartía beneficios desde 1899 y en aquel momento ya debía un crédito de 40.000 pesetas, solicitado para mejorar las condiciones de las minas, por lo que no iba a encontrar quien les adelantase otras 80.000.

Pero aunque lo lograsen, iban a tardar años en recuperar la estabilidad financiera. Si además les obligaban a suspender sus trabajos durante los meses de julio, agosto y septiembre, las pérdidas aumentarían tanto que inmediatamente se solicitaría la disolución de la empresa. Por ello anunciaban que estaban a la espera del recurso que habían elevado al Tribunal para no dejar en la calle a las doscientas familias que estaban manteniendo con su actividad.

La chimenea de "La Unión Asturiana" nunca llegó a hacerse y lo que acabó con el negocio fue la crisis internacional de 1918. Entonces un particular se hizo con las instalaciones y sin más miramientos benefició las escombreras hasta 1934. Después la minería del mercurio en La Peña se mantuvo como un Guadiana, con altibajos hasta finales de los años 70. Las consecuencias tardarán mucho tiempo en desaparecer.