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Historiador

Un Ángelus entre barrenos

La implantación del Opus Dei entre los obreros de la comarca y el papel determinante que jugó el tevergano Manuel Prieto Fernández

Un Ángelus entre barrenos

Dios proveerá, decían los antiguos cristianos, más preocupados por las riquezas espirituales que conducen a la vida eterna que por los bienes materiales que podían acumular en este valle de lágrimas. Hasta que los teólogos calvinistas decidieron que el trabajo duro y el progreso económico eran la mejor forma de glorificar la obra divina y asegurar la salvación.

No es este el lugar para analizar la contradicción entre la ética del trabajo como vía de santidad y las escenas de la vida de Jesús diciendo a sus discípulos que lo dejen todo para seguir su camino, expulsando a los mercaderes del templo o empeñado en predicar el descanso semanal como la mejor manera de alabar al Señor, pero resulta curioso ver como la rama más intransigente de los protestantes coincide con el catolicismo más integrista en la defensa de que tanto la actividad laboral más humilde como el enriquecimiento empresarial ayudan a entrar en el Cielo con buen pie.

El 2 de octubre de 1928, el sacerdote aragonés José María Escrivá de Balaguer -canonizado en 2002 como San Josemaría- fundó por inspiración de divina, según creen sus seguidores, el Opus Dei, que se traduce al castellano como "obra de Dios". En un principio se dirigió solamente a los varones, pero a los dos años de la fundación, de nuevo actuó la iluminación del Supremo y le instó a admitir también a las mujeres.

El Opus Dei es una institución religiosa, de la que seguramente ustedes han oído hablar, ya que desde su reconocimiento por el obispo de Madrid en 1941 y la posterior aprobación por Roma, no ha dejado de crecer en poder e influencia, y aunque ahora lo hace más lentamente como sucede con todas las instituciones de la Iglesia Católica, que lucha cada día para combatir el auge del ateísmo y la competencia de los cristianos evangélicos, actualmente cuenta con más de 90.000 miembros.

La Orden persigue la búsqueda de la santidad en la vida cotidiana a través del trabajo bien hecho, según lo que dejó escrito el Fundador en los libros que estudian sus miembros como si tratase de las Santas Escrituras: "Si queremos de veras santificar el trabajo, hay que cumplir ineludiblemente la primera condición: trabajar, ¡y trabajar bien!, con seriedad humana y sobrenatural" o también "No podemos ofrecer al Señor algo que, dentro de las pobres limitaciones humanas, no sea perfecto, sin tacha, efectuado atentamente también en los mínimos detalles: Dios no acepta las chapuzas"

Y los hechos demuestran que estas indicaciones dan buenos frutos, por lo menos para sus dirigentes, ya que desde la organización se dirigen empresas de todo tipo y se administran infinidad de propiedades, teniendo bajo su control económico e ideológico colegios de élite; escuelas técnicas, agrícolas y de negocios; universidades y residencias universitarias y prestigiosos hospitales.

En el año 2011, Ediciones Palabra S.A. publicó un libro titulado "Carlos Martínez, pescadero. Un revolucionario que se encontró con Dios", en el que los autores José Antonio Íñiguez y Pablo Álvarez cuentan la biografía de este hombre, que pasó de ser marxista en su juventud a propagandista del Opus Dei en la última etapa de su vida.

Carlos Martínez procedía de una familia trabajadora y militante; su madre vendía fruta en un puesto callejero y su padre, zapatero, murió en abril de 1934 y fue enterrado con una ceremonia civil que se convirtió en un acto de afirmación comunista y atea. En el libro leemos como siendo un niño ya vendía Mundo Obrero y con solo 14 años pudo participar en alguna de las escaramuzas de la revolución de octubre. También conocemos como durante la Guerra Civil huyó desde el Oviedo franquista al Gijón republicano junto a uno de sus hermanos, mientras que el otro, que tenía entonces 17 años, fue fusilado por no delatar su paradero, sin que su cuerpo llegase a aparecer nunca.

Si a este hecho terrible le sumamos la experiencia personal del biografiado y sabemos que también él fue juzgado en 1938 y cumplió condena en las prisiones de Celanova y Vitoria hasta agosto de 1941, nos resulta llamativo conocer como al poco tiempo de obtener la libertad se alistó en La Legión y tras licenciarse empezó a colaborar con la Hermandad Obrera de Acción Católica de Oviedo para acabar pidiendo el ingreso en el Opus Dei en 1954.

Pero no es su vida lo que nos interesa en esta página, sino los datos que aporta el libro sobre la implantación del Opus Dei entre los obreros de la Montaña Central, en una de las épocas más convulsas del movimiento obrero, cuando estaba forjándose el sindicalismo moderno mientras los conflictos y las huelgas se multiplicaban.

Según su testimonio, fue en 1960 cuando los jóvenes pioneros de la institución que se reunían en Oviedo empezaron a ser numerosos y decidieron extender su obra haciendo viajes periódicos a Gijón, Mieres, La Felguera y Avilés porque "al sur de nuestra ciudad se expandía el mundo de las cuencas mineras donde, como trigales inmensos crecía una inmensa multitud de trabajadores recios de la mina, obreros metalúrgicos y empleados de diversas actividades, una multitud que esperaba también que se les hablara de Dios y de la llamada universal a la santidad".

El hombre clave en esta idea fue Manuel Prieto Fernández, quien pidió entrar en la entidad religiosa aquel mismo año. Era un tevergano que había estudiado en Mieres la carrera de Facultativo de Minas y trabajado en la Fábrica antes de dedicarse a la docencia dando clases como catedrático de dibujo en el Instituto de La Felguera y en el Doctor Fleming de Oviedo y a la vez impulsó la Asociación Peñavera, primera obra corporativa del Opus Dei en Asturias, que fue -y sigue siendo- uno de sus puntales en esta región.

Poco a poco se fue formando un grupo inicial en la Cuenca del Caudal, sobre todo en la zona de influencia de la Sociedad Hullera Española, donde el paternalismo católico ya había abonado el terreno. Lo integraban en aquel momento algunos mineros católicos del pequeño emplazamiento de El Pedroso, muy cerca del poblado de Bustiello, dos mancebos de farmacias alleranas y un camarero; luego se fueron sumando empleados de Fábrica de Mieres y un puñado de estudiantes del Instituto de Enseñanza Media y de la Escuela de Minas, que habilitaron un piso de la calle Valeriano Miranda para sus charlas de formación cristiana y conferencias culturales.

Pronto se acercaron también mineros de otras zonas y algunos albañiles y se establecieron lugares de reunión en locales tan variopintos como la farmacia de Cabañaquinta o un bodegón de Caborana, hasta que en 1965 se hizo necesario alquilar una casa de tres plantas en la calle Teodoro Cuesta, frente a la Iglesia de San Juan Bautista de Mieres. Allí se organizó el I Curso de Formación Profesional Minero de Asturias, que alternaba la teoría con las prácticas de picadores y barrenistas en los pozos de la Sociedad Hullera Española.

A la vez, empezaron a convocarse retiros mensuales en el propio Instituto de Enseñanza Media "a los que acudían numerosas personas de Mieres de todos los ambientes" y más adelante, ya en tiempos de HUNOSA, la Asociación Peñavera logró la cesión de uno de los chalés de Bustiello -conocido desde entonces como el "chalé del Opus"- donde se organizaron durante veinte años cursos de retiro y convivencias, que se complementaban con otros celebrados en Las Caldas. Los vecinos de más edad aún recuerdan muchas anécdotas de esos años.

Ya lo ven, un pequeño mundo que muchos desconocíamos, del que se recogen recuerdos tan plásticos y sorprendentes como grupos de mineros acudiendo antes de ir al trabajo a la misa de las siete de la mañana en el convento de los Padres Pasionistas "con su chaquetilla azul mahón, humeando en un bolsillo el bocadillo de tortilla española y rezumando en el otro la bota de vino" mientras las grandes huelgas convulsionaban a la Montaña Central, o también el sonido de un martillo perforador vibrando al aire repetidas veces a las doce menos un minuto para anunciar el ángelus en el interior de la mina "hasta que desde algún tajo próximo alguien de los que iba por los cursos le repetía el sonido".

Seguramente les interese conocer la evolución del Opus Dei en las cuencas mineras y la influencia que tienen ahora sus miembros en nuestra sociedad, pero esta es una página de historia y debo limitarme a contar las cosas del pasado. Así que, tal y como lo he leído, así se lo cuento.

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