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ANTONIO GONZÁLEZ HEVIA | Exsecretario de Minería de CC OO

"Mucha gente se arrimó a Villa a ver qué caía, era quien mandaba en Asturias"

"Los fondos mineros mejoraron las cuencas aunque favorecieron cierta especulación y clienterismo"

Antonio González Hevia, en el pozo Barredo. J. R. SILVEIRA

Antonio González Hevia (Jaén, 1950) fue secretario nacional de Minería de CC OO coincidiendo con los tiempos más convulsos del sector. Al frente de un sindicato más inclinado genéticamente hacia la movilización que hacia el pacto, logró a principios de los noventa propiciar un acercamiento con el SOMA del que surgió una unidad de acción sindical que a la larga resultó muy fértil para el carbón y las comarcas mineras. Junto a José Ángel Fernández Villa, ahora enjuiciado y expulsado del SOMA tras ocultar al fisco una fortuna personal de dudosa procedencia, lideró hace 25 años el histórico encierro del pozo Barredo. Los doce intensos días que duró la protesta abrieron las puertas a un proceso de reconversión sin parangón en toda Europa. González Hevia ve injusto que aquella incuestionable victoria obrera pueda quedar ahora empeñada por la situación de Fernández Villa.

-¿Qué destaca del acuerdo que alcanzaron tras el encierro?

-Entre otras cosas, fue la base para el posterior plan general del carbón, que fue una copia casi literal y ampliada. El PP cogió el plan de Barredo y lo llevó al plano nacional.

-Entremos de lleno en el llamado proceso de reconversión. ¿Ha sido un fracaso?

-Los incentivos y los fondos mineros sirvieron para cosas. Se mejoró el hábitat las cuencas mineras considerablemente. Pero ya había precedentes de que los incentivos en una economía de mercado difícilmente resuelven el problema porque las empresas marcan sus estrategias. Es obvio que los fondos favorecieron cierta especulación y clientelismo. No se ha creado un tejido industrial alternativo, pero que nadie pretenda descargar sobre las espaldas de los sindicatos de la minería la responsabilidad de reindustrializar un territorio. A la crítica de la gestión de los recursos me sumo yo. Ahora bien, el balance no es tan negativo. He visitado muchos lugares de Europa y puedo decir que los sindicatos mineros asturianos hicieron las cosas bastante mejor de lo que se dice. No era tarea fácil. El problema es ahora que tenemos poco empleo y la mayor parte de mala calidad. ¿Pero eso es culpa del SOMA o de Comisiones? En todo caso será culpa de los gobiernos y del sistema. Defendimos al límite mantener la mayor actividad posible. Después de Barredo, que alguien me diga que lucha obrera hubo que lograse mejorar sustancialmente lo que nosotros suscribimos.

-¿Qué hubiera pasado de no tener éxito el encierro?

-El SOMA hubiera seguido siendo el sindicato de la negociación y Comisiones, el del jaleo, para acabar, más o menos, como en Inglaterra. El desenlace del proceso hubiera sido notablemente peor.

-¿Teme que la minería ya no gane más batallas?

-No lo sé. Aquí el problema es que ni el PP ni el PSOE han querido definir un sistema energético. La consecuencia es que tenemos un oligopolio de cinco empresas que es el núcleo empresarial más opaco que existe dentro del tejido español, al que ningún gobierno osa perturbar. No tiene sentido que los camiones estén llevando carbón de importación por el puerto de Tarna a las centrales térmicas, cuando llegó a estar al mismo precio que el nacional. Hay otros intereses y otros negocios. Y que no echen la culpa a Bruselas. Alemania apuesta por el carbón. Si no hay un modelo energético común no se puede alterar la libre competencia.

-El escándalo por el presunto enriquecimiento ilícito de Villa enturbia lo logrado por los sindicatos mineros?

-Sí, puede ser. El impacto fue muy grande. Ahora bien, líderes mineros y sindicales los había mucho antes de existir Villa. Él tuvo la popularidad que tuvo por ser miembro de la dirección nacional del PSOE y ser el que mandaba en Asturias. Es más un político que un sindicalista. Lo que pasa es que aunque Comisiones tuvo más líderes mineros, Villa pudo hacer sus apaños gracias a su poder dentro del partido que sustentaba el Gobierno. Mucha gente se arrimaba a él pensando que como eran los que gobernaban algo les podía caer, pero eso no puede anular a Comisiones. Lo que está claro es que ha hecho daño a todo el movimiento obrero. Me quedé perplejo y perplejo sigo. Todavía no entiendo el porqué. No me coge en la cabeza, pero es un hecho que está ahí.

-¿Hasta qué punto fue tarea compleja hace 25 años unir a los sindicatos?

-Comisiones Obreras, en aquella época, llevábamos tiempo con una política casi de resistencia y en actuando en solitario. La unidad de acción con el SOMA era una entelequia. La razón es que el secretario general del SOMA (Fernández Villa) era a la vez miembro de la ejecutiva federal del PSOE, que a su vez era el partido del Gobierno. Esta circunstancia generaba una lógica desconfianza. Es lógico pensar que muchos pudieran prever que intentase impedir las contestaciones.

-¿Veían al Gobierno decidido a cerrar las minas?

-El sector, en ese momento, estaba abocado al cierre. El propio presidente del Gobierno, Felipe González, había dicho públicamente que Hunosa se cerraba en el año 2000. Un elemento clave fue que la minería inglesa acababa de sufrir un golpe duro. Margaret Thatcher abrasó a los mineros ingleses, que sufrieron una tremenda derrota pese a estar muy bien organizados. Fue una lección que había que aprender. Hay que recordar que poco antes, en 1987, tras no firmar el plan de Hunosa, organizamos potentes movilizaciones y llegamos a ir a Madrid. En la Castellana, delante del Ministerio de Industria, los del SOMA y nosotros, cada cual por su lateral de la calle, nos íbamos insultando. Recuerdo que la por entonces diputada del PP Isabel Tocino nos saludaba desde el balcón con la mano. Estaba claro que era un muy mal precedente. No podíamos repetir aquel tremendo error.

-¿A quién se le ocurrió el encierro de Barredo?

-Se me ocurre a mí. Lo hablé con compañeros muy cercanos, no más de tres, y me tacharon de loco, pero hacía falta algo contundente. Hablé con Villa en la sede de Hunosa. . Me dice que era demasiado fuerte, pero que no descartaba nada. Al día siguiente me confirma que está dispuesto a estudiar una movilización de este tipo, pero que entraña muchos riesgos. Se monta una comisión muy reducida, de seis personas, y nos pusimos a trabajar en secreto.

-¿Por qué Barredo?

-No podíamos ir a un pozo que estuviera aislado y Barredo está en el centro de Mieres. Elegimos la Navidad para aumentar el impacto. Fue cuestión de "marketing" El mismo día del encierro hable con los últimos miembros de la ejecutiva. Les dije que fueran preparados, que sería una acción contundente, pero a nadie se le dieron detalles.

-¿Cómo fue la llegada al pozo?

-El primer relevo entraba a la cinco de la madrugada. Había un ingeniero técnico de guardia y un vigilante. Llegamos al embarque y nos metimos en la jaula. Hubo que amenazar al maquinista de extracción. Surgió un problema inesperado. Llegamos a planta y no había luz. No sabíamos dónde estábamos. Solo una persona fue previsora y llevaba una linterna pequeña. La primera noche fue brutal, a oscuras, con nervios y mucho frío. Estuvimos en vela casi todos. Al día siguiente pedimos mantas y focos, pero la dirección nos lo niega. Un compañero cayó y se hizo un corte en la barbilla. Se solicitó un ATS y de nuevo nos lo niegan .

-¿Qué hicieron para romper el aislamiento?

-Hablé con Villa y le propuse tomar la dirección del pozo. Le dije que no pasaba nada y al final accedió. Dimos instrucciones y nuestra gente sacó a hostia limpia a toda la dirección de las oficinas. Se tomó al asalto. Nos costó a la salida un juicio, pero cuando se llegó un acuerdo se retiraron los cargos. A partir de ahí se bajaron luces, materiales, herramientas y mantas y se organizó un pequeño campamento.

-¿Sabían que fuera las protestas eran muy duras?

-Sabíamos todos lo que sucedía fuera. Todo estaba controlado desde dentro. En este contexto, un día Villa me hizo una confidencia. Me dijo que cuando saliéramos en su partido le iban a van a volar los cojones y me pidió accediera a hablar con la ejecutiva nacional del PSOE. Le di mi palabra y cumplí.

-¿En qué momento decidieron que había que salir?

-Habíamos llamado la atención y situado el problema. A partir de ahí procedía salir y emplazar al Gobierno a iniciar una nueva etapa de diálogo. No obstante, el Gobierno no estaba ni mucho menos doblegado. Yo tenía una cosa clara: el acuerdo tenía que ser con el Gobierno, no con el PSOE, algo que molestó mucho al SOMA.

-¿Cómo se plasmó el acuerdo?

-Lo primero que se apalabró fueron las prejubilaciones, pero nosotros seguimos con el discurso de las Cuencas. No estábamos tan en contra de la concentración de yacimientos mientras logramos atenuar el ajuste a nivel social. Con las nuevas admisiones nos atascamos. Queríamos cuatro dígitos y ellos no quería pasar de 800. Al final hubo acuerdo.

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